28/10/12

Pack to the Future! - Archivo



¡Todos los capítulos de Pack to the future! en la misma página!

Cada capítulo lleva incluido una especie de thumbnail; una frase que no es un título per se sino que está pensada para ayudar a localizar capítulos a los que ya se han leído la serie. Si eres un recién llegado quizá quieras evitarlos e ir directamente al principio.

  1. Capítulo 001: Un paquete inesperado.
  2. Capítulo 002: «¡No nos llames alucinaciones!».
  3. Capítulo 003: Todo esto es ridículo.
  4. Capítulo 004: La visión.
  5. Capítulo 005: Caroceando con < @StarLover >.
  6. Capítulo 006: Caroceando con < GrimAequalitator >.
  7. Capítulo 007: Congelado en el tiempo.
  8. Capítulo 008: Llamando a atención al cliente.
  9. Capítulo 009: ¿Puede uno comerse a sí mismo?
  10. Capítulo 010: La chica que miraba estrellas de LED.
  11. Capítulo 011: Está usted en Praderas Pectorales.
  12. Capítulo 012: «Mierda, soy un clérigo».
  13. Capítulo 013: Introducing a new frond: TENAz.
  14. Capítulo 014: Prisas por llegar a ninguna parte.
  15. Capítulo 015: Humedad. Humedad por todas partes.
  16. Capítulo 016: Los Enemigos atacan (cosa que no debería sorprender a nadie).
  17. Capítulo 017: Cagada tras cagada.
  18. Capítulo 018: La triste, triste historia de Tenaz.
  19. Capítulo 019: «Has sido un capullo hasta ahora. Incluso ahora mismo».
  20. Capítulo 020: Jaime: do the shiny thing.
  21. Capítulo 021: Ninfa dorada.

27/10/12

Pack to the Future! - 21

—Sabía que llegarías a mi presencia, Clérigo. Soy Akeiomene, la criseide. Bienvenido a mi prisión —dijo la hermosa mujer desnuda sentada sobre el estrado escalonado. Sus ojos sin pupilas refulgían como dos esferas pulidas hasta la perfección.

—No se parece nada a la estatua de la entrada —susurró Sol al oído de Jaime, pero no lo bastante bajo para que la criseide no la oyera.

—Por favor, no os confundáis —rogó con voz calmada—. Sería desconsiderado por vuestra parte tomarme por la Destructura, la madre de monstruos, reina de todos los Enemigos. Su efigie adorna la entrada de este templo impío porque le pertenece y yo soy su prisionera.

Jaime se adelantó.

—Entonces, señora, ¿sois el crippler?

El rostro de Akeiomene permaneció impertérrito.

—No os llevéis a engaño, buen Clérigo. Debéis saber que el crippler era tan solo una herramienta de iniciación que ya ha perdido su importancia. Y sirvió como señuelo, para haceros entrar en este recorrido como un galgo persiguiendo una liebre. Supongo que adivináis quién fue el artífice del engaño. No sois el primero ni el último al que le ha ocurrido.

—Disculpadme entonces —siguió Jaime—, ¿pero qué debo hacer ahora?

—Está en vuestra mano contribuir a deshacer el Gran Entuerto, a remediar definitivamente la amenaza cósmica que suponen los Enemigos para todo aquello que Es.

—¿Pero cómo?

—Os he dicho que el crippler es una herramienta y de la misma forma lo soy yo, aunque para otro fin. Aun sin saberlo, yo he sido el objeto de vuestra búsqueda desde que comenzó. Vuestra misión no es resetear el crippler sino a mí, aunque ese no sea el término más adecuado.

—¿Eso salvará a mi hermano?

—Habéis avanzado mucho, pero parece que seguís siendo algo corto de miras. Como os he dicho, no solo la vida de vuestro hermano depende de la diligencia de vuestra mano. Pero sí, él se salvará.

—Entonces creo que no me queda más opción.

—No troquéis la reticencia por la temeridad. Sabed que el reseteo tiene un precio y no será barato. A fin de deshacer todo aquello que el crippler ha causado, es necesario que la realidad vuelva de forma brusca a un punto anterior.

—¿Realmente es eso posible?

—Indudablemente para aquel que conoce su verdadero funcionamiento.

—¿Entonces volvería al momento antes de que me tomara el crippler?

—No, no será así. Para evitar que la causalidad arrastre este nuevo intento de la realidad, produciendo un ciclo infinito del que no podría escapar, se cambiará un hecho axial: la persona a la que es enviada el crippler. Jaime medito un momento las palabras de Akeiomene.

—¿Eso significa que nunca recibiré el caramelo en esa realidad? ¿Que todo esto será como si nunca hubiera pasado?

—Os dije que no sería sencillo. Debéis decidir.

Akeiomene se rodeo el vientre con las manos, por el hueco que había entre ellas hueco podía verse que carecía de ombligo. Pero pronto empezó a abrirse un agujero perfectamente circular en el centro, que se abrió hasta tener unos pocos centímetros de diámetro. En su interior solo había negrura.

Jaime observó la sutil invitación de la criseide y después miró a su espalda. Sol y Luna compartían una expresión mezcla de incredulidad y ruego en sus caritas. Tenaz estaba serio, aunque turbado. Los hombres sapos permanecían inclinados ante él.

Pensó que no se estaba tan mal en el interior de su propio cuerpo. Podría quedarse para siempre con Tenaz y las chicas. Podría convertirse en rey de los hombres sapo. Qué demonios, podía revelarse como el verdadero dios de aquella tierra y vivir feliz para siempre.

Se giró y abrazó a sus tres compañeros.

—Siempre estaréis conmigo —les dijo mientras se separaba y todos supieron lo que significaba.

Luna y Sol se habían echado a llorar.

—¡Eso solo lo dices para que nos sintamos mejor, idiota!

Jaime se encogió de hombros con una sonrisa forzada.

—Soy un clérigo, es mi trabajo —Miró a Akeiomene—. Tenaz, ¿me dejas tu espada?

El espadachín desenvainó y se la tendió.

—Siempre ha estado a tu servicio.

—Gracias —dijo Jaime mientras se daba la vuelta.

—Adiós, Jaime —le dijo Luna.

Esta vez sonrió un poco más.

—Adiós, Luna. Adiós a todos.

Subió despacio hasta la cima del pequeño zigurat donde estaba Akeiomene y preparó el florete para el reseteo.

—¿Te dolerá? —preguntó a la ninfa dorada.

—No, cumplid vuestro deber.

Y así Jaime introdujo la espada de tenaz en el orificio de la criseide, reseteando la realidad misma.


En este momento Benjamin W. Strawford, el Perro, está enviando un paquete y en el destinatario pueden leerse las palabras «Stela Torres».

Finis

23/10/12

Pack to the Future! - 20

Ya estamos casi en le grand finale.

La guarida de los Enemigos se alzaba imponente en las profundidades del pantano. Nuestros héroes habían seguido la luz de la brújula a través de bosques enmarañados mientras el terreno descendía formando una depresión pronunciada hasta que los troncos oscuros y retorcidos cesó abruptamente en la orilla de un amplio lago. Este lago era poco profundo, en su centro había una isla rocosa, también de gran superficie, y sobre ella se encontraba la guarida.

Era una pirámide escalonada de tres niveles construida completamente con piedra de una negrura innatural. Tras salvar el lago por un vado que conducía desde la orilla a la parte frontal del monumento, los héroes ascendieron por las escaleras que conducían a la cima del primer nivel y allí hallaron unas grandes puertas de piedra en ángulos imposibles, cerradas con firmeza.

Sobre ellas contemplaron una estatua aterradora. En un trono retorcido se sentaba una mujer, mas solo podía saberse que era tal por la forma de su armadura, pues su cabeza era la del más horrible de los lobos. Una de sus manos se hallaba en uno de los brazos del asiento, pero la otra se alzaba violenta hacia adelante, sosteniendo un látigo enrollado. Luna tragó saliva.

—No puedo creer que los Enemigos levantaran esto —señaló Tenaz—. Resulta inaudito.

—¿Y ahora qué? —preguntó Sol—. ¿Llamamos a la puerta?

Jaime se llevó un dedo a los labios mirándola y después se acercó despacio a las puertas ciclópeas.

—¡No jodas que lo va a hacer de verdad! —exclamó Sol.

Luna soltó una risilla que intentó disimular con las manitas.

Pero lo que Jaime hizo con sus brillantes manos, al menos una de ellas, fue acercarla hasta las puertas grabadas con patrones incomprensibles.

—Siento algo —dijo—. Es como si las puertas contasen una historia.

Cerró los ojos y se concentró. No tardó mucho antes de volver a abrirlos de repente. Dio dos pasos atrás, alzó su mano y gritó hacia el interior:

—¡Vosotros que habitáis los Abdominios oscuros! ¡Os exijo que abráis estas puertas! ¡Dejad paso al heraldo de la luz!

Las chicas lo miraron sorprendidas. Tenaz asintió en aceptación, una media sonrisa se dibujaba en su rostro.

Un clamor llegó desde detrás de las puertas, un rozar de garras, un incesante gruñido que tomaba apenas la forma de lenguaje articulado para decir Nahar-Tal-Sshin!. Y al fin se abrieron y los Enemigos salieron en tromba por ellas, pero se detuvieron para observar a los intrusos.

Tenaz echó rápidamente mano de la empuñadura de su espada, pero Jaime lo detuvo con un gesto.

—No debemos hacerles daño.

El clérigo dio unos pasos hacia las repugnantes criaturas. No hizo ademán de apartarse cuando una de ellas se adelantó a su vez y clavó su garra en su vientre. Tenaz y las guías se alertaron, pero quedaron sorprendidos cuando vieron que Jaime no solo seguía en pie sino que sujetaba con fuerza la garra del ser sin dejarla escapar.

—Estos no son los Enemigos —dijo Jaime con un quejido—. Son sus víctimas, están enfermos.

El aura que rodeaba a nuestro héroe incrementó su brillo a medida que el mundo volvía a temblar. La ponzoña de aquel ser que sujetaba empezó a resbalar de su cuerpo desvelando una piel lisa y verdosa. Sus garras se convirtieron en inofensivas patas palmeadas y sus colmillos desaparecieron deshaciéndose junto con el veneno oscuro y el lodo. Pronto solo quedó un hombre rana de facciones afables, pero notablemente desorientado.

—Es hora de que los sane.

A estas alturas la herida de Jaime ya se había curado, pero no por ello cesó la luz que surgía de él. Alzó las manos como ya hiciera en las profundidades del pantano y se convirtió en un sol allí donde no lo había. De todo su ser emanó un poderoso resplandor que cegó a todos los presentes. Su luz sanadora se extendió por los Abdominios oscuros, purificando el agua, retornando el verde a los árboles y la alegría a las criaturas. Fue tan poderosa que se pudo ver desde la lejana Cerebria y dividió las nubes que cubrían los pantanos, dejando por fin pasar la luz del verdadero sol.

Cuando los presentes recuperaron la vista vieron a Jaime de pie donde antes levitaba, sonriendo. Vieron la transformación que había sufrido el pantano y sus habitantes, ahora los amables hombres anfibio que habían sido antes de que la maldición cayese sobre ellos y sobre Jaime

Gozosos escoltaron al clérigo a las profundidades del zigurat que antes había sido su hogar y ahora les repugnaba. Aun así querían conducir a su salvador a aquello que llevaba tanto buscando. Al final de pasillos decorados con cabezas de lobo en bajorrelieve había una gran sala circular. Esta tenía una puerta cerrada con cadenas que los hombres anfibio abrieron. Incluso antes de que lo hicieran una potente luz se filtraba entre las grietas de la puerta. En su interior, sentada en un trono que se levantaba sobre un zigurat en miniatura, estaba una figura desnuda sentada. Toda ella era dorada y emitía un potente fulgor.

—Sabía que llegarías a mi presencia, Clérigo. Soy Akeiomene, la criseide. Bienvenido a mi prisión.

21/10/12

Buscando petróleo

Kha: Bueno, pero dime qué has hecho hoy. Aunque sea normal algo interesante habrá. ¿Has escrito?
Patricia: Pues ordené el armario esta mañana, después de limpiar el cuarto.
Kha: ¿Y has escrito?
Patricia: Nop.
Kha: "No, no he escrito, deja de preguntar". "Pero estás escribiendo ahora". "Se acabó, vas a probar un bocata de puños". "D:".
Patricia: xDDD
Kha: Patri, eres mala.
Patricia: Jop, ¿Por qué?
Kha: Has dicho que me ibas a pegar. D: Cruel y mala.
Patricia: No he dicho eso. Solo me ha hecho gracia lo que has dicho. xD
Kha: ¿Y por eso me pegarás? D:
Patricia: No voy a pegarte. Soy pacifista. :P
Kha: Lo que eres es una cobardica, pégame o nunca serás un hombre.
Patricia: Me niego. ¬¬
Kha: Venga, Patri, échale agallas. ¿O tengo que pegarte yo a ti primero con esta pala?
Patricia: Nop.
Kha: Pues venga, pégame tú a mí.
Patricia: Nop.
Kha levanta la pala.
Patricia levanta la gramática.
Kha: Bájala o no vas a poder hacer la práctica.
Patricia: Baja tú la pala.
Kha: ¿Entonces cómo voy a cavar en el techo?
Patricia: ¬¬ Ya te las apañarás.
Kha: Jo, ¿tendré que hacerlo con un taladro como un animal?
Patricia: Bueno, quédate con la pala pero no me pegues con ella.
Kha: Te prometo intentarlo.
Patricia: Más te vale.
Kha sacuade la pala muy cerca de Patri sin llegar a darle.
Kha: Ups. Culpa tuya, ¿no has visto el cartel de prohibido el paso a gente ajena a la obra?
Patricia: ¿Por qué hay una obra en mi habitación?
Kha: Fuentes de fiar aseguran que hay reservas de petróleo en vuestro tejado.
Patricia: Pues vete a otro lado, no justo donde está el escritorio. :P
Kha: ¿Entonces en qué me subo? El techo está alto, ¿sabes? Vete tú de mi excavación, vas a estropearme los dinosaurios muertos líquidos.
Patricia: ¬¬ Súbete a la cama. Y salta.
Kha: Patri, eso es terriblemente ineficiente, peligroso y estúpido...
Patricia: No es peligroso, siempre y cuando saltes lejos del borde de la cama.
Kha: Ahora, divertido es un rato. ¡Wiii!
Patricia: xDDD
Kha: ¡Ah! ¡Mi columna!
Patricia: :O ¿Qué te ha pasado?
Kha: A ti en el Rincón de la Victoria te llaman la lince, ¿no?

20/10/12

Pack to the Future! - 19

—Nng... Sí... —afirmó Sol—. No estamos perdidos ni nada por el estilo. ¿Me tomáis por idiota?

—Como os digo paréceme que ya hemos estado aquí y juraría que no una sola vez —señaló Tenaz.

—¡Bobadas! —se quejó Sol.

—¿No será que te pasa lo mismo que a Luna? —preguntó Jaime.

—¡No digas estupideces! ¡Yo soy mejor guía que ella!

Jaime miró a Sol con suspicacia.

—¡Es este chisme el que funciona mal! ¡Apenas veo la mitad de lo que hay!

—Si yo fuese derrotado, no echaría la culpa a mi espada —apuntó Tenaz.

—Eso es verdad —concedió Jaime—. ¿No será que estamos haciendo algo mal?

—¡Yo no estoy haciendo nada mal, idiota!

—Pero algo tiene que ser... ¿Quizá la estás mirando al revés?

—¡Eso es lo más estúpido que he oído desde hace tiempo!

—Joder, yo qué sé. ¿Tú qué dices, Tenaz?

—Cuatro ojos ven más que dos —dijo Tenaz—. Podrían probar las dos juntas.

—Eh, eso es una buena idea —reconoció Jaime—. Luna, ¿qué opinas?

Luna no respondió, se limitó a mirar a Jaime con una expresión vacía.

—¡No! —se negó Sol—. ¡No necesito ayuda! ¡Idiota! ¡Puedo hacerlo sola!

—No es ayuda, es colaborar.

—¡Me da igual, he dicho que voy a hacerlo yo sola!

—Sol, no puedes ir así por la vida —le dijo Jaime—. A veces hay cosas que no podemos hacer solos y tenemos que saber reconocerlo. Deberías ser más considerada y pensar en los demás.

—Mira quién fue a hablar. Desde que todo esto empezó tú no has hecho otra cosa, Jaime —le dijo Sol y probablemente fue la primera vez que le llamaba por su nombre—. ¿Quién te crees que somos? Jaime quedó en silencio unos instantes, pensando en lo que le había dicho y qué responder. Parecía descolocado.

—Eso no es verdad.

—Si lo es. Incluso lo está haciendo ahora, señor —señaló también Luna, sorprendiéndolos un poco—. Solo quiere que lo hagamos para que pueda encontrar el crippler.

—Eso. ¿Ya no te acuerdas de lo que te dijo Papá Ben, estúpido? —añadió Sol—. Si quieres nuestra ayuda, vale, pero al menos no te creas el maldito culo del mundo.

Jaime guardó silencio y su rostro se fue nublando.

—Tenéis razón. He sido un capullo desde el principio y por eso puse a mi hermano en peligro... Bueno, en realidad os he puesto a todos en peligro. Menos a Tenaz, que viene porque quiere, pero el caso es que por mi culpa casi lo matan, así que cuenta igual. Debí haber hecho más caso a la lección que me dio aquel perro.

Tenaz arqueó una ceja.

—El caso es que sí, vale, quería que usaseis la brújula juntas para encontrar el crippler. Pero ahora me doy cuenta de que eso no es lo más importante. Sois hermanas, no podéis estar así. ¿Y si le pasa algo a la otra sin que hayáis hecho las paces? Yo solo espero que esto termine bien para poder pedirle disculpas a Dani. —Suspiró—. Ahora depende de vosotras, no os voy a obligar. Ah, y, Luna, siento mucho lo que te dije antes.

Las dos pequeñas guías se miraron como si nunca antes lo hubieran hecho. Dudaron un momento, pero al final Sol cogió a Luna por la mano y la trajo hacia sí.

—Ven aquí, no seas tonta.

Sujetaron la esfera con cuatro pequeñas manitas y esta empezó a brillar. Un potente rayo de luz surgió en horizontal señalando una dirección a través de la oscuridad del pantano.

Al mismo tiempo los soles de la coraza y el escudo de Jaime comenzaron a brillar con fuerza, el resto de su armadura y su maza se cubrieron de un tenue fulgor.

—Por fin has actuado como un auténtico clérigo —le dijo Sol.

—Estamos iguales —respondió Jaime—. Vosotras por fin os habéis puesto de acuerdo para guiarme.

Jaime y las hermanas y se rieron ante esto, pero el rostro de Tenaz estaba turbado, mirando en la dirección del rayo de luz.

—Esto no me gusta nada —dijo. Las risas cesaron—. Por ese camino solo se va a un lugar; allí donde los Enemigos se reúnen y son más poderosos. Nos evitan desde que sufrieron en sus carnes la luz de Javier, pero parece que ahora no tenemos más remedio que ir nosotros a su encuentro...

18/10/12

Vaginas del espacio exterior

Iba sobrio, como siempre suelo,
caminando por bosques tenebrosos
cuando noté que me elevaba del suelo.

Me encontré en un haz luminoso,
atrapado, oyendo ruido atronador,
subiendo a un lugar espantoso.

Vienen vaginas del espacio exterior.
Muy pronto llegarán en sus naves.
Nos matarán con sus rayos genitales.
¡Preparaos para la invasión!

Allí había metal por doquier
en aquel habitáculo tan extraño
en el que me hubieron de meter.

Lo reconozco que no me hicieron daño
y parecían llevarme con amor
a la séptima fase. Pero fue con engaño.

Vienen vaginas del espacio exterior.
Muy pronto llegarán en sus naves.
Nos matarán con sus rayos genitales.
¡Preparaos para la invasión!

Yo debía advertir a la humanidad
escapé de su nave en una compresa
por que tuviera alas, gracias dad.

Y ahora advertiros es mi empresa.
¡Prevenid! ¡Que luche el que tenga valor!
¡Llegó la hora de vender cara la Tierra!

Vienen vaginas del espacio exterior.
Muy pronto llegarán en sus naves.
Nos matarán con sus rayos genitales.
¡Preparaos para la invasión!

16/10/12

Pack to the Future! - 18

—Eh, Tenaz —llamó Jaime sin dejar de apartar ramas bajas de los árboles que les bloqueaban el camino.

—¿Sí?

—Me estaba preguntando, ¿qué te pasó cuando casi mueres? —inquirió Jaime, y rápidamente añadió—: Por curiosidad...

—Es una larga historia —respondió Tenaz.

—¿Por qué todo el mundo dice eso cuando no quieren contar una historia? Escupe ya.

—Bueno, si insistís...

»Como creo que ya os dije, yo vivía hace mucho tiempo en la más bella de las ciudades: Cerebria. Que sea la única ciudad del mundo no le quita mérito a ese hecho.

»En dicha ciudad siempre han existido dos castas enfrentadas: los nobles y hacendosos Racionales, y los viles y depravados Emocionales. Yo pertenecía a una de las más notables estirpes de los primeros y, aunque aún era joven, ya dirigía mis propios negocios.

»Conocí a otra chica Racional, la más bella que podáis imaginar. Su linaje y riqueza eran equiparables a los míos, así que le propuse matrimonio. Ella aceptó y nuestras familias estaban de acuerdo, de forma que todo se preparó para que contrajésemos matrimonio. Lo haríamos en cuanto yo volviese de un viaje de negocios en el sur, no muy lejos de Villacorazón.

—¿Y ya está? ¿Te casaste y por eso te volviste un loco fanático?

—Era solo una pausa dramática. Si mi historia fuese una obra de teatro ya habría terminado el primer acto.

—¿Entonces esto es un intermedio? 

—Eso parece. Si me lo permitís, continuaré.

Y mientras seguían caminando con el agua hasta el cuello, sujetando sus armas por encima de la cabeza para que no se mojasen y sin dejar de mirar por si avistaban sapos venenosos, Tenaz continuó contando su historia.

—Curiosa, mi prometida, tan solo había aceptado por agradar a su familia. Jamás podría haberles confesado que en realidad estaba enamorada de un Emocional, un pobre desgraciado llamado Dispuesto. Su amor, como os digo, era imposible.

»Pero no para la pobre Curiosa. Ella había confundido mi amor con sucio deseo y en su mente mi única meta era apartarla de su amado. Así urdió un plan para matarme y luego fugarse con él. No le costó envenenar el oído de Dispuesto para que fuese hacia el sur y él mismo me asesinase mientras yo aún estaba de viaje. El pobre, ciego de amor, no dudó en partir a mi encuentro.

»Una noche yo andaba solo por Villacorazón cuando oí una reyerta en una taberna. Tres duendes sanguíneos acorralaban a un cerebrita. Ante tal injusticia no dudé ni me hice preguntas, salté en ayuda de mi conciudadano y vencí a los duendes. Como supondréis ese cerebrita era Dispuesto, que había estado haciendo trampas a las barajas. Yo no lo conocía, ni él a mí tampoco, de modo que esa noche trabamos amistad.

»Pero, ah, el destino pronto se aseguró de que al día siguiente conociera mi identidad y muy a nuestro pesar hubimos de batirnos.

—Menuda zorra tu prometida —apuntó Jaime.

—Volviendo la vista atrás no me queda más remedio que daros la razón, buen Clérigo —respondió Tenaz un poco cabizbajo mientras saltaba a la siguiente piedra para pasar una parte especialmente profunda del pantano—. Pero os aseguro que yo no lo creía así por entonces.

»Dispuesto me llevó a efecto de batirnos al tejado de la posada donde nos alojábamos. Allí solo me dijo quién era y que ahora que sabía quién era yo, debía matarme.

»Intercambiamos estocadas un rato, mas su pobre esgrima poco podía hacer contra la rapidez de mi acero y pronto logré desarmarlo. Con mi espada en su cuello le exigí que me explicase por qué deseaba mi muerte.

»Me contó todo lo que yo os he contado.

»Yo no supe qué hacer y estuve un rato meditándolo tal como nos encontrábamos. Entonces envainé mi espada y le dije que era libre para irse y estar con Curiosa. Yo me volví y me lancé desde el tejado, pues era lo que ella había querido.

»Cuando pasé un mes inconsciente en Villacorazón recibí una visión de Nuestro Señor. Me mostró vuestro rostro, buen Clérigo, y me dijo que habría de acompañaros en vuestra búsqueda para desterrar a los enemigos para siempre de esta tierra. De modo que vestí hábitos y esperé hasta que llegasteis.

»Os llevó vuestro tiempo, todo sea dicho. Entre tanto tuve mucho tiempo para pensar en lo estúpido que había sido. Esa moza realmente no valía tanto la pena. ¿Sabéis que me llegaron rumores de que para cuando Dispuesto volvió a Cerebria ya se había fugado con un aerófago? Vivir para ver.

»Supongo que si algo me enseñó esta experiencia es que aunque te comportes como un capullo, lo importante es aprender de tus errores y no volver a cometerlos.

»Ese árbol me suena...

—Sí, a mí también. ¿No creerás que...? 

Tenaz se encogió de hombros, pero su rostro mostraba preocupación.

—Sol, ¿seguro que este es el camino correcto?

—Nng... Sí... —afirmó Sol—. No estamos perdidos ni nada por el estilo. ¿Me tomáis por idiota?

13/10/12

Pack to the Future! - 17

—Esto es una mierda —se dijo Jaime sentado en el agua del pantano y tapándose el rostro cubierto de sangre con las manos.

—Sí que lo es chico —dijo una voz no muy lejos—. Sí que lo es.

Jaime se giró rápidamente para ver a Tenaz, también sentado como podía en el agua, sujetándose el vientre sangrante.

—¿Qué tal si me hacéis esa cosa brillante en las tripas antes de que muera definitivamente?

Jaime se levantó y fue hacia él chapoteando lo más rápido que podía. Lo sujetó por los hombros con un brazo mientras ponía la otra mano sobre él y empezaba a curarlo.

—La he cagado —dijo el clérigo.

—No, habéis hecho lo que debíais, de no haber sido por vos el resultado hubiera sido fatal —le consoló Tenaz—. Pero la próxima vez hacedlo un poco antes, pardiez.

—Creo que esto ya está.

—Mercedes.

Jaime se puso la mano en su propia herida para curarse mientras miraba al vacío.

—Casi me cago encima. —Sorpréndeme que no lo hayáis hecho de veras. Tenaz le dio un puñetazo amistoso en el brazo. Dolió de todas formas.

—Aunque tal parece que habré de enseñaros a defenderos si es que queremos...

No alcanzó a terminar la frase pues un objeto blanco pasó como una centella ante sus ojos, sobresaltándolo.

Luna chocó contra el pecho de Jaime y lo miró a los ojos. Su carita estaba roja y cubierta de lágrimas.

—¡Se ha perdido! —alcanzó a balbucir la pequeña guía—. ¡Se ha perdido!

—Luna, ¿qué pasa? —preguntó Jaime.

—¡Se ha perdido! ¡Mi esfera! ¡Se me cayó! Yo... Yo...

No pudo terminar antes de volver a romper a llorar.

—¿Se te ha caído? ¿En este sitio? —se alarmó Jaime.

Tenaz se limitó a llevarse una mano enguantada al rostro.

—¡¿Cómo vamos a encontrarla aquí?! —gritó Jaime—. ¡Estamos perdidos!

Eso no hizo más que aumentar sus lloros. Continuó agitándose pegada a la coraza de Jaime hasta que algo la agarró por el hombro y la forzó a darse la vuelta. Vio la cara de Sol completamente empapada y llena de barro justo antes de sentir en la mejilla la bofetada que le propinó. —¡Idiota! —le gritó.

Luna estaba a punto de romper a llorar de nuevo cuando vio la esfera bajo el brazo de Sol. Soltó un par de hipidos más y entonces se calmó; volvió a su silencio habitual, pero su rostro permanecía nublado.

—¡Si no llego a estar yo ahí, ahora estaría perdida entre el lodo! ¡Casi me ahogo cogiéndola mientras se hundía!

Luna no dijo nada. Seguramente en ese momento deseaba ser más pequeña de lo que ya era.

—¡¿Ves por qué no se puede confiar en ti, estúpida?!

—¿Me la devuelves? —dijo luna en una voz tan baja y desganada que parecía que en realidad no quería decirlo.

La bofetada de su hermana no se hizo esperar al oírlo.

—Sol, ya vale —dijo Jaime.

Sol respiró hondo y pareció calmarse un poco.

—A partir de ahora yo llevaré la esfera —dijo—. Así no estará en malas manos.

—Tengo que llevarla yo —dijo Luna con el mismo tono, sin mirar a Sol a los ojos—. Es mi deber.

Sol volvió a estallar.

—¡Repite eso! —gritaba.

Jaime se vio obligado a cubrir a cubrir a Luna con una mano mientras separaba a Sol con la otra.

—¡He dicho que ya vale, maldita sea! —les gritó—. ¡Ay, quita! —exclamó cuando Sol le mordió la mano.

Sol se apartó, pero seguía mirando a Luna como un gato que ha visto un perro en su territorio.

—Vamos a zanjar esto —decidió Jaime—. Luna, lo siento, pero creo que lo mejor será que Sol lleve la esfera a partir de ahora. A lo mejor ella puede encontrar el crippler más fácilmente.

Luna lo miró con desesperación.

—Además tendrás que reconocer que no has hecho un buen trabajo llevándola.

Luna se apartó de Jaime y se hizo un ovillo.

—Lo siento —le dijo él, pero el daño ya estaba hecho y Luna no respondió.

—No lo sientas —corrigió Sol—. Es la primera cosa que haces a derechas desde que empezó todo esto... —Se lo pensó antes de añadir—: Idiota.

Cuando al fin se pusieron en marcha con Sol a la cabeza, Luna los seguía como un alma en pena, sin mirar nada que no fuesen sus pies y en un silencio tan profundo que incluso a ellos, que estaban acostumbrados a no oírla a menudo, les resultaba llamativo.

12/10/12

Tynok el Bárbaro - 7

Tynok despertó en un lecho de pieles. Podía sentir un fuego no muy lejos y abrió los ojos para mirarlo. En efecto estaba cerca y el humo que emanaba de las llamas flotaba lentamente hasta salir por una abertura del techo. Se fijó en el techo y vio que estaba inclinado y que parecía cuero. Estaba en una tienda. Miró bajo las pieles que le cubrían y vio que estaba desnudo y algunos vendajes le cubrían las manos. Fue entonces cuando también se percató de que no estaba solo.

—Tus cosas están a tu lado. No te preocupes, aquí estás seguro.

Aún adormecido buscó la procedencia de aquella voz femenina. Pronto se fijó en que al otro lado del fuego había una figura de pie. No podía verla con claridad por la luz y el humo, pero vestía lo que parecía una túnica de tela tan blanca como el pelo que le caía por la espalda, por lo que Tynok pensó que debía tratarse de una anciana. Removía un caldero al fuego.

—¿Dónde estoy?

La mujer tomó un cuenco y lo llenó con el contenido del caldero.

—Ya tendremos tiempo de hablar, tómate esto.

Al acercarse Tynok pudo ver que se había confundido. La mujer, a pesar de su cabello blanco, apenas llegaría a los treinta. Bien lo atestiguaba su cuerpo aún joven, como Tynok podía apreciar al no llevar ella más que la túnica blanca que se abría por delante y unos dibujos que le cubrían la piel, hechos con pigmento azu.

Le cogió la cabeza al bárbaro con decisión, pero sin brusquedad y le acercó el líquido caliente a los labios. Tynok dudó un momento, pero se dijo que si hubiera querido matarlo ya había tenido oportunidad. Mientras estaba a punto de beber se le pasó por la cabeza que fuera una bruja y estuviera a punto de hechizarlo, pero ya poco podía hacer, atrapado como estaba en manos de la mujer que era más fuerte de lo que parecía. Bebió, saboreó, terminó de beber rápidamente y gritó:

—¡Sabe a muerte!

—Pues es lo que te ha mantenido con vida. Si hubiésemos tardado un poco más en encontrarte no habrías podido saborearlo.

—¿Quiénes sois? ¿Dónde estoy?

—¿No puedes oírlo? Esto es un campamento, nosotros somos galos y esto es una expedición de guerra.

—¿Galos?

Tynok había oído hablar más de una vez de los galos, los salvajes desnudos de los bosques del norte. Aunque los hooglandos, como buenos vecinos, evitaban hablar en tales términos delante de ellos.

—¿Por qué me habéis salvado?

—¿Y por qué no? —preguntó la mujer volviendo a su caldero.

—No valgo nada como prisionero.

—Por eso no eres un prisionero.

—¿Entonces?

—Un huésped hasta que te recuperes. Casi pierdes un par de dedos. ¿Cómo te llamas?

Tynok se lo pensó.

—Tynok.

—Pues bienvenido al campamento de la tribu de los detuatucios, Tynok.

Los nombres de tribus galas solían ser así. Estaban los manubrios, los elusivos, los sovacos, los nervios, los seniles, los vagoncios, los ligones, grábalos... No es que Tynok lo supiera, claro, hasta hacía poco era un condenado perro. De cualquier forma sí recordaba algunas normas de cortesía.

—¿Y quién eres tú? —preguntó a la mujer.

—Me llamo Alda, soy la druidesa de la tribu.

—¿Quieres decir como un druida?

—Sí, pero sin el como.

—Pensaba que los druidas eran señores mayores con barba y túnica blanca que se pasaban el día revolviendo con sus calderos.

—Vaya, dos de cuatro, no está mal —rio Alda—. En fin, levántate, tengo que llevarte ante el rey.

Eso pilló por sorpresa a Tynok.

—¿Cómo?

—Sus órdenes fueron que quería verte en cuanto estuvieses en condiciones. No le hagamos esperar.

Tynok se limitó a asentir y cogió sus pantalones de cuero azul.

—Deja eso ahí —le señaló Alda, ya lista para marchar—. Presentarte vestido ante el rey sería una ofensa.

Tynok pensó para sí que estos galos estaban locos.

Finalmente dejó la prenda y siguió desnudo a Alda hacia el exterior de la tienda.

Allí había otras, también de cuero y decoradas con pinturas azules. Entre ellas iban y venían los detuatucios, completamente desnudos salvo por unas pinturas similares a las de Alda y algún que otro bracalete o casco. Ellos, sin embargo, no tenían el pelo blanco como la druidesa, sino rubio o pelirrojo por lo común. Lo llevaban corto, aunque a menudo acompañado de un importante bigote; tanto hombres como mujeres, aunque fueran pocas estas últimas. Preparaban sus armas y aperos de la batalla y el viaje o se calentaban junto a las hogueras, pues aún hacía frío aunque parecía que hacía tiempo que habían dejado atrás las partes más altas de las montañas.

La tienda de Alda era de buen tamaño, solo la del rey la superaba y no estaba muy lejos, por lo que Tynok tuvo claro a dónde se dirigían poco después de salir. A las puertas estaban apostados dos guardias desnudos, con lanzas.

—¿Quién va? —preguntó uno.

—Traigo al hooglando, Aravecix quiere verlo.

Los guardias se miraron entre ellos y entonces uno de ellos descorrió las pieles que cubrían la entrada.

—Pasad.

Y así lo hicieron. El interior no era muy distinto al de la tienda de Alda. En el centro, alrededor del fuego se sentaban tres hombres. El que estaba de cara a la puerta debía ser Aravecix, pues estaba sentado en una silla más alta de madera y cubierta de pieles que haría las veces de trono. Era un hombre mayor y su pelo ya era blanco, aunque era alto y aún se le notaba fuerte. Miraba a Tynok con un rostro pétreo, estudiándolo. A su derecha se sentaba un hombre más joven, de la altura y complexión de Tynok, con una larga melena roja como el fuego, que miraba al bárbaro entre intrigado y divertido. El último era un hombre gordo, o al menos gordo para lo que era común en un galo, y calvo. Se frotaba las manos con brazaletes de plata mientras miraba a Tynok aburrido. Los tres estaban igual de desnudos que todos los demás.

—Yo soy Aravecix, rey de los detuatucios —declaró en tono solemne y con voz profunda—. ¿Quién viene a mi presencia?

Alda le clavó el codo en las costillas a Tynok.

—Eso va por ti —susurró.

Tynok no dudó mucho.

—Soy Tynok, de Hooglandia.

—Mis hombres te salvaron de la muerte en las montañas. ¿Estás agradecido?

—Así es, majestad.

—Y dime, ¿qué hacías en aquella caverna en un paso de tan pocos conocido, luchando contra un cadáver?

—Intentaba llegar al otro lado de las montañas.

El hombre fuerte de la derecha rio un poco.

—¿Con qué fin? —continuó interrogando Aravecix sin prestar atención.

—Busco a alguien.

—¿Podemos saber a quién?

Mientras lo preguntaba, Aravecix se echaba hacia adelante para ver mejor a Tynok y se frotaba los bigotes.

Tynok no se decidía en responder.

—El rey te ha hecho una pregunta —le dijo Alda para instarlo a hablar, pero sobre todo para romper el incómodo silencio.

—A alguien a quien tengo que matar —respondió al fin.

—¡Ja! —rio apenas Aravecix.

El joven de su derecha lo acompañó con más ganas.

—Parece que tiene coraje, padre —dijo.

—Silencio, Deuteronix —le ordenó Aravecix y se volvió hacia Tynok—. Lo que parece es un espía bromano.

—Eso no es cierto, majestad —se defendió Tynok.

—Tiene razón, buen rey —añadió Alda—. Los bromanos no sabían por dónde cruzaríamos las montañas.

—Razón de más para mandar espías.

—Pero este hombre casi encuentra la muerte en las montañas.

—Deberían mandar espías mejores.

El hombre gordo de su izquierda bostezó y comenzó a mordisquear un trozo de carne.

—Solo está perdido, Aravecix —sentenció Alda—. Y además nos está agradecido.

—Si es así seguro que no tiene inconveniente en devolvernos el favor.

—Como sea necesario, su majestad —respondió Tynok—. Pedidme lo que queráis.

Antes de que Aravecix llegase a hablar intervino Deuteronix.

—Padre, mañana entraremos en batalla. Que luche entre los nuestros, después de todo se nota que es fuerte. Si realmente no es leal, su brazo será bienvenido; si es un espía, probablemente intente alguna estratagema.

Aravecix lo meditó un momento, tirándose insistentemente de los bigotes.

—Nada honra más a un hombre que la valentía en combate —determinó—. Que luche y que los dioses decidan su destino en la batalla. Puedes irte, Tynok de Hooglandia, descansa esta noche, pues mañana estarás muerto.

—Como ordenéis, majestad.

—Majestad —se despidió Alda y ambos se dieron la vuelta para salir.

—Felicidades, Tynok —dijo a sus espaldas Deuteronix—, lucharás codo con codo con los mejores guerreros de Gala.

Mientras salían el hombre gordo empezó a hablar con Aravecix sobre el reparto del botín. El rey se llevó una mano a la calva y lo escuchó con paciencia, como si estuviese harto de tocar ese tema.

Mientras caminaban de vuelta a la tienda, Alda dijo esto a Tynok:

—El que ha hablado a tu favor era Deuteronix, príncipe y mejor guerrero de la tribu. No te dejes engañar por sus palabras amables.

—No lo hago —reconoció Tynok.

—El otro es Kurix el Rico, pero cuando no oye todos le llaman Kurix el Gordo. Aravecix lo necesita a él, a su dinero y a los hombres que le son leales. Ha tenido que hacer concesiones que hubieran avergonzado a su padre.

—Ya veo —confirmó Tynok, aunque realmente no terminaba de comprender a qué se refería la mujer.

Esa noche Tynok durmió en el mismo lecho de pieles donde había despertado por la mañana. Durante la noche, Alda no se apartó de su caldero.

9/10/12

Pack to the Future! - 16

Los tres Enemigos surgidos de las entrañas del pantano caminaban hacia nuestros héroes, allí donde los dejamos hace un segundo, aunque parezca que han pasado días.

No estaban en una posición demasiado ventajosa, forzados a combatir con los pies hasta el tobillo en el agua y el barro que sin embargo tanto convenía a las nauseabundas criaturas cuyos dominios invadían.

Tenaz desenvainó.

—Ten valor y cúbreme, chico. ¡Por Javier!

Y con gesto decidido se lanzó sobre dos de los enemigos que estaban más próximos. El tercero se hallaba algo más alejado.

Pero la reacción de Jaime no fue seguir las simples órdenes de Tenaz. Mientras el espadachín esquivaba las garras de las criaturas acuáticas e intentaba a su vez atravesarlas con su propia garra de acero, Jaime no pudo hacer más que quedarse en el sitio, estupefacto, sin poder reaccionar. Apenas alcanzó a blandir su maza y su escudo.

—¡Vamos, idiota, tienes que hacer algo! —le exigía Sol.

Y con razón.

Tenaz hacía honor a su nombre esquivando y atacando. Hostigaba sin cesar a los dos Enemigos, pero el tercero no lo había escogido a él como objetivo sino a Jaime. Cada vez estaba más cerca, ya se alcanzaba a oler el vaho pútrido que emanaba de sus mandíbulas. Esto no ayudaba en nada a que el chico se calmase.

—¡Señor! —gritó Luna tirándole de la camiseta.

Viendo que era todo inútil, Sol la cogió de la mano para llevarla con ella.

—¡Hay que distraer a esa cosa! —le explicó a las prisas—. ¡Vuela a su alrededor!

Tal hicieron y por el momento la treta funcionaba. La criatura, al ver a las dos pequeñas pseudohadas flotando a su alrededor, no tardó en extender sus garras para intentar atraparlas, a pesar de que siempre se le escapaban con celeridad.

Tenaz al fin encontró un hueco en las defensas de uno de los Enemigos y no perdió la ocasión. Su florete atravesó el corazón del ser y una sangre negra manó a borbotones de la herida, manchando el arma y la mano que la blandía. El espadachín recuperó rápidamente su acero, pero no lo suficiente como para evitar el ataque del adversario que aún quedaba. Este aprovechó la guardia baja de Tenaz para cruzarle el vientre con sus garras. El golpe y el dolor lo hicieron caer al agua enlodada.

Jaime, aunque bloqueado, estaba observando toda la escena desenvolverse a su alrededor. Las piernas le temblaban y estaba descubriendo que a veces «notar un sudor frío en la espalda» no era una forma de hablar. Pero lo que le había ocurrido a Tenaz en cierta forma le había enfadado. Quizá el chico estaba más enfadado consigo mismo cuando apretó con fuerza el puño alrededor de su maza y se lanzó contra aquel que había escogido como adversario, golpeándolo en su correosa espalda.

A Tenaz no le había faltado razón al dudar de las capacidades combativas de Jaime. Su golpe, el primero que asestaba, no fue gran cosa, y aquel de los Enemigos que había golpeado a Tenaz se giró más enfadado que aturdido. Intentó repetir en Jaime la maniobra que ya le había dado la victoria una vez, pero la coraza del clérigo paró sin inmutarse la oscura garra. Jaime retrocedió unos pasos y se preparó para asestar otro golpe.

Y con la mano alzada en gesto ofensivo dejamos a Jaime. No muy lejos las hermanas seguían con su arriesgada maniobra de distracción. Volaban junto a la cabeza del más rezagado de los Enemigos gritándole improperios —de acuerdo, esto solo lo hacía Sol—, alejándose cuando este se volvía para tomarse justa venganza contra lo que tenía por tan molestos insectos.

Quiso la mala fortuna que justo cuando se volvió para tratar de atrapar a Sol, que ya había desaparecido del lugar, pasase su hermana por ahí. La garra del repulsivo ser no llegó a dar a la pequeña guía, pero estuvo cerca. Luna se alejó velozmente, solo para darse cuenta en ese momento de que no llevaba su esfera consigo. Todo parecía apuntar a que la había dejado caer por el pánico repentino. Estaba a punto de caer aún más profundamente en dicho pánico cuando una fuerte luz la sorprendió.

Jaime por su parte no conseguía nada. Aunque su coraza lo protegía, los golpes de su maza difícilmente acertaban. Lo único que hacía era agitar esa cosa lo más rápido y fuerte que podía con la esperanza de que eso mantuviese a la criatura a raya. Por supuesto esto apenas funcionaba, como pronto descubrió cuando el ser extendió su garra y le hizo un corte en la mejilla. El dolor, aumentado por las sustancias ponzoñosas que cubrían a la oscura criatura, hizo que comenzase a gritar perdiendo el control de sí.

A medida que el dolor aumentaba notó cómo el mundo comenzaba a temblar y que su interior ardía. Alzó la mano del escudo instintivamente. Empezó como un pequeño brillo, pero de pronto del símbolo sagrado surgió una luz cegadora. Era tan brillante que los Enemigos, al verla, intentaron por todos sus medios cubrirse, pero pronto vieron la futilidad de esto y huyeron despavoridos, perdiéndose entre los árboles cercanos y desapareciendo en sus dominios.

La batalla había terminado.

Cuando la luz cesó al poco, Jaime dejó caer su maza y luego a sí mismo, quedándose sentado en el agua. Se quitó el casco, lo tiró y se llevó la mano a la mejilla herida, que sangraba profusamente. Agachó la cabeza y comenzó a sollozar.

—Esto es una mierda...

6/10/12

Pack to the Future! - 15

Los pantanos cubrían prácticamente todos los Abdominios oscuros, o al menos lo que los hombres que se decían a sí mismos civilizados conocían de los Abdominios oscuros. Nadie podía dar un paso en ellos sin que el pie se le hundiese en lodo o agua, calándosele hasta el mismo hueso. Todo era húmedo en aquellos parajes, incluso el aire impregnado de miasma. La ropa se hacía pesada y se pegaba al cuerpo, la leña no prendía y el metal se corroía con mayor rapidez. En nada ayudaba que los altos árboles cubiertos de musgo nunca dejasen pasar un rayo de sol entre sus hojas.

Por esta tierra maldita hacía horas que marchaban Jaime y sus compañeros, sin descanso y sin detenerse. Bueno, no, ahora sí que se habían detenido, pero ya sabéis lo que quiero decir. Mientras Tenaz se había adelantado para estudiar los alrededores Jaime y sus guías se habían colocado en el centro de una islita particularmente poco mojada y estaban solucionando dificultades técnicas.

—¿Cómo que la brújula no funciona? —preguntó Jaime.

—No es que no funcione, señor —explicó Luna, levantando ligeramente sus ojitos de la esfera—. Es que desde que llegamos a este lugar se ha hecho más difícil de interpretar.

—¿Eh?

—Hay muchas interferencias y manchas... —Se detuvo un momento buscando la mejor forma de explicarlo—. Es como mirar las estrellas antes de una tormenta... Parpadean y a veces dejan de verse del todo... Es difícil —concluyó.

—¡Lo que pasa es que no sabes usarla! —le espetó Sol— ¡Trae!

—¡No! —se negó Luna, abrazándose a la esfera.

—¡Venga, suéltala, llorona! —gritaba Sol mientras volaba alrededor de su hermana—. ¡Yo encontraré el crippler!

—¡No, es mía! ¡Déjame! —Y antes de continuar levantó la vista para mirar a su hermana—. ¡Mala!

—¡¿Pero cómo te atreves?! —preguntó Sol más sorprendida que indignada—. ¡Tú eres la mala! ¡Una mala hermana menor!

—¡Nacimos a la vez!

Jaime observaba el forcejeo con cara de póker, pero estaba empezando a cansarse.

—Parad ya, diantre.

Las chicas pararon y se señalaron mutuamente.

—Ha empezado ella.

—Me da igual —dijo Jaime—. Sol, deja tranquila a Luna, ya estamos bastante perdidos sin que la distraigas.

Sol hinchó los mofletes, se cruzó de brazos y lo miró con odio.

—Al menos nos ha traído hasta aquí —añadió Jaime.

—De eso no cabe duda —añadió una voz acompañada del sonido de arbustos agitándose.

Sol y Jaime se volvieron rápidamente, pero Luna se llevó tal susto que casi deja caer su esfera.

Tenaz surgió de entre la maleza, ligeramente más sucio y húmedo que los demás.

—Mas no podemos permanecer aquí por más tiempo —añadió el adusto espadachín—. No hay Enemigos por los alrededores, pero eso podría no seguir así por mucho tiempo.

—¿Entonces vamos?

—Eso he dicho, buen Clérigo —respondió Tenaz, en su voz había una nota de desdén.

—¿Hacia dónde?

—Lo desconozco, supongo que seguiréis prestando oído a vuestras mascotas...

Sol gruñó, pero no se dignó a responder al insulto.

Todos miraron a Luna. Ella miró la esfera, miró a su alrededor indecisa, volvió a mirar la esfera, miró los rostros que no dejaban de mirarla y por fin extendió su bracito en una dirección.

—Por ahí —dijo, no muy segura.

—Bien —aceptó Tenaz—, al menos no es el peor camino. ¡En marcha!

—Eh, ¿quién te ha nombrado jefe? —le preguntó Jaime mientras le seguía, metiéndose hasta las rodillas en el agua del pantano y alejándose de la islita.

Tenaz era de natural humilde y se creía peor rastreador de lo que en realidad era, pero ni así era lo bastante bueno para superar a aquellos que habían hecho del pantano su hogar desde tiempos que ya no se recuerdan. Unos ojos observaban desde el agua y los árboles cómo la extraña compañía se alejaba.

—Eh, chico —llamó Tenaz.

Desde lo ocurrido en las praderas pectorales, Tenaz cada vez se olvidaba más a menudo de llamarlo Clérigo.

—¿Sí? —respondió Jaime con desgana.

—Si los Enemigos atacan, espero que sepáis manejar eso que lleváis al cinto.

—Creo que sabré defenderme.

—¿Habéis tenido que hacerlo alguna vez?

—... La verdad es que no.

Tenaz se detuvo. —Pues pronto tendréis ocasión. Tres Enemigos nos esperan unos metros más adelante para emboscarnos.

Jaime paró en seco y miró el agua, el barro y los árboles, nada distintos de los que habían visto hasta ahora.

—Yo no veo nada.

—Eso no quiere decir que no estén ahí —respondió Tenaz agachándose.

Cogió una piedra y la lanzó al agua. De ella emergió un ser humanoide, pero cubierto de escamas, con ojos enormes sin pupila, provisto de branquias y de aspecto repugnante. Abrió la boca para mostrar sus colmillos, tan afilados como sus garras palmeadas. Al saber que su trampa había sido descubierta, otro de los Enemigos descendió de entre los árboles y otro más se levantó del barro donde estaba semienterrado.

Avanzaron con paso amenazador hacia nuestros héroes.

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2/10/12

Pack to the Future! - 14

—¡Voto a los cielos que no lo creo! —exclamó Tenaz— Tres años esperando al enviado de Dios y resulta que no es más que un mocoso y sus dos mascotas. ¡Increíble!

—¡¿A quién llamas mascota?! —se quejó Sol.

Jaime miró al espadachín sin dejar de caminar por la tierra cubierta de hierba de las Praderas pectorales. Tenaz se había librado de la túnica y la sotana que había llevado hasta entonces endosándosela al primer pardillo con el que se había topado. Ahora vestía lo que según él era la última moda en Cerebria aunque recordaba sospechosamente a lo que vestiría cualquier matón del Madrid de los Austrias; incluidos calzón, jubón, capote, guantes de cuero, botas de larga caña y sombrero emplumado. Y no se me disculpará que olvide nombrar la espada al cinto.

—Te has invitado tú solo —le señaló Jaime—. Puedes irte cuando te dé la gana.Y no soy un mocoso.

—Eso sería fracasar en mi sacrosanta misión y no voy a consentirlo —exclamó Tenaz gesticulando. Parecía más animado ahora que había salido de la Iglesia hacía ya tres días, durante los que habían marchado casi en silencio—. Además, sin mí no sabríais llegar hasta donde están los Enemigos.

—Me dan igual esos enemigos —exclamó Jaime—. Solo vamos hacia donde están porque da la casualidad de que allí está lo que busco.

—Disculpadme, lord Clérigo —le interrumpió Tenaz—, pero no son enemigos, son los Enemigos. Notad el matiz.

—Como tú digas.

—De cualquier modo, ¿qué es eso que buscáis y por qué estáis tan seguro de que se encuentra en los Abdominios oscuros?

—No sabría explicarte lo que busco, supongo que lo sabremos cuando lleguemos. Sé que está ahí porque lo dice Luna.

—Vamos donde Javier quiere, así que bien andado está el camino, pero disculpad si no termino de confiar en vuestras fuentes.

—Mi esfera nos sirve de brújula —dijo Luna en voz baja, nadie podría reprocharle que tuviera miedo del hombre.

—Y de cualquier forma por ahora solo tenemos que ir hacia el sur, ¿no? —señaló Sol—. Ni siquiera este idiota podría perderse —dijo mirando a Jaime.

Este abrió la boca para decir algo, pero Tenaz, que iba en cabeza, paró en seco, extendió un brazo para que Jaime hiciese lo mismo y con el otro desenvainó.

—¿Qué ocurre? —preguntó el clérigo, sorprendido.

—Mirad ahí —dijo tenaz señalando hacia adelante. Tenían una buena vista de los alrededores pues se encontraban sobre una pequeña loma—. Es uno de los Enemigos.

Jaime hizo visera con las manos a fin de ver una criatura negra que se arrastraba por la hierba, dejándola ennegrecida tras de sí. Estaba a cierta distancia del camino de tierra que estaban siguiendo y que debía llevarlos a su destino.

—Parece un bicho bastante sucio —reconoció Jaime.

—Su suciedad espiritual es peor que la física —explicó Tenaz—. Debemos detenerlo.

—¿Por qué? —se extrañó Jaime—. No me incumbe lo que haga.

—Podría atacar algún pequeño pueblo de las praderas o emponzoñar el agua de un arroyo o un pozo —respondió Tenaz, sorprendido de las palabras de Jaime—. Es el deber de todo hombre temeroso de Dios detenerlos en cuanto se les presente la oportunidad.

—Eso nos retrasaría y tenemos prisa —replicó a su vez Jaime—. Dejémoslo estar, si es verdad lo que dices, otro se ocupará.

—Buen Clérigo...

—Ya te he dicho que nada te obliga a seguir conmigo, puedes ir a acabar con el sufrimiento de esa cosa tranquilamente, pero yo seguiré mi camino.

—Sabed que me ponéis en una difícil diatriba —reconoció Tenaz y tras mirar de soslayo al ser que se arrastraba entre la hierba volvió a envainar—. Pero mi deber es protegeros a vos, pues se hace patente que no sabéis lo que os conviene.

—Como quieras —aceptó Jaime sin mucho ánimo y siguió andando.

Tenaz fue tras él a regañadientes.

Aquella misma tarde llegaron al Muro del Diafragma, una inmensa muralla que separaba las tierras bañadas por la luz de Javier de los Abdominios oscuros. Los más fieles creyentes tomaban votos de defenderlo y a menudo se organizaban cruzadas para castigar a los infieles del otro lado; pero lo más común es que las incursiones estuviesen formadas por pequeños grupos de fanáticos o incluso guerreros solitarios que iban a luchar para redimir sus pecados. Pocos de ellos volvían. Es por eso que los guardianes del Muro apenas hicieron preguntas cuando el curioso grupo cruzó las puertas para internarse en los pantanos malditos de más allá.

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