30/8/12

El castillo del saber

 Relato ideado a partir de elementos aleatorios de esta página.

Iván sostuvo entre sus manos el diamante del averno. A pesar de que lo llamaran diamante ni siquiera era una gema, pues era basto y no tenía brillo. Estaba tibio al tacto, como si se hubiese pasado horas al sol en verano. Pero no había sido así, porque el corazón del castillo del saber era frío y oscuro.

Era casi tan frío y oscuro como el monasterio al que habían vendido a Iván en cuanto supo mantenerse en pie. Porque su madre no lo quería, era un monstruo. Los monjes lo sabían y aun así lo aceptaron como uno de los suyos. Iván se engañaba pensando que lo habían hecho por caridad, porque realmente eran sus hermanos, pero en un rincón muy frío y oscuro en el fondo de su alma sabía que lo habían hecho porque le temían, porque tenían que tenerlo vigilado, lejos del mundo de las personas de bien. Las personas que no eran monstruos.

Los caminos del Castillo del Saber eran intrincados, un laberinto por el que él había aprendido a moverse para buscar el diamante del averno. Las paredes de pasillos y salas estaban jalonadas de anaqueles y en la mayoría de los casos los anaqueles estaban jalonados de libros. Iván no había visto tantos en su vida, ni siquiera en la fría y oscura biblioteca del monasterio donde el abad le había obligado a estudiar los cuatro tomos prohibidos del Desconsuelo donde se detallaban horrores sin nombre.

Los habitantes del castillo se habían mostrado indiferentes hacia su búsqueda, pues creían que el diamante era un mito, aunque él mismo en ocasiones no les había producido tanta indiferencia. Los tres espadachines que guardaban el pasillo de la luna jamás le hubieran dejado pasar si no los hubiera vencido en combate, pero Iván sabía cómo engañarlos para que se matasen entre ellos. Había evitado su mortal reflejo en las estancias de la diosa de los espejos y había hecho que ella misma quedase atrapada en él. El rey rata se había reído de él, le había llamado niño loco y le había echado de su corte de su corte de roedores. Solo la duquesa de las esferas había sabido indicarle un camino.

Rara vez le habían tenido que indicar el camino a Iván, pues sus ojos eran envidiables. Por eso el abad le había enseñado a leer, le había hecho estudiar y le había encomendado la misión de recuperar aquello que ningún otro ser humano podía; la misión de encontrar el Castillo del Saber, tan viejo que se había perdido de la memoria de los hombres, tan grande que no podían verlo.

En sus pasillos laberínticos había buscado al idiota, porque el idiota lo sabía todo. El beso que la duquesa había dejado en su frente lo guiaba con susurros y visiones fantasmagóricas. Por supuesto no las temía, pero sí temía los siseos que a veces escuchaba a sus espaldas, los pasos apresurados, el sonido de cascabeles... Hacía tiempo que el bibliotecario del castillo había perdido la cordura en los salones pútridos del rey rata. Lo habían convertido en un bufón que solo sabía dar cabriolas, hasta que vio a Iván y recordó su razón de ser.

El idiota solo le permitió hacer una pregunta y su respuesta fue tan desalentadora como incoherente. El viejo loco, recostado en sus cojines e inhalando los vapores que jamás cesaban de salir de los quemadores de la habitación le dijo que el diamante era el corazón del corazón del corazón del castillo. Durante tres días Iván tuvo que reflexionar sobre ella hasta dar con la solución, hasta saber que ya estaba en el corazón del castillo, que el idiota estaba en el corazón y por tanto era el corazón del corazón y por tanto el diamante estaba en el corazón del corazón del corazón.

Iván, con los dedos llenos de sangre, guardó el diamante en su bolsa y se dispuso a salir del castillo. Tras él seguía oyendo los incesantes cascabeles que no dejaban de observarlo.

28/8/12

Las luces

 
Los pocos humanos que aún habitaban ese páramo helado que había sido la civilización habían aprendido hace mucho a evitar los lugares iluminados por la luz del pasado, donde ellos se reunían. Solo el hambre y la necesidad de herramientas podía llevarlos a acercarse.

Hace años Nikola Tesla perfeccionó su rayo de la muerte hasta extremos insospechados. La posibilidad de tener un ejército armado con fusiles electromagnéticos aflojó rápidamente el bolsillo del gobierno de los Estados Unidos y, a cambio de una generosa remuneración por la patente, se convirtió en la fuerza más temible del planeta.

La Primera Guerra Mundial terminó en 1916 y Tesla empezó a aplicar su ingente fortuna a llevar a cabo sus proyectos más ambiciosos como perfeccionar la tecnología necesaria para trasladar grandes cantidades de energía sin cables incluso a través del Atlántico. Todo esto a expensas de los magnates del cobre que de otra forma solo hubieran puesto trabas. Pero su labor más descabellada fue iluminar todo el Sáhara para que los probables viajeros extraterrestres se percataran de que la tierra estaba habitada por vida inteligente.

El mundo se escandalizó, pues la idea parecía una auténtica locura. Desde luego lo era y no dio ningún fruto esperado. Sin embargo tuvo un horrible efecto secundario: para llevar a cabo sus ideas, Tesla tuvo que recurrir a la ectofísica, un nuevo y traicionero campo experimental ocupado de los fenómenos que trascendían la física común. Un terrible fallo en cadena produjo una distorsión en la realidad que creció alimentándose del subconsciente colectivo y adoptó la forma de un icono extendido por la mayor parte del mundo: Papá Noel (es el precio de mentir a los niños). Entonces, armado con la tecnología que le había dado vida, los pueblos de la Tierra no fueron rivales para él. Pronto nadie pudo evitar que modificara el eje de rotación planetario creando un clima siempre helado donde sus servidores se conservasen adecuadamente.

Los dominios de Papá Noel son un espectáculo dantesco. Luces multicolor iluminan el lugar desde el techo a las paredes y sobre todo la gargantuesca cónica parodia de árbol que ocupa los lugares preeminentes. Los zombis se tambalean bajo ellas, portando paquetes decorados y recibiendo periódicas descargas del alegre decorado. A través de estas descargas los cadáveres reciben energía y órdenes. A menudo esta orden es tan simple como cargar con objetos inútiles envueltos con cuidado hasta encontrarse con otro de los suyos para intercambiar los paquetes y volver a empezar. Pero a veces desde el Polo Norte llegaban mensajes más ominosos que solo sus electrocerebros podían descodificar, unas odiosas máquinas de contar ceros y unos.

Cuando capturan un ser humano lo envuelven pulcramente con su papel de regalo y sus cintas para que no pueda escapar. Los llevan al lugar más profundo de las zonas iluminadas, a los talleres, donde les sacan el cerebro matándolos en el proceso y reemplazándoselo por una maldita calculadora eléctrica. Y ya no podrá hacer nada que no sea lo que ordenan las luces...

23/8/12

De lo que hablaron un rey y su caballero un día como cualquier otro

—Oh, buen rey, adivinad lo que traigo hoy.
—No me lo digáis, valiente caballero, ¿es por un casual una bolsa llena de oro?
—No.
—¿Oh?
—Se acabaron las bolsas. Es una cabeza de gigante llena de oro.
—Cielos benditos.
—¿Ocurre algo?
—Escuchad, mi buen caballero, ¿por qué no descansáis un poco de tanto matar dragones y gigantes y traer su oro?
—Pero no puedo, soy un poderoso guerrero, eso es lo que hago.
—Más bien parecéis un gato trayendo bichos muertos a su amo.
—¿Os ocurre algo, milord?
—¿Que si me ocurre algo? ¿Que si me ocurre algo? ¿Sabéis las consecuencias que están trayendo las enormes cantidades de moneda que introducís día tras día en el reino?
—Pues... sí...
—A ver, decidme.
—Todo el mundo es feliz y se regocija, supongo. Es lo que se supone que pasa.
—Pues mucho me temo que lo que estáis consiguiendo es una inflación de narices. Nuestra moneda ya no vale una mierda pinchada en un palo. ¿Sabéis cómo se ríen los reyes extranjeros de mí?
—No, señor...
—Me llaman cabezón. ¡Cabezón!
—Pero señor, creo que eso tiene poco que ver con mis actividades giganticidas y monetíferas.
—¡¿Cómo?!
—Más bien puede ser debido a la protuberante forma de vuestro cráneo, si me permitís la osadía.
—Gñrfs. En fin, puede ser. De cualquier forma, como vuestro rey, os pido amablemente que os tomes unas vacaciones.
—¡Pero no puedo dejar a esas bestias con tanto oro entre sus manos!
—¿Por qué? ¿Lo usan para el mal?
—Creo que no.
—¿Lo usan para ALGO?
—Lo dudo mucho.
—Es más, ¿habían hecho algo malo antes de que fueseis y los mataseis?
—En realidad no... ¡Pero fue algo preventivo!
—¿Es que planeaban algo?
—¡Por supuesto!
—¿El qué?
—¡Seguir siendo monstruos horribles! ¡Eso planeaban! ¡Tuve que evitarlo!
—¿Queréis decir que matáis a ciudadanos de mi reino que pagaban religiosamente sus impuestos solo por ser diferentes?
—Dicho de esa forma suena un poco racista, majestad. Pensadlo de esta forma: ahora hay más sitio para los humanos; como cuando echamos a los irlandeses.
—¿Pretendéis que mi pueblo viva en cavernas oscuras e insalubres? Porque tengo entendido que eran las viviendas habituales de vuestras pobres víctimas.
—Con un par de visillos quedan bien.
—Cielos benditos...
—Yo por ejemplo vivo ahora mismo bajo un puente, y decorado con las calaveras de la familia de trols que antes lo habitaba queda bastante "cuco".
—Temo preguntar, ¿pero qué fue de los cuerpos?
—No pretenderéis que dejase que una buena carne de trol se echase a perder...
—¡Por Dios santo, sois un monstruo!
—Gracias, si gustáis luego os daré la receta.
—No lo decía en ese sentido, enorme trozo de metal sin cerebro. En este momento os destierro de mis dominios y como me entere de que volvéis a las andadas os juro que...
—Vale, vale, no hay que ponerse así, ya me voy. (Maldito facha).

11/8/12

Tynok el Bárbaro - 3


Tynok y Vilenius ya llevaban un tiempo a bordo del Atra Nox, una nave pirata. Ganaban algún dinero trabajando como parte de la tripulación y viajaban por las costas de la  isla de Sandosa, esperando encontrar alguna pista que los condujese al esquivo hechicero. Bueno, que condujese a Tynok, pues Vilenius no sabía nada de esto debido a que aún no se lo había contado. El bromano seguía a bárbaro porque siempre es seguro y lucrativo estar al lado de un tipo enorme que va por ahí de aventuras.

La vida a bordo del Atra Nox era más tranquila de lo que cabría esperar de un barco pirata. En Sandosa la piratería era la principal ocupación de su población por lo que pronto se había regulado y estabilizado. Los comerciantes que pasaban cerca del lugar eran amablemente abordados y entregaban parte de su carga como quien paga peaje, tras lo cual el capitán pirata de turno le sellaba un documento que justificaba que había sido convenientemente abordado y le eximía de ataques piratas futuros mientras permaneciera en aguas sandosíes. Aunque a menudo los piratas se aventuraban lejos de la isla y atacaban a los barcos del cercano reino de Nalpisi, en el continente, cosa que no gustaba nada a su rey. En el momento en que arranca esta historia, el Atra  Nox ha entrado en liza con el Cane di Mare, un barco dirigido por un capitán mercenario al servicio del rey Paroldo IV de Nalpisi, contratado para hundir piratas sandosíes.

Los vigías de ambas naves se avistaron al mediodía y pronto los respectivos timoneles pusieron rumbo la una contra la otra mientras los marineros (entre los que se cuentan nuestros protagonistas) preparaban el zafarrancho de combate. Cuando las naves estuvieron lo bastante cerca empezaron a acercarse progresivamente en círculos, intercambiando salvas de balistas y catapultas; no obstante ninguno de los proyectiles lanzados hizo blanco y se hundieron en el mar con la vergüenza de haber fallado la única oportunidad que les había dado la vida. Finalmente los dos barcos tuvieron sus respectivas cubiertas lo bastante cerca para permitir el abordaje y los intrépidos marineros del Cane di Mare saltaron, espada en boca, a la cubierta de la terrible embarcación pirata, donde los esperaban igualmente pertrechados de sables y ballestas.

Tynok se colocó en el borde de la cubierta y al primer mercenario que intentó poner un pie en ella le arreó una patada que lo hubiera devuelto a su barco si entre los dos no hubiese habido un poco más mar de la cuenta; pero tranquilos, sabía nadar. Pero este heroico esfuerzo no evitó que otros dos llegaran hasta el Atra Nox en sus cercanías, por lo que pronto se encaró a ellos, hacha en mano. Uno de ellos llevaba un sable y el otro una daga que lanzó contra el imponente bárbaro. Tynok la esquivó fácilmente mientras se giraba para detener una estocada del sable del otro. Mas, distraído en esto, no pudo evitar que el primero, ahora inerme, se colocase a su espalda e intentase estrangularlo rodeándole el cuello con el brazo, cosa que tenía un poco complicada ya que sus pies ahora estaban veinte o treinta centímetros por encima del suelo. Tynok no se dejó amedrentar y decidió terminar cuanto antes con la más acuciante amenaza del espadachín con un hachazo tan potente que casi atravesó la cubierta y que su objetivo casi no pudo esquivar. En ese momento tiró la espada y alzó las manos intentando calmar a Tynok mientras el que tenía encaramado le hablaba al oído.:

—Calma, amico, es solo un juego.

Tynok, no muy seguro, miró a su alrededor. Vio cómo los marineros se enfrentaban haciendo maniobras floridas con las espadas y fintas exageradas más para lucirse que otra cosa, cómo los dardos de las ballestas no daban en el blanco ni con el tiro más fácil, cómo los dos capitanes intercambiaban abrazos y risas en el fragor de la "batalla". Por fin se volvió hacia Vilenius el Traidor y lo vio apoyado en un mástil cercano, fumando tranquilamente uno de sus cigarrillos caseros mientras preparaba el siguiente entre sus dedos largos y hábiles. Él se percató de la confusión de su compañero.

—Tranquilo, su barbaridad —le dijo—. Solo fingen que luchan.

—¿Pero por qué? —preguntó Tynok intrigado.

—Por si algún nalpisitano está mirando —explicó el mercenario, que ya se había bajado de su cuello—. Si ven que dejamos ir un barco pirata sin más podrían ir con el cuento al rey y nos quedamos sin empleo.

—¿Fingís que lucháis con los piratas? Creía que vuestro empleo era combatirlos de verdad.

—Eso es lo que hacemos creer al buen rey, amico. Pero si acabamos con todos los piratas, ¿de qué entonces? Tenemos un acuerdo: ellos mantienen sus actividades en límites razonables y nosotros los dejamos ir tranquilamente. Aunque de vez en cuando hacemos esto para divertirnos más que para otra cosa. Es un buen negocio, a veces incluso nos aliamos contra piratas que van por libre. ¿No te lo habían dicho?

—No está mal tal como lo cuentas, nalpisitano.

—¡Ja! Podríais ofenderme si no supiese ya de vuestra ignorancia. No soy nalpisitano, como no lo es ninguno de nuestros compañeros, sino que también somos sandosíes. Yo tengo un hermano navegando en este barco y otros dos en otro barco pirata.

—Oh.

Más tarde celebraron toda una fiesta a bordo del Cane di Mare a la que asistieron nuestros héroes. El vino corría en todas direcciones, se bailaba al ritmo de viejas tonadas marineras y los miembros más jóvenes de ambas tripulaciones intentaban impresionar a los demás con sus recién adquiridas cicatrices, tatuajes y sobre todo miembros mecánicos que se habían implantado para reemplazar alguno perdido en un accidente, ya que pocas posibilidades había de que ocurriese realmente en la batalla.

—Mirad mi garfio multifunción. Hace ochenta cosas distintas y ninguna de ellas es ayudarme a agarrar o manipular cosas.

—Eso no es nada, mi pata-de-palo-ballesta puede disparar DOS dardos antes de tener que recargar.

—¡Dioses!

—Maravillas de la técnica.

De vez en cuando estas conversaciones llegaban a oídos de marineros más veteranos que no podían resistir la tentación de meter baza.

—¡Malditos críos! Cuando yo tenía vuestra edad intentaron ahorcarme por piratería. En el último momento aproveché la fricción de la cuerda para cortar mi propia cabeza y me las ingenié para tallarme este cuerpo de palo con mis propios dientes.

Al oírlo todos se rieron y lo cogieron en volandas. Poco podía hacer el viejo lobo de mar para defenderse ya que su cuerpo de palo carecía de miembros, solo era un complicado mecanismo hidráulico que mantenía con vida su cabeza, fabricado a partir de madera a la deriva, piedras y algas. Pero lo que sí hacía era flotar, cosa que el viejo podría haber agradecido cuando lo arrojaron por la borda de broma si no hubiese estado demasiado ocupado gritando maldiciones tan terribles que no las reproduciré aquí.

Entre tanto Tynok estaba sentado cerca de los capitanes de ambos navíos y sus segundos de a bordo, charlando con ellos.

—Así que no sabías nada denuestro chanchullo. ¡Jajajaja! —rio de buen humor Verdunio Perro Rabioso, capitán del Cane di Mare.

—Aldesandro y yo somos viejos amigos, Tynok. Y pronto consuegros. ¡Jajajaja! —añadió Dientenegro, capitán del Atra Nox.

Ambos eran hombres bastante grandes y fornidos, incluso comparados con Tynok. Prácticamente la única forma de distinguirlos era porque Dientenegro tenía la barba morena y Perro Rabioso la tenía castaña, aparte de que Perro rabioso llevaba un uniforme del ejército nalpisitano.

—En la tierra de la que vengo no dedicamos tanto tiempo a pensar en cómo sacar beneficios —explicó Tynok, alegre—. Preferimos resolver las cosas cuanto antes y normalmente con una buena pelea.

—Las cosas también solían ser así antes por aquí —señaló Aldessandro di Pontalta, el segundo del Perro Rabioso—. Pero pronto conseguimos que todos entrasen en razón.

Por lo que Tynok sabía ese hombre sonriente y elegante, de rasgos felinos, era un noble de Nalpisi que debía mantener atados en corto a los mercenarios. Por supuesto él no solo estaba hasta el cuello en el ajo sino que había ayudado a pelarlo y picarlo con sus propias manos. Le corría mucha cuenta en que no se descubriesen los engaños de los marineros.

—¿Qué sería de nosotros sin tí, Aldessandro? ¡Jajaja! —rio de nuevo Dientenegro.

—¡A su salud! —brindó Verdunio—. Por que nunca acabe en la horca porque nosotros puede que hagamos cola tras él. ¡Jajajaja!

Todos brindaron, incluso Fiero, el segundo de a bordo del Atra Nox. Era un hombre nervudo y callado, solo hablaba cuando era necesario, normalmente para dar órdenes. Le faltaba el ojo izquierdo y lo había sustituido por uno mecánico con una lente roja y cuya función telescópica no dejaba de emitir zumbidos. A Tynok le producía una sensación extraña ese aparato, como si lo hubiese visto en un sueño o lo recordase de algo que no ha ocurrido aún.

Las celebraciones se alargaron hasta que ya empezaba a anochecer. Cada marinero volvió a su buque, los capitanes intercambiaron algunos regalos y las naves zarparon hacia sus respectivos puertos para hacer noche. Pero entonces, cuando ya estaban alejados, pero aun a distancia de tiro, ambas embarcaciones fueron golpeadas por bolas de catapulta al mismo tiempo. No había ningún otro barco a la vista y la trayectoria parecía proceder de la dirección del otro navío, de forma que ambos capitanes intentaron esclarecer los hechos de una forma civilizada.

—Eh, tú, rata de mar, ¿qué has hecho? —gritó uno de los dos, bastante enfadado, desde su cubierta. Cuál de ellos fue nos da un poco igual.

—Pedazo de centollo borracho, eres tú el que nos ha disparado.

—Especie de barracuda cegata, tus catapultas dispararon primero.

—Ni hablar, cachalote de tierra, empezaste tú. ¿Por qué nos has disparado?

—¿Por qué nos has disparado tú... idiota?

—¿Ya no te sabes más insultos marineros?

—Me temo que no.

—Entonces solo podemos zanjarlo con un combate naval.

—Bien.

—Bien, pero mañana, que ya es tarde y mi señora espera en el puerto.

—La mía también. Aquí a medio día zanjaremos esto entonces.

—Bien.

—Bien, no se te ocurra echarte atrás, cobarde.

—Da gracias de que te dejo hasta mañana para dejar tus asuntos en regla, procura no venir borracho.

Y ambos se separaron con la firme promesa de echarse a pique mutuamente. Las alianzas entre piratas suelen tener este fin.

Pero mientras el Atra Nox navegaba hacia el atardecer rumbo a alguna cala segura de las que abundan en la costa de Sandosa, Tynok vio por un momento con sus finos ojos de bárbaro, entrenados en las tierras boscosas del norte, lo que parecía ser un barco. Un navío de velas negra a poca distancia del lugar del incidente, que se introducía entre los acantilados...

9/8/12

666

Esta historia tiene lugar un día corriente en una residencia de universitarios corriente.

Adrián practica como todos los días con su guitarra eléctrica. No lo hace demasiado bien, pero él no se da cuenta. Prefiere pensar que sus vecinos le agradecen que ponga los amplificadores a máxima potencia y abra las ventanas para que así puedan gozar ellos también de su arte.

Daniel se estáderritiendo en un día de junio. Se tomaría algo fresco su si nevera no fuese un charco burbujeante a estas alturas. Si quiere concentrarse para estudiar tendrá que conseguir aire acondicionado de alguna manera.

Victor está lidiando ahora mismo, espada en mano, con alguna atrocidad tentacular que algún desaprensivo ha invocado. Por supuesto está tan ocupado que no nota que alguien está robando el aire acondicionado de su apartamento.

Isabel, sin comerlo ni beberlo, está haciendo tratos con un señor trajeado con cuernos y la piel roja. Dice que puede conseguirle un novio y lo único que pide a cambio es su alma inmortal. La verdad es que es tentador.

Marina está ayudando a su novio a cargar con un aparato de aire acondicionado que han ufanado subrepticiamente, cuando un repentino acorde de guitarra la asusta y hace que suelte el aparato, que va a caer al pie de su chico.

Mónica, cansada del atentado contra la música y sus oídos que representa su vecino, decide usar sus poderes góticos para traer algo de otra dimensión que lo haga parar. La cosa se le ha ido de las manos.

Adrián, que oye un fuerte grito cerca de su apartamento, infiere que ha sido uno de sus fans y templa la voz para comenzar un concierto improvisado. Cuántos sacrificios son necesarios por el arte...

Daniel, aún con el pie bajo el cacharro, se pregunta qué demonios será esa nube negra y zumbante que crece en el cielo y parece acercársele...

Victor, cubierto de sangre de demonio, persigue con su espada al tipo peludo de la guitarra intentando hacerle callar mientras una chica asustada contempla la escena.

Isabel se arrepiente de haber aceptado el trato con el demonio, pero tenía tanta labia y solo le hablaba de las ventajas que... Se sienta tras un aparato de aire acondicionado que parece un buen escondite y llora sangre mientras mueve su cola sin control.

Marina, viendo que un enjambre de insectos que no parecen de este mundo va hacia donde está ella, decide dejar ahí a su novio herido y encerrarse en el apartamento más cercano.

Mónica, entre tanto, intenta arreglar el desaguisado jugándose su alma al streep ajedrez con Satanás. Mientras entrega todas sus pulseras se arrepiente de no haber abierto con el caballo.

Adrián cree que esto del concierto se le está yendo de las manos. Primero entra una grupi y ahora un tipo con un cuchillo jamonero que balbucea cosas de demonios, ruido y aire acondicionado. ¿Y de ese fluido extraño de su piel están saliendo tentáculos?

Daniel, atrapado aún y ahora lleno de picaduras de los insectos que se fueron zumbando hace un rato, escucha sollozos al otro lado del voluminoso aparato y pregunta quién está ahí.

Victor, cuyos ojos acaban de convertirse en fuego, quizá por le calor que hace o por su proceso de demonificación, recuerda que le han robado su aire acondicionado y decide que recuperarlo acucia más que matar a este guitarrista aleatorio.

Isabel ve cómo un ser tentacular sale de un apartamento cercano. Va tan enfadado que no repara ni en ella ni en el aire acondicionado. Llora por sentirse ignorada, igual que por los insectos quese fueron. Entonces oye una voz.

Marina, asustada por la rápida transformación que sufre el colérico espadachín, se oculta pobremente bajo una mesa. Allí descubre que un pequeño demonio también ha escogido ese escondite. Ella grita. Él grita. Ambos gritan.

Mónica huye de la partida, es difícil si ambos jugadores usan piezas negras. Aunque está en top less hace un calor infernal, ojalá tuviese aire acondicionado. Decide matar ella misma al músico para que se cumpla el propósito de los demonios y así vuelvan a su mundo.

Adrián comprende que Satán intenta atentar contra su vida para evitar que se convierta en el mejor músico de todos los tiempos. Pero él errotará a todos sus siervos, incluida esa chica pálida de las brevas al aire y el cuchillo ondulado que acaba de entrar.

Daniel está componiendo su propia música profana sobre el aire acondicionado. La diablesa que lo ha rescatado tiene algo que la hace irresistible y además parece maja. Tiene la esperanza de que no pueda quedarse embarazada de él.

Victor estrangula con sus tentáculos a varias personas que estaban por casualidad en la cafetería de la residencia mientras piensa cuál puede ser su siguiente movimiento. Cada vez le interesa menos su aire acondicionado y más satisfacer su ansia de sangre.

Isabel se muere de vergüenza mientras el chico al que ha ayudado la mira. Cuando entregó su alma su piel se volvió roja y le salieron cuernos y rabo, pero es cierto que sus facciones se hicieron más atractivas, le crecieron los pechos, se le estrechó la cintura... Se había convertido en un hermoso súcubo.

Marina intenta calmar al asustado diablillo que llora en su regazo; nunca había visto un humano tan de cerca. Fuera de la mesa solo hay más peleas y eso lo asusta aun más. Ella se siente incómoda y le gustaría estar en otro sitio, pero el diablillo parece necesitarla.

Mónica lucha a muerte contra el dichoso músico, que se defiende con su guitarra como si fuera un hacha. La verdad es que no pelea mal y sus insultos son tan afilados como los de ella. Es reconfortante encontrar un rival a su altura.

Adrián es finalmente derrotado. La chica exhibicionista lo arroja a través de la ventana y choca contra una especie de aparato de aire acondicionado. Ella se acerca para rematarlo, pero su sorpresa es mayúscula cuando se agacha lo besa.

Daniel, que sigue con su labor encima del aire acondicionado, recuerda repentinamente algo importante y le pregunta a su acompañante cómo se llama. Antes de que ella pueda responder algo golpea su tálamo improvisado. Se asoman.

Victor se encuentra con Satán en persona, que había ido a la cafetería a tomarse un solo y se pone a su servicio. Él quiere cualquier cosa a la que poder destrozar y Satán tiene el objetivo perfecto...

Isabel nunca había pensado que podría hacer las cosas a las que su instinto demoníaco ahora la obligaba, el aire acondicionado empieza a derretirse por el calor de la pareja. Ella le pregunta si quiere ser su novio. Él asiente y a cambio le pide su nombre.

Marina sale de debajo de la mesa con el diablillo en brazos, todo parece en calma. Se asoma por la ventana y ve a dos parejitas dándose el lote. Cuando ve que en una de ellas está su novio, se enfada , pero el diablillo intenta calmarla. Por cierto, ¿por qué brilla?

Mónica no había podido evitar enamorarse de aquel tipo en la fiera lucha. Ahora que por fin lo conoce, su odio se había disipado. Pero mientras lo besaba unos tentáculos la rodearon y la separaron de él.

Adrián decide que todo esto se está yendo de madre. Vomita un poco de sangre, cierra los ojos y se desmaya tranquilo. Con eso da fin al que considera su primer y mejor concierto.

Daniel se encuentra con que se ha enamorado de una  súcubo que no está mal. El roce hace el cariño y cualquier cosa es mejor que la pesada de su ex... ¡¿Pero a dónde va?! La persigue.

Victor, mientras intenta estrangular a la chica en top less con sus tentáculos, cae en la cuenta de que está junto a su querido aire acondicionado y se calma. La suelta y ella tras recuperarse va a comprobar cómo está el otro chico. Él sigue teniendo algunas ansias asesinas, pero hay que arreglar otros asuntos más urgentes ahora que ha encontrado su aparato.

Isabel vuelve a casa corriendo desnuda y con un repentino ataque de vergüenza al ser la parte humana de su mente aún consciente de todo lo que ha hecho... Aunque tampoco ha estado tan mal, puede que llame a aquel chico tan agradable y así su deseo se cumpla.

Marina llora porque su diablillo ha desaparecido y se ha ido de vuelta a su mundo. Pero se recuperará pronto y ahora ayuda a un enorme demonio tentacular a recuperar su aire acondicionado. Puede que haya encontrado otra cosa a la que cuidar y mimar.

Mónica descubre que el hechizo se ha disipado por algo más fuerte que el derramamiento de sangre: el amor. Por primera vez es genuinamente feliz.

7/8/12

No se si os interesará, pero mi perro tiene Twitter

Creo que el título lo explica todo. Mi perro Arturo hace cosa de un mes que tiene cuenta de Twitter y yo le sigo. Si os gustan los chistes de perros y verme discutir con él, deberíais también. Aquí tenéis una selección de lo mejorcito:




Eso es todo por ahora. No dejen de vigilar los celos.

2/8/12

Para tú, Frikiman

Bueno, ya se dice que en esto de internet solo hay dos tipos de tipos: los rápidos y los muertos; y dado Frikiman demostró pertenecer a los primeros resolviendo los increíbles acertijos de esta entrada y dado que prometí un premio al que se alzase victorioso en tan áspera gesta, ahí va:

Regalo

Es un juego cutre que he hecho con Game Maker, más una prueba de cómo hacer ese tipo de jugabilidad que otra cosa. Pero, eh, algo es algo. Además, lo he personalizado para que al campeón se le haga más agradable.

¡No dejéis de vigilar los celos!