27/2/11

Piratas en los túneles

La llamaban Belly la Barrigona. A pesar de un nombre tan feo cualquiera se enamoraría de ella a primera vista. Sus curvas eran perfectas, su piel era lisa y mate, sus cabellos eran humo que dejaba atrás en su frenética carrera, pesaba veinticinco toneladas y el rugido de su caldera de vapor ahuyentaba a cualquier criatura pequeña que rontara por los túneles de raíles. Era el orgullo de la flota ferroviaria de Kassari y uno de los mayores logros de la ingeniería trasga.
Esta vez, por no variar su costumbre, transportaba un convoy de guerra. Vagones y vagones cargados de tropas, artillería y algo más. Era un arma en sí mismo, preparado para alcanzar zonas de guerra alejadas y apoyar a la infantería con toda la potencia de fuego que puede desplegar.
—¡Vamos, Hassik! ¡No vayas a caerte!
Nadie estaría tan loco como para…
—No seas idiota. Es pan comido, esto apenas se mueve…
Decía que nadie se atrevería jamás a…
—¡Ya! ¡Como la última vez!
En fin, ¿por qué decir que nadie estaría tan loco como para intentar asaltarlo cuando de hecho lo están intentando? Esos dos trasgos que se arrastran sobre los vagones son piratas ferroviarios, surgen como setas desde que se disparó el número de tramos de vía y conseguir una locomotora se hizo relativamente fácil.
El mayor, el de la espada al hombro, es Tammir. Tammir el Terrible, como le gusta que le conozcan. Es el capitán de los korredorez, una tripulación pirata que cualquier profano confundiría fácilmente con una panda de gamberros. Hassik, el pequeño —incluso para un trasgo— que lleva el mono de trabajo, es el nuevo mecánico de los korredorez y ahora mismo el único. Si no fuera por eso, de ninguna manera Tammir hubiera dejado a Hassik subirse encima de un tren dado que…
—¡Buf!
—¿Has vuelto a marearte?
—No, estoy bien… ¡B…!
—Ya vomitarás en casa, ¿quieres que nos maten? Traga. Vamos, traga y te soltaré la boca… Buen chico.
—¡Ah! ¡Casi me asfixias!
—Deja de hacer ruido.
Siguieron arrastrándose entre el humo de la locomotora y la oscuridad del túnel. Poco amparo les daría, pues un trasgo no necesita la luz sino para ver pequeños detalles. Cosa que, por otro lado, compensa que sus otros sentidos no sean tan afinados como los de un tuerfo o una rata.
—Ya estamos aquí —informó Tammir—. Vamos, baja, pero sin hacer ruido… Bien, yo me quedaré aquí vigilando, ¿recuerdas qué tienes que hacer?
—¡Claro! ¡¿Te crees que soy tan idiota como para no saber desanclar un vagón?!
—Empieza de una vez. En silencio.
Los ataques piratas no son poco comúnes en convoyes comerciales o de pasajeros, pero pocos se atreven con uno militar de las proporciones de Belly. No parece a la altura de los korredorez.
¡Clanc!
—Bien, justo a tiempo —corroboró Tammir—. ¡Jaja! Puede que no seas tan inútil después de todo.
—¿Qué me has llamado? ¡Baja aquí y repíte…! ¡Buf!
—Aguanta, tenemos compañía.
La locomotora de los korredorez apareció por un raíl secundario justo a tiempo de colocarse en el hueco que habían dejado los dos vagones al separarse, dejando que la parte suelta del convoy se le anclara. No era gran cosa, poco más que un esqueleto metálico con ruedas comparado con Belly. Pero esta no iba muy rápido y no eran demasiagos los vagones que arrastraba, por lo que podía seguirle el ritmo.
—Bien, cógeme la mano. Tenemos que soltar el otro lado antes de llegar al cambio de aguja.
—No se te ocurra soltarme.
—Y a ti no se te ocurra caerte, ahora que hemos llegado tan lejos… ¿Has oído algo?
—Serían mis tripas.
—Probablemente, vamos.
Volvieron a pasar por encima del vagón de carga dispuestos a desanclar el otro extremo. Hassik volvió a bajar y empezó a trabajar. Tammir de nuevo se colocó sobre el vagón, vigilante. No tardó en percibir que su única compañía no era la locomotora de los korredorez y el convoy.
Otras figuras se arrastraban hacia ellos por los vagones de atrás, otras, al otro lado, habían visto frustrados sus esfuerzos cuando el convoy se separó. Lo peor es que ellas también había visto a Tammir y se acercaban más deprisa con las armas desenvainadas. Tammir hizo lo propio con su espada.
—Date prisa, Hassik.
—Sí, lo sé, lo sé —le llegó una voz condescendiente, apagada por la distancia.
En su inconsciencia no se dio suficiente prisa. El enemigo más adelantado consiguió alcanzar el vagón. No obstante, cuando saltó hacia él, Tammir lo empujó y le hizo tropezar, con lo que cayó del convoy. A esa distancia lo supo: no llevaban uniformes militares, luego eran la competencia. Alguien más iba tras su botín.
Dos más cruzaron al vagón.
—¡Vamos, Hassik! —le instaba Tammir mientras se debatía espada en mano con uno de los asaltantes. Había logrado derribar al otro de un tajo certero cuando aterrizó.
—¡Mierda, mierda! ¡Buf! —recibió por única respuesta Tammir.
Afortunadamente, si se le puede llamar así, los demás asaltantes aún estaban a dos o tres vagones de distancia.
—¡Queda poco para el cambio de aguja! —le recordó a Hassik mientras desviaba un golpe.
—¡Ya!
¡Clanc! El vagón se desancló e hizo perder el equilibrio a los atacantes que iban a intentar saltar. También despistó al que quedaba sobre el vagón, de forma que Tammir pudo arrojarlo amablemente.
—¡Nos vemos, Vappen! —gritó Tammir mientras el vagón se alejaba.
Un trasgo alto y cubierto de tatuajes los observaba desde el borde del otro vagón mientras la locomotora de los korredorez se alejaba por una bifurcación.

15/2/11

El señor que comía jamón

Hoy una silva sobre cerditos.

Un hombre comía
minibocatas con minijamón
hechos con un lechón
de seis meses de edad.
Y mientras lo cataba,
sin mostrar compasión,
obligaba a su madre a mirar.
Y entre mordisco y bocado cantaba:
'sabe a miedo y dolor,
y a llanto lastimero.
Sabe a carcajadas de carnicero.
¡Sin duda es gran jamón!'.

PS: no soy vegetariano ni el poema tiene nada que ver. Simplemente me gustó imaginar la escena.

12/2/11

Lamento de Kaguya en Eientei

¿Todos esos años dónde han de ir
entonces de jugar y risas llenos
en el orbe de plata más excelso?
Mezclados se fueron con elixir.

¿Qué fue de aquel amable cortador?
¿Qué fue de aquellos cinco pretendientes?
¿Qué fue del poderoso emperador?
Todos atrás quedaron, yacentes.

¿Sigue acaso siendo tal el exilio
cuando puedes sufrirlo con amigos?
¿Aunque llegara una noche por suerte
entre aquellos heraldos de la muerte?

Así se lamentaba la princesa
allá en su morada eterna.

Un soneto a la inglesa basado en Kaguya Hourasian, personaje de Touhou Project.