28/2/09

Kronikas dun Khazike V: Mi sargento

Maldita sea… ¿Ya es sábado? Si no fuera el día de Andalucía os mataba a todos a hostias por despertarme. ¿Cómo que tengo que narrar el capítulo V? ¿Estáis tontos? Sábado y encima 28 de febrero y me obligan a trabajar… Vale, pero conste que lo hago contra mi voluntad y después os mataré a todos.
El destacamento del consejero Muchauve, con él incluido, seguía su camino hacia el sur dispuestos a acabar los bosques mientras entonaban una vieja canción militar:
—Siete mil trescientos cuarenta y ocho elefantes se balanceaban en la tela de una araña. ♪♫ Como veían que…
Muchauve, que ya traía un cabreo monumental desde el elefante dos mil no les dejó acabar, se volvió a ellos y les gritó:
—¿Vosotros sois tontos o sois tontos?
El soldado bajito, al que Muchauve había puesto al frente para poder tenerlo vigilado, fue el primero en responder:
—Pero, sargento, es una vieja canción militar.
—¡Me importa un comino lo que sea! ¡¿Cómo podéis escucharos a vosotros mismos repetir lo mismo miles de veces?!
—No lo repetimos, cada vez cambiamos el número.
—¡Me vais a hacer reventar la cabeza!
—Vaya a que se lo miren, un amigo de un primo mío se murió de eso.
—Anda, déjalo… No sé para qué pregunto si sois tontos.
—Si los demás no han hablado.
—Lo que demuestra mi teoría. Vamos, sigamos marchando, pero ahora en silencio.
La compañía siguió marchando en silencio, obediente a las órdenes del consejero. En la ancha llanura sólo se oía el sonido de los fuertes pasos de los soldados clavando el pie con la marcha. Pronto se vio a lo lejos la línea de los árboles.
—¡Mi sargento! —gritó el soldado bajito.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó Muchauve masajeándose las sienes.
—Ya se ve el bosque.
—El que no se me vean no quiere decir que no tenga ojos en la cara.
—Disculpe, mi sargento.
Anduvieron en silencio otro par de minutos.
—¡Mi sargento!
—¡¿Y ahora qué tripa se te ha roto?!
—¡¿Permiso para ir a mear, señor?!
—Ni hablar.
—Es que nos estamos meando todos.
Muchauve miró hacia atrás y vio a todos los soldados agarrándose la entrepiernas, esto es lo que pasa por entrenarles con un cursillo a distancia.
—Está bien —aceptó el consejero—, pero rápido.
Todos los soldados, en una rápida maniobra conjunta formaron una hilera, se bajaron la bragueta y orinaron al unísono. Una vez hubieron acabado retomaron la formación de marcha y continuaron andando en silencio. Hasta que…
—¡Mi sargento!
—¡¿No te puedes estar calladito?!
—Señor, no, señor.
—Vale, dime.
—Le queda muy bien la túnica, señor.
—Te voy a organizar un consejo de guerra y haré que te ejecuten y te revivan diecisiete veces consecutivas.
—¡Señor, sí, señor!
Muchauve se decidió a no hacer más caso del soldado bajito y a continuar caminando como si no pasara nada. Al poco tuvo tiempo de ponerlo en práctica.
—¡Mi sargento!
Muchauve continuó andando sin hacerle caso.
—¡¡¡Mi sargento!!! —gritó más apremiante.
Muchauve, sin embargo, hizo caso omiso.
—¡¡¡Mi sargento, por favor!!!
Muchauve pasó del tema.
—¡¡¡Mi sargento, conejos!!!
Muchauve, ya harto se dio la vuelta dispuesto a aclararle las cuentas.
—¡¡¡Ni conejos ni…!!! —empezó a gritar.
No tuvo tiempo de acabar la frase antes de que un conejo blanco asesino le saltara a la cara.
▼▼▼
—¡Creía haberte matado! —gritó Khazike a las luces del bosque—. ¡Gato bastardo!
Una cosa extraña emergió de entre los árboles. Era una especie de ametralladora Maxim flotante con un cerebro en salmuera y otras cosas acopladas.
—Casi lo consigues —surgió una voz metálica a través de un altavoz acoplado—, ¡pero nadie puede acabar con Maxim Guls Slurm!
Y diciendo esto se autoapuntó hacia Khazike y compañía y abrió fuego.
Todos corrieron a esconderse tras los árboles.
—¡Maldita sea! —gritó Geekman desde detrás del suyo—. ¡Éste no cambia ni pasándole una caravana por encima!
Una bala atravesó el árbol rozándole la oreja.
—Eh, Guls, o como te hagas llamar —le llamó Khazike desde su árbol—, no es por llevar la contraria a una ametralladora, pero estoy casi seguro de que te arrollé.
Guls dejó de disparar un momento.
—Es cierto, pero no me mataste del todo.
—Eso no es propio de mí.
—Mi cerebro continuó vivo así que hice que mis subalternos lo implantaran en esta ametralladora Maxim mejorada.
—¡Hay que estar chalado! —imprecó Geekman—. ¡Muere y deja vivir!
—¡¡¡Cállate!!!
Los disparos volvieron a comenzar concentrándose donde estaba Geekman.
—¡¿Quién cojones es éste?! —contribuyó Alf.
—Un viejo consejero real —le explicó Khazike—, se puso debajo de mi caravana, pero parece no haber aprendido la lección.
—¡Rotulador! ¡Cárgate a ese bastardo! —llamó Geekman.
Rotulador se asomó un poco desde el hombro de Alf lo suficiente para que una bala casi le volase su pequeña cabeza. Tras esto miró a Geekman y le dijo:
—Stop dreaming, father!
Y volvió a guardarse en el bolisillo de Alf.
—Creo que eso es un “no” —dijo ésete.
—Bien —replicó Khazike—, te veo despierto, Alf. Qué coño, ya voy yo.
Dicho y hecho Khazike salió de detrás de su árbol con Marisa aún enfundada y se puso frente a Guls. Se colocó en posición de artes marciales con las piernas abiertas, una mano abierta ante la frente y otra ante el pecho con las palmas hacia fuera, expectante. Guls pronto volvió a apuntar hacia él, pero, mientras las balas se dirigían hacia él Khazike empezó a mover las manos rápidamente y, al parar el fuego, permaneció de pie con los puños cerrados y con la vista clavada en el suelo.
—Ha… ¿Ha parado las balas con las manos? —dijo Alf sorprendido.
—No puede ser —corroboró Guls—. ¡Es imposible!
Khazike permaneció en la misma posición sin mover un solo músculo.
—Eso es sólo una pequeña muestra del poder de… —empezó Geekman.
Lástima que en ese momento Khazike le interrumpiera tirándose al suelo y sangrando por todas partes.
—¡Hijo de puta! ¡Me han dado todas! —se lamentaba.
—¡Tú lo que eres es tonto! —le gritó Geekman.
Khazike volvió a levantarse, cabreado.
—¡Tú, bastardo! ¡Has roto todas las bolsas de kétchup que formaban mi colección de los McDonalds de todo el país! ¡Ahora probarás mi ira!
Khazike desenfundó a Marisa al más puro estilo de Clint Eastwood y abrió fuego al mismo tiempo que Guls. Las balas chocaban en el aire y se fundían antes de hacer blanco contra cualquiera de los dos contendientes.
—Paremos, esto es una tontería —propuso Khazike.
—Tienes razón —aceptó Guls dejando de disparar.
—¡Gilipollas! —gritó Khazike sin dejar de disparar y acribillándolo a balazos—. ¿Cómo se puede caer en algo así?
Guls, sin embargo, consiguió apartarse de los disparos de Marisa refugiándose en un árbol, ironías de la vida. Por desgracia no tuvo tiempo ni de suspirar de alivio cuando oyó un grito que parecía acercarse a él de frente a toda velocidad.
—¡¡¡Friki punch!!!
La ametralladora que se hacía llamar Guls consiguió a duras penas esquivar al Geekman volador que había saltado sobre él con el puño en forma de cabeza de Goku en ristre antes de que atravesara el árbol de un puñetazo.
—¡He fallado porque hoy no me he tomado una taza de té Dahl, el mejor té del mundo! —gritó Geekman de forma no publicitaria—. Ahora te vas a enterar.
Y tras decir esto de los pliegues de su traje sacó un largo bolígrafo azul.
—¡Bolígrafo de cien años! —gritó manteniéndolo en alto—. ¡Su tinta no se agotaría ni escribiendo mil novelas!
Guls le miró haciendo el capullo y levantó una ceja (metafóricamente).
—¿Y a mí qué? —preguntó.
Probablemente no debería haberlo preguntado dado que Geekman se sintió herido en su orgullo y se decidió aún más a matarlo. Y de esta forma el enfurecido superhéroe se lanzó sobre la ametralladora, bolígrafo en mano gritando:
—¡¡¡BABILONIA!!!
Guls esquivó el bolígrafo de Geekman haciéndole perder el equilibrio y aprovechando para girar bruscamente y golpearle la cabeza con el cañón lo que hizo que Geekman cayera al suelo inconsciente.
—¡Manta! —le gritó Guls.
Y Guls, una vez más, no debería haber hecho eso dando la espalda a Khazike que ya le estaba apuntando con su recortada.
—¡Droja no jutsu! —gritó—. ¡Gran bala de droja concentrada!
Guls tuvo tiempo de darse la vuelta para ver como una bala impactaba contra él y esparcía una enorme nube blanca por todo el claro. El polvo cayó en el líquido de su cerebro y empezó a alucinar. Entre los colorines chulescos llegó a escuchar la voz de Khazike:
—¡Castigo de los diez mil plátanos!
Z’aqabó ata la prózzima ( o Y o )

25/2/09

Kronikas dun Khazike IV: Bosques

¡Wazoooo! Esto continúa, Khazike no se ha dormido escribiendo esto… Espera… Si Khazike soy yo… Espera… ¿Entonces tengo una recortada? ¡Marisa, ¿dónde están mis pastillas para la memoria?! ¡Como se las hayas vuelto a dar al gato! Espera… ¿Tenemos gato? ¡Da igual! De lo que sí me acuerdo es de que el maldito capítulo IV ya está aquí, seh, así que a leerlo y no me rechistéis. Alehop:
La caravana de Khazike volaba pegada al suelo de la pradera haciendo que la hierba se moviera por el viento que producía y se cagara mentalmente en toda su familia. Los pingüinos aún seguían fielmente a su nuevo amo planeando tras la caravana con extrañas llamas de propulsión azules saliendo de debajo de sus respectivas colas. En el interior Khazike conducía, Geekman seguía sentado en la mesa y Alf, frente a él, se tocaba la cara para asegurarse de que no se había hecho nada.
—Lo que ha dicho el narrador me intriga, Alf —le dijo Geekman—. ¿Cómo demonios tienes la cara igual después de una ducha con ácido?
—Es el afro pawwa, la bendición de dios en forma de pelo —dijo señalando la ingente bola de billar nº8 que tenía por cabeza—. Él me protege de todo.
—¿Y por qué corrías antes?
—Por que no me protege del dolor.
Geekman le dio un puñetazo en la cara al acabar de decir esto.
—¡Au! —se quejó Alf—. ¿Eso a qué viene?
—Era para asegurarme.
Le dio otro.
—¡¿Y ése?! —preguntó Alf indignado.
—Ése era para reírm… —no pudo acabar la frase, algo empezó a moverse dentro de su traje de superhéroe—. ¡Maldito bicho!
Y al acabar de decir esto una centella plateada surgió del cuello de su traje y recorrió el espacio entre este y el afro de Alf donde se refugió.
—¡¿Qué demonios es eso?! ¡Quítamelo! ¡Que se me enreda en el pelo! —chilló Alf cual niña a la vista de un insecto.
Geekman, se puso en pie, se echó hacia delante apoyando una mano en la mesa y la otra la introdujo en el espeso afro de Alf para rebuscar. Al cabo de un rato consiguió sacar una especie de robot pequeñito.
—Ya está, maldito bastardo.
—¿Qué es eso? —preguntó Alf intrigado mientras miraba al pequeño robot.
—Es un bot, se llama Rotulador 02. Está bastante bien, pero es un desobediente y sólo habla una extraña lengua muerta.
Rotulador se zafó de la mano de Geekman y saltó sobre la mesa donde alzó los brazos y saludó:
—Hi, camarades! What’s up?
—¿En qué maldito idioma habla? —preguntó Alf asombrado.
—No he conseguido descifrarlo aún —respondió Geekman—, pero creo que nos está saludando.
—Are you talking about me? —preguntó Rotulador, confundido, mirando a ambos.
—Totalmente indescifrable —dijo Geekman mirando sus pies.
—Wally —llamó Khazike desde los mandos—. Dile a esos dos que ya estamos llegando… ¿Wally? ¡¡¡Wally!!! Da igual, ¿lo habéis escuchado vosotros? Pues ya está. Aterrizamos.
La caravana paró en seco en el aire y muchos pingüinos tuvieron que hacer el esfuerzo de no darse contra ella o los que tenían delante. Khazike desactivó el sistema de vuelo y la caravana se posó tranquilamente en el suelo.
—¡Venga! ¡Todo diox fuera de mi caravana! —gritó amablemente Khazike apuntándolos a todos una vez tocaron suelo— ¡Por la gloria de vuestra madre! —añadió.
Todos salieron tranquilamente de la caravana, tampoco tenían razón para no hacerlo y llegaron a una gran pradera que acababa bruscamente con un gran grupo de árboles.
Khazike cogió a Geekman de la manga y le gritó al oído.
—¡Bien, ¿ahora a dónde?!
—Hoy estás un poco alterado, ¿no? —le señaló Geekman.
—¡No! ¡¿Por qué dices eso?! —le gritó Khazike.
—Anda, tómate un haloperidol.
—¡No quiero esa mierda!
—¡Rotulador, ataca! —gritó Geekman.
Rotulador saltó de su refugio en el bolsillo de Geekman con una pastilla en la mano. Khazike le apuntó con Marisa e intentó disparar, pero Rotulador fue más rápido y se colocó sobre el cañón segundos antes y corrió sobre él. Rotulador volvió a saltar del arma justo cuando se apartaba a sus pies hasta la cara de Khazike, le lanzó la pastilla a la boca, rebotó en su frente y volvió al bolsillo de Geekman de un doble salto mortal.
—Maldito bich… —logró decir Khazike antes de empezar a babear.
—O key, vamos a los bosques —dijo Geekman señalando a los árboles—. Por ahí.
—Espera —le dijo Khazike agarrándole del hombro y ya recuperado del haolperidol—, ¿cómo sabemos que ellos no saben que nosotros vamos hacia el bosque?
—¿Lo qué?
—Quiero decir… ¿Cómo sabemos que no han puesto ahí los árboles para engañarnos?
—¿Estás pillado?
—Lo mejor será que vayamos en dirección contraria, a no ser…
—¿A no ser qué?
—A no ser que ellos supieran que nosotros sabíamos que ellos lo sabían en cuyo caso lo mejor será que vayamos hacia los bosques. A no ser que ellos supieran que nosotros sabemos que ellos sabían que nosotros sabíamos que ellos lo sabían así que vamos en dirección contraria.
—¿Quieres otro haloperidol?
—No.
—Entonces a los bosques.
—Vaaale…
Los tres empezaron a andar hacia los árboles y se internaron en la espesura.
Los árboles eran altos y espesos y el suelo estaba cubierto por una capa de hojas por la que se podía andar casi sin hundirse. Khazike andaba a la cabeza usando a Marisa de machete, tras él Geekman y en la cola Alf acompañado de Rotulador que se había colocado en su hombro y oteaba la retaguardia.
—Eh, esta selva r00lz —dijo Alf—, si algo sé de televisión ahora es la típica escena en la que aparece una serpiente gigante.
Alf, al comprender sus propias palabras, se paró en seco y miró hacia arriba, expectante… Y no pasó nada.
—Uff… —suspiró relajado—. No ha aparecido.
—¡Sí ha aparecido! —le gritó Khazie desde delante girándose rápidamente y lanzándole una serpiente a Alf que voló hacia él con la boca abierta—. ¡Cuidado, es de las que muerden!
Geekman se inclinó cual junco movido por la brisa a un lado (joder qué poético…) para esquivar la serpiente y ésta voló directamente a la cara de Alf. Éste simplemente se tapó los ojos y esperó su final.
Pero éste no llegó. Cuando ya le pareció que era demasiado tiempo para esperar a que te matasen decidió quitarse las manos de los ojos y reclamar a la serpiente. Lo cual le permitió ver lo siguiente:
Rotulador había cogido a la serpiente del pescuezo tras lo cual le inyectó aire por la boca hasta hacer que se hinchara y le ató el pescuezo para evitar que se saliera y, con el pseudoglobo, hizo un perrito que tendió a Alf.
—It’s for you.
—¿Para mí?
—Yes.
—Erm… Gracias.
—You’re welcome.
Alf lo cogió, le ató una liana y lo usó como globo flotante ya que el aire estaba caliente. Tras esto echó a correr tras Geekman y Khazike que se habían adelantado y estaban en un claro observando tres luces que relucían entre los árboles.
—¡Hey, hola! —gritó Khazike a las luces—. ¡¿Cómo estás colega?! ¡Creía haberte matado!
▼▼▼
¡Herl! Está interesante la cosa, ¿no? Volveremos con la cosa esta después de que la Abuelita Dhal nos haya hablado de un nuevo producto. Cuando quiera, abuelita.
“Hijitos, cada vez que noto que mi dentadura postiza se mueve menos de lo normal y me veo con fuerzas me encanta mascar el Chicle Kirby registrado de Flanes Dhal y Derivados S. A. Horas y horas de sabor a fresa, limón, menta o azul en una sola bola de chicle bomba con pene. Así que, nietecitos, antes de morir haríais muy feliz a esta anciana yendo a comprar Chicles Kirby de Dhal S. A.”
Sí, abuelita, los compraremos, pero no te mueras abuelita, no te mueras… Bueh, sigamos.
El consejero real, Muchauve, paseaba frente al batallón que le habían encargado para destruir el bosque pasando revista. Llevaba puesta la tradicional túnica negra de consejero que no dejaba ver nada de su cuerpo ni su cara.
—¡Presenten armas! —gritó en tono sargental.
Todos entrechocaron los talones y mostraron sus lanzallamas.
—Este, sargento. A mí no me han dado lanzallamas, ¿presento el tirachinas que me he traído de casa? —salió una voz entre las filas.
Muchauve, indignado, buscó entre las filas, pero, al no encontrar al desvergonzado, gritó.:
—¡¿Quién ha dicho eso?!
—¡Yo, señor! —gritó una voz a sus pies—. ¡Aquí abajo!
Muchauve miró hacia abajo y vio a un soldado de metro veinte con barba de tres días que le enseñaba su tirachinas.
—¡¿Me está vacilando, soldado?! ¡¿Cómo se llama?!
—Disculpe, señor, pero yo no me llamo, a mí me llaman.
—¡¿Pues cómo le llaman?!
—Depende, sargento, si estoy cerca me llaman bajito y si estoy lejos me llaman alto.
—¡Maldita sea! ¡¿Cuál es tu nombre?!
—El que me pusieron mi padre y mi madre.
—Bueno, déjalo, ya lo he averiguado.
—¿Lo cuálo? ¿Mi nombre, señor?
—No, que me estabas vacilando. En fin, es igual, por esta vez lo dejaré pasar, pero que no se repita. ¡Compañía, marchen!
Y de esta forma salieron en pos de los bosques de los renegados.
To’avía que’a pa’ rato. ( o Y o )

21/2/09

Kronikas dun Khazike III: Retorno

Khazike ha vuelto de entre los presos para repartir patadas en los cojones y lo bueno está aún por empezar. Que Diox nos coja confesados, el ángel redentor ha vuelto… Joder, qué poético me ha quedado, debería meterme a escritor o algo. Y, volviendo a lo que iba, ya está aquí el capítulo III de este intento de historia.
—¿Dónde están mis veinte de los grandes? —preguntó Khazike dando golpes en el pecho a Geekman con la punta de Marisa y aún agarrando a Alf del pelo.
—Detrás de la caravana, cegato. ¿No ves que les sobresalen las cabezas? —respondió Geekman apartando el cañón de la recortada con el dorso de la mano.
Khazike tenía demasiado orgullo como para doblar el cuello y mirar hacia arriba así que soltó a Alf junto a la caravana y dio la vuelta para mirar sus 20 de los grandes.
A los pocos segundos llegó Geekman y le vio con las manos en las caderas observando con cara de satisfacción.
—Son grandes —señaló Khazike.
—Ya lo creo —respondió Geekman.
—¿Y vuelan?
—¡Los pingüinos no vuelan!
—Los pequeños no, pero estos son pingüinos grandes —explicó Khazike—. Seguro que pueden volar tirándose pe’os.
Uno de los pingüinos de tres metros graznó amenazante a otro que estaba mirando demasiado a su chica.
—Seguro que podré organizar peleas y sacar un pico —elucubró Khazike.
—Antes de eso —le hizo volver a la realidad Geekman—, te recuerdo que tenemos un trato. Los pingüinos son para ti si me ayudas a salvar el reino.
—Vale, pero antes déjame ponerles nombre.
Geekman se lo pensó.
—No veo por qué no.
Khazike empezó a pasearse entre los pingüinos señalándolos.
—Tú Pingu, tú Pingu Dos, tú Pingu Junior, tú Pingu Tres, tú Aletas, tú Marisa Junior, tú Picotazos, tú Tragón, tú Pingu Cuatro, tú Pocholo, tú Borjamari, tú Sujetabirras, tú Geekboy, pobre era tan joven, tú José Armando, tú Belinda, tú Pingüino de Relleno 1 y tu hermano Pingüino de Relleno 2, tú Dieciocho, tú Churro y tú Tonto por último.
—¿Cómo sabes cuáles son hembras? —le preguntó Geekman cuando acabó.
—No lo sé —respondió Khazike—, pero como me lleven la contraria…. —dijo mientras se crujía los dedos.
—Bueno —apremió Geekman—, vamos a dentro, tenemos que tratar los asuntos.
Volvieron a la puerta de la caravana donde Alf todavía estaba tirado y conmocionado. Geekman lo empujó un poco con la punta del pie y se volvió a Khazike.
—¿Amigo tuyo?
—Supongo, lo usé de escudo humano y debí traérmelo sin darme cuenta. Metámoslo dentro.
Abrieron la puerta, cogieron a Alf despreocupadamente de pies y manos y lo lanzaron al interior como si de un saco de patatas se tratara mas el chaval continuó sin reaccionar.
—¿Y si le echamos agua en la cara? —sugirió Geekman.
—¡Buena idea! —secundó Khazike—. A la ducha con él.
Geekman le arrastró hasta dentro de la ducha y Khazike conectó las llaves. Gotas empezaron a caer sobre Alf desprendiendo nubecillas de gas. Pronto el inconsciente saco de patatas humano había despertado y gritaba como un poseso.
—¡Aaaaaaaahhhhhh! ¡Mi cara! ¡Mi hermosa cara!
—¿Por qué demonios te duchas con ácido? —le preguntó Geekman a Khazike tranquilamente.
—Me ayuda a espabilar por las mañanas —respondió éste.
Alf se puso en pie y empezó a correr a ciegas por la caravana agarrándose la cara.
—¿Hacemos algo? —preguntó Geekman mirándole.
—Nah —respondió Khazike—, el sabrá. Bueno, venga, ¿dónde vamos y a quién tengo que matar?
—Con suerte no habrá que matar a nadie.
—Has elegido al hombre equivocado, colega.
—Pero si no hay suerte habrá genocidios y diluvios de sangre.
—Ya empieza a gustarme. Vamos a sentarnos.
Khazike tiró por la ventana una gran colección de pornografía que había sobre una mesa y, después de echar a un lagarto de una silla se sentó en ella. Geekman se sentó también en otra silla frente a él.
—Bien, —empezó Khazike—, cuéntame, ¿cuándo empezamos a matar? O, espera, Wally, ven a oír esto —llamó mirando a un punto indeterminado detrás de Geekman.
—Es un cabrón nunca da la cara. ¡Algún día te ahogaré con tu propio gorro y usaré la borla para limpiarme el culo! ¿Por dónde íbamos? Ah, sí, me contabas a quién hay que matar.
A sus espaldas Alf se dio con la pared y volvió a caer al suelo desmayado.
—Ya te he dicho que de momento no hay que matar a nadie. Escucha, tengo un plan para recuperar el control del reino, pero necesito tu ayuda y tendremos que seguir una serie de pasos.
—Vale, ¿cuál es la primera parada? ¿El puticlub?
—Eso cuando el reino vuelva a ser de Trekso.
—Jo… Necesito una puta… O varias.
—¡Cuando ganemos he dicho!
—Vale, tú eres el que paga. ¿Cuál es nuestro destino entonces.
Geekman sacó un mapa de su bolsillo y lo desplegó.
—Bien nosotros estamos aquí, en esta cagada de mosca cerca de los puntitos verdes.
—Este mapa parece que lo hubieran hecho con cinco minutos de paint.
—¿Quieres callarte? Bien, como iba diciendo los puntitos verdes son los bosques donde están aguerrillados los disidentes a Trucha. Tenemos que ir allí y patearles el culo.
—¿Por qué?
—Porque a la larga nos joderían el plan. Tengo un infiltrado allí, nos ayudará a meternos.
—¿Entonces eso es todo? ¿Tengo que matar a una panda de locos desarmados?
—De momento sí.
—¡Vamos allá!
Khazike saltó por encima de la mesa de la emoción, se sentó en los mandos de la caravana y sacó la cabeza por la ventana para hablar a los pingüinos:
—Pingu, Pingu Dos, Pingu Junior, Pingu Tres, Aletas, Marisa Junior, Picotazos, Tragón, Pingu Cuatro, Pocholo, Borjamari, Sujetabirras, Geekboy, José Armando, Belinda, Pingüino de Relleno 1, Pingüino de Relleno 2, Dieciocho, Churro y Tonto; menead las alas, nos piramos.
Y dicho esto intentó arrancar, pero no encontró las llaves.
—Geekman, tú tienes las llaves —dijo volviéndose al imitador de Cálico—, ¿me las pasas?
—Ah, claro, toma —dijo Geekman lanzándoselas.
Khazike las cogió al vuelo y las metió en el contacto, cuando oyó cómo el motor se ponía en marcha pulsó el botón rojo de los mandos y la caravana salió volando como un cohete. Los pingüinos la siguieron volando con un misterioso olor a metano.
▼▼▼
Y ahora mensajes de nuestro goliroso patrocinador: Flanes Dhal S. A. y Derivados. “Hijitos, soy la abuela Dhal, personaje registrado por la adorable empresa Flanes Dhal S. A. y hoy vengo a hablaros de nuestro nuevo producto: Gelatina Ditto. Con un millar de sabores en cada cucharada Gelatina Ditto será una explosión de deliciosidad en tu paladar, por no decir que es genial como explosivo industrial. ¿A qué esperas? Ve a por ella a tu distribuidor de Flanes Dhal S. A. antes de que se acabe. Saben como los de la abuela.” Gracias, abuela, obedeceremos obedientes sus directrices en cuanto termine este episodio de Krónikas dun Khazike que se promete interesante.
En el corazón de los bosques de los insurrectos, mientras Khazike y Geekman iban hacia allá algo se cocía.
—¡Camaradas! —gritó el líder de los rebeldes desde encima de una roca—. ¡El gran día se acerca! ¡El día de la gran revolución! ¡El día en el que yo, Plastiscko, me convertiré en el hombre que sacudió los cimientos del mundo! ¡Yo destruiré el Reino Frikipédico!
Todos los presentes aplaudieron excepto tres que le miraron con recelo y dudas ocultas.
—¡Maestro Tao Pai Pai! —prosiguió Plastiscko mirando gran un retrato del susodicho que colgaba entre dos árboles—. ¡Danos fuerza! ¡Viva la revolución!
▼▼▼
—Mi señor debéis comer otra. Eso es, probado otra patata deluxe, cuidado no os chorree la salsa.
Trucha, como drogado, comió obediente. Estaba sentado en una silla de acero a los pies de la escalinata que llevaba al enorme trono de oro en el que dormía Treckso apoyando el codo en el reposabrazos. Al lado del antiguo rey se hallaba sentado el Predicador Sevillano, máxima autoridad de la iglesia McCristiana y gobernante de facto del reino proporcionando su cena al rey en funciones.
—Y ahora, decidme —dijo el predicador una vez Trucha hubo tragado—. ¿Qué vais a hacer con esos insurrectos que se ocultan en los bosques?
—No… sé… —se esforzó en decir Trucha.
—No os esforcéis, majestad, ya he dado órdenes pertinentes, sólo tenéis que firmarlas, tomad.
El predicador puso el papel entre el escritorio y la mano derecha de Trucha y colocó la real pluma en esta última. Trucha movió la muñeca y alcanzó a hacer un garabato lejanamente aceptable como firma.
—Bien, ahora los bosques serán arrasados por vuestras tropas y esos imbéciles no volverán a molestarnos.
Un tipo con una capucha negra tomó tendido por el predicador y salió de la sala del trono.
—Tomad otra patata, la última.
Seguriá pa'lante ( o Y o )

19/2/09

Youtube poop: Le llamaban Culos

En efecto caballeros, la desesperación ha vuelto a arribar a las costas de este blog en forma de poop, pero este caso es especial porque el chalado aburrido artífice del herético vidrio es un servidor. Huelga decir que su visionado es obligatorio, ¡poneos en marcha!
Por desgracia me lo borraron... ¡Sabía que no tenía que poner la lefada!

18/2/09

Kronikas dun Khazike II: Fuga

Sí, por increíble que parezca esto sigue. Feliz miércoles a todos, alegraos que ya está aquí la segunda entrega. ¿Se fugará Khazike? ¿Le pagará Geekman? ¿Dejaré de hacer preguntas un día de estos? Hoy yo y el tío que me está encañonando responderemos a todas esas cuestiones. ¡Joder que sí!
Una sirena de alarma resonaba por toda la Tortuga Borracha:
—¡Alerta! ¡Alerta! ¡Fuga en el sector 4d6172697361!
Esa alerta no la había producido otra cosa que una recortada que por extrañas coincidencias físicas iba rebotando por el suelo disparándose sola cada vez que alguien intentaba cogerla y que parecía tener un rumbo predeterminado. Claro que pensar que eso era debido a que la recortada estaba viva era un poco tonto.
Un guardia poco precavido intentó lanzarse sobre la recortada, pero ésta, debido a un casi imperceptible desnivel, rebotó más alto con la mala suerte de que fue a dar en el mentón del carcelero derribándolo por pura casualidad. Cosas que pasan.
Dobló una esquina y se encontró con tres de los carceleros más grandes que pudieras imaginar, serían necesarios dos carros con bastantes bueyes para llevar a cada uno. La recortada se quedó quieta debido a que se le acabaron los rebotes en una posición que cualquiera hubiera jurado que apuntaba a los tres con gesto amenazante, pero, claro, sólo es una recortada.
Los tres gorilas la miraron y se rieron.
—¡¿Esto es lo que se ha fugado?! —rió el gorila 1, que estaba a la izquierda—. ¡Si sólo es una escopeta de perdigones!
—¡Oh, por piedad, no nos hagas nada! —bromeó el gorila 2, situado en el centro—.
—¡Yo aplasto! ¡Aplasto! —balbuceó a gritos el gorila 3.
Si las miradas matasen y las recortadas tuvieran ojos los tres tipos hubieran hecho vomitar a cualquier forense curtido. Pero, dado que no se daba el caso, cualquiera hubiera jurado que, si no se tratara de una recortada, decidió solucionar el asunto.
El precario equilibrio en el que estaba apuntando a los tres gorilas acabó desestabilizándose con lo que la recortada cayó hacia delante, rebotó con su propio cañón, dio contra el techo y derribó al gorila 1 mientras giraba 90 grados y disparaba sin compasión al gorila 2 que logró esquivarlo por poco.
La recortada cayó al suelo y rodó. El gorila 3 se lanzó sobre ella con la intención de pisotearla, pero dio la casualidad de que la recortada dio los giros justos para acabar dando con su culata en la entrepata del gorila que cayó al suelo derrotado.
El gorila 2, ante tanta misteriosa casualidad, decidió que lo más sensato sería salir de allí cagando leches.
Tras esta pequeña interrupción la recortada siguió su camino.
Unos cuantos rebotes más tarde llegó a la celda del prisionero 011010110110100001100001, si no fuera una recortada podríamos decir que cogió carrerilla y cayó casualmente sobre la puerta derribándola.
Khazike la miró enfadado desde su posición invertida.
—¡Marisa! ¡Ya era hora, joder!
Marisa, la recortada, no respondió, claro, era una recortada.
—¡No te quedes ahí como un pasmarote y suéltame!
Ya sé que me repito, pero si no fuera una recortada cualquiera hubiera jurado que Marisa entendió a su dueño y disparó tres veces, volando los cierres de la camisa de fuerza y cortando la cuerda del techo, lo que hizo que Khazike cayera de cabeza.
—¡Maldita sea! —gritó—. Algún día te enseñaré a liberar a la gente sin abrirle la cabeza.
Una brisa de aire hizo que casi pareciera que Marisa tomaba una posición cabizbaja.
—Perdona… No te pongas triste y ven aquí —la consoló Khazike.
Marisa rodó hacia la mano de Khazike con movimientos que, si no fuera un objeto inanimado, podrían calificarse como alegres y se dejó empuñar.
Fuera de la celda había una legión de carceleros esperando a que pasara algo. Escucharon el sonido de una recortada cargándose en el interior y, tras varios segundos de silencio, pudieron oír en primera persona el sonido de cientos de disparos y patadas en los cojones que surgían del interior de una nube de humo que había salido del interior de la celda.
Cuando se dispersó sólo quedó Khazike, empuñando a Marisa y rodeado de carceleros muertos o inconscientes, un poco de cada. Miró a su alrededor, cogió aire y gritó:
—¡Khazike ha vuelto, hijos de puta!
▼▼▼
Y ahora el mensaje de nuestro señor don amo y patrocinador: Flanes Dhal S. A. y productos derivados. “Platos infranqueables Dhal, de porcelana donostiarra para evitar que los flanes devoradores de niños escapen de sus garras. Ahora con correas, barricadas de pinchos, minas y ametralladores automáticas opcionales. ¡No podrás pasar sin tu plato infranqueable Dhal! ¡Dhalicioso!”. Seh, adorados sean los Flanes Dhal. Y ahora continuamos con la emisión.
En otra celda otro recluso se encontraba de rodillas rezando a un póster de tamaño natural de San Francisco de Asís que tenía colgado en la pared.
—Fran, compadre, si me sacas de aquí prometo donar mucho alcohol a la Iglesia. —suplicó con las manos juntas y los ojos cerrados—. Sácame de aquí, por favor, tío, no aguantaré que me den por culo una vez más —sollozó.
Iba a echarse a llorar cuando escuchó voces fuera de su celda:
—¡Eh, tú! ¡Quédate donde estás!
—¡¿Tú eres tonto?!
Se oyeron disparos, el sonido de un cuerpo cayendo al suelo y segundos después algo derribó su puerta. No se atrevió a volverse, ni siquiera la mierda fue capaz de abrirse camino por su esfínter para que se cagase en los pantalones. Ya estaba rezando por una muerte rápida cuando algo le pateó la cabeza y no le quedó más remedio que volverse.
Allí estaba Khazike, mirándolo desde arriba. Nada más volverse le dijo:
—¡Tú! —gritó—. Necesito un señuelo, ¿quieres escapar?
La luz de los focos del patio se filtró por las rejas de la ventana e iluminó el rostro del póster de Francisco.
El recluso lo miró y con los ojos cargados de lágrimas dijo:
—¡Gracias, Fran! ¡Te debo una!
Khazike se impacientaba.
—Me lo tomaré como un sí, ¡vamos!
Cogió al recluso por el pescuezo, se lo puso por delante y metió el cañón de Marisa por debajo de su hombro para usarlo como escudo humano.
Salieron de la celda y Khazike empezó a abrirse camino por el pasillo disparando a todo lo que se movía desde detrás de su nuevo compañero.
—Bueno —empezó Khazike intentando mantener una conversación amigable—. ¿Cómo te llamas?
—Me llamo Alf.
—¿Cómo el bicho peludo?
—Eeeerm… Sí, igualito.
—Yo me llamo Khazike.
—Sé cómo te llamas y por qué estás aquí.
—Es lo que tiene ser un genio. Deja de moverte.
Consiguieron abrirse camino por los pasillos hasta la salida del edificio de máxima seguridad (después de haber pasado tres veces por delante de la misma celda) y llegar hasta la salida que daba al patio.
Salió de una patada aún con Alf de escudo y, después de que los focos dejaran de deslumbrarle, pudo ver como cientos de guardias estaban apostados en el patio, esperándole.
—¡Maldita sea…! —imprecó Khazike—. ¡Crecen como setas!
Fuera de la prisión, en la caravana de Khazike, Geekman esperaba tomándose un té con nocturnidad y observando los focos de la Tortuga Borracha. Y en esto estaba cuando pudo observar como la prisión entera estallaba en una de esas explosiones que hacen historia y, mientras el fuego se disipaba, tres figuras caminaban hacia él.
Una de las figuras caminaba empuñando a otra y arrastrando a la tercera del pelo afro. Cuando se acercaron y la luz se disipó pudo distinguir a Khazike que le gritó:
—¡Guay! ¡Acepto el trato!
Esto no ha hecho más que empezar. ( o Y o )

15/2/09

La paraoha'r barbero

Bueno, como me aburría he escrito otra de mis reflexiones-monólogo y, claro, todo el mundo sabe que el teatro suena mucho mejor en andaluz.

Abèi oïo hablà la paraoha’r barbero? No? Pô no ê otra qoza quna paranoya qe z’inbentó un matemátiqo aburrïo pa’eppliqà una teorïa dezâ qe hazen lô matemátiqô ezô. Ueno, á lo q’iba, la paradoha eza ê la zigiente:
Nun reino abïa un rei… Mô a hoïo zi no ubiera un rei no zerïa un reino, zerïa una qoza rara; ero’n qé andaba yo? A, hí! Pô ueno, er rei deze reino ze dio quenta de q’abïa poqô barberô’n zu reino i ze diho: “Ai qe hoerze… Qen mi reino namà q’ai ziete u oxo barberô roziaô… Zi lô barberô qurran emaziao pue zè qe ze lê qaigan lâ manô-e tanto afeità i antonzê qé iba a pazà qon lô qe no ze puen afeità zolô?” I nettâ qozâ zigió penzando ata qun dïa ze le bino una idea-e la ottia á la qabeza i ze la anunzió ar pueblo edde’r barqón reà: “Pueblo mïo, enzabiendo que tiemô apenâ ziete u oxo barberô amô á tenè qe ponellê meïa no baya zè qe ze mô gatten. Azín q’á partì d’aora lô barberô namà podrán afeità á lô qe no ze puean afeità zolô. Azín qe ala, largo d’aqqí enantê qe ponga lô apperzorê!”.
I detta manera ze puzo’n marxa la nueva lei’r rei’n tor reino. No he quà zerïa’r qattigo par barbero q’afeitara á argien qe puiera hazérzelo ér mimmo ero á la mehón qonzittïa n’otro afeitao… Qon haxa i á l’altura la nuê; porqe zi le qortaban la mano ar barbero qomo qe zerïa una mihiya tonto eppuè de to lo q’abían montao.
En fin la paraoha eza ê qun dïa yegó ar palazio’r rei uno lô famozô barberô. Er barbero ya eberïa tiè la barba yegándole á lô talonê qomo’r maettro la zerie “Érase una vez…” qe ze zaqaba de to dendentro la barba. Yebarïa argo ebaho? Uzarïa la barba pa abuzà lô niñô? Hô imahinài? “Niño, no enquentro argo’n la barba puê metè la mano á bè zi lo enquentrâ tú? Harme’r fabò.”. I ar finà lo q’enqontrarïa pozibremente hiziera mu felì ar maettro. Á quento-e qé benïa to etto? Ah, ya m’aquerdo. Perdonamme qe me baya por lâ ramâ qom’un mono’n zelo ero ê qe me biene de familia, te qieo auelo.
Qomo iba iziendo ze yegó á la qorte’r rei i le iho: “Zeñò, zoi barbero i e benïo porqe tengo un publema mu grande. Berá uttè, según la lei q’uttè a hexo, yo no pueo afeitamme á mí mimmo porqe lô barberô no puen afeità á naide qe ze puea afeità por zi mimmo ero ê q’antonzê yo no pueo afeitamme por mí mimmo i antonzê hi podría afeitamme yo mimmo ero ê q’antonzê no pueo afeitamme yo mimmo i no me pue afeità otro barbero porqe'antonzê me tendrïan qe qattigà porqe pueo afeitamme yo mimmo, ero ê qe no pueo!”.
I nezo ze le hueron trê orâ. Er rei, eppuè aberze exao una zietta, i enbiendo qer barbero no ze qayaba no ze l’oqurrió otra forma qayalle qe dalle á zu iha pa qe ze qazara qon eya. Ái ya’r barbero ze qayó porqe ya no era quettión de zegì qalentándole’r bombo ar pobre rei.
I ara igo yo… Er barbero aqè era un crack, ze yeba un reino namà qe por largarze’r royo! Yo qieo zè qomo ér. Á bè quando ze l’oqurre ar Zapatero hazè una lei pa qe lô umorittâ namà puean hazè reì á lô qe no ze puen reì por zí mimmô. Enqe… Yo no quieo qazarme qon la iha Zapatero zi ê qe tie… Ueno, zupongo qe qon una penzionhita uena ya me conformo.
Enqe lo mâ tonto l’azunto ê qen la paraoha no ze ize zi arretiraron la lei u no… Zupongo qe pazaron, qomo’r barbero aqè fue l’úniqo qe ze qehó lô demà á tomà por qulo. Ar mimmo zitio qe me boi yo, qe ya me hago pezao.

Y ahora la traducción:

¿Habéis oído hablar de la paradoja del barbero? ¿No? Pues no es otra cosa que una paranoya que se inventó un matemático aburrido para explicar una teoría de ésas que hacen los matemático. Bueno, a lo que iba, la paradoja es la siguiente:
En un reino había un rey… Nos ha jodío si no hubiera un rey no sería un reino, sería una cosa rara; pero, ¿en qué andaba yo? ¡Ah, sí! Pues bueno, el rey de ese reino se dio cuenta de que había pocos barberos en su reino y se dijo: “Hay que joderse… Que en mi reino sólo hay siete u ocho barberos dispersos… Si los barberos trabajan demasiado puede ser que se les caigan las manos de tanto afeitar y ¿entonces qué pasaría con los que no se pueden afeitar solos?” Y en estas cosas siguió pensando hasta que un día se le vino una idea de la hostia a la cabeza y se la anunció al pueblo desde el balcón real: “Pueblo mío, dado que tenemos apenas siete u ocho barberos vamos a tener que poner medidas no sea que se nos acaben. Así que a partir de ahora los barberos sólo podrán afeitar a los que no se puedan afeitar ellos mismos. Así que, hala, ¡largo de aquí antes de que ponga los aspersores!”.
Y de esta forma se puso en marcha la nueva ley del rey en todo el reino. No sé cuál sería el castigo para el barbero que afeitara a alguien que pudiera hacérselo él mismo pero a lo mejor consistía en otro afeitado… Con hacha y á la altura la nuez; porqe si le cortaban la mano al barbero sería un poco tonto después de todo lo que habían montado.
En fin la paradoja es que un día llegó al palacio del rey uno de los famosos barberos. El barbero ya debería tener la barba llegándole a los talones como el maestro de la serie “Érase una vez…” que se sacaba de todo de la barba. ¿Llevaría algo debajo? ¿Usaría la barba para abuzar de los niños? ¿Os imagináis? “Niño, no encuentro algo en la barba puedes meter la mano a ver si lo encuentras tú? Por favor”. Y al final lo que encontraría posiblemente hiciera muy feliz al maestro. ¿A cuento de qué venía todo esto? Ah, ya me acuerdo. Disculpad que me vaya por las ramas como un mono en celo pero es que me viene de familia, te quiero abuelo.
Como iba diciendo llegó a la corte del rey y le dijo: “Señor, soy barbero y he venido porque tengo un gran problema. Verá usted, según la ley que usted ha hecho, yo no puedo afeitarme a mí mismo porque los barberos no pueden afeitar a nadie que se pueda afeitar por sí mismo pero es que entonces yo no puedo afeitarme por mí mismo y entonces sí podría afeitarme yo mismo pero es que entonces no puedo afeitarme yo mismo y no me puede afeitar otro barbero porque entonces me tendrían que castigar porque puedo afeitarme yo mismo, ¡pero es que no puedo!”.
Y en eso se le fueron tres horas. El rey, después de haberse echado una siesta, y viendo que el barbero no se callaba no se le ocurrió otra forma de callarlo que darle a su hija para que se casara con ella. ahí ya se calló el barbero porque ya no estaba bien segui calentándole la cabeza al pobre rey.
Y ahora digo yo… El barbero aqul era un crack, ¡se lleva un reino sólo por largarse el rollo! Yo quiero ser como él. A ver cuando se le ocurre a Zapatero hacer una ley para que los humoristas sólo puedan hacer reír a los que no se pueden reír por sí mismos. Aunque… Yo no quiero casarme con la hija de Zapatero si es que tiene… Bueno, supongo que con una pensioncita buena ya me conformo.
Aunque lo más tonto del asunto es que en la paradoja no se dice si retiraron la ley o no… Supongo que pasaron, como el barbero aquel fue el único que se quejó los demás a tomar por culo. Al mismo sitio que me voy yo, que ya me hago pezao.

14/2/09

Kronikas dun Khazike I: Visita

Un tipo caminaba por el desierto. Era bajito, gordo feo y con bigote. Se arrebujaba bajo una capa para protegerse del incesante viento y no perdía de vista el edificio recortado como una silueta roja contra el horizonte al que se dirigía decidido.
Por fin el desierto cedió paso, a regañadientes, a la gran pared de piedra roja que constituía parte del muro exterior de la prisión de máxima seguridad del reino, la Tortuga Borracha.
Una vez llegado junto a la puerta principal se volvió hacia el guardián que empuñaba un amenazador pollo de goma e instó:
—Abre.
El guardia, sin demasiado interés le realizó un escrutinio de la cabeza a los pies (no le llevó demasiado).
—¡Largo de aquí! ¡No necesitamos más bichos raros en las cocinas.
El extraño hizo como que no había oído nada, el chaval debía ser nuevo.
—¡¿Es que no sabes quién soy yo?!
—¡¿Tengo pinta de conocer a todos los frikis que van por ahí vestidos de Cálico Electrónico?!
—Pero serás…
—¡¿Te quieres largar?!
Los siguientes segundos transcurrieron muy rápido entre una salmodia de hostias bien repartidas. Una vez se hubieron retirado estos segundos, avergonzados, dieron paso a otros en los que el guardia estaba tirado en el suelo y el tipo se erguía orgulloso ante la puerta.
—¡¿Nadie me va a abrir o qué?!
La puerta se deslizó sobre los raíles como intentando no llamar demasiado la atención y dejó entrar al viajero el cual lo hizo con el paso firme del que sabe a lo que va… Hasta que pisó una mierda que algún recluso había dejado allí con la mejor intención.
—¡Me cago en la puta!
—No, la puta se ha cagado en tus zapatos —se dejó oír una fuerte voz a sus espaldas.
El tipo se dio la vuelta y se encontró ante un negro de 150 kilos de músculo. Lmiró fijamente durante unos segundos.
—Mis zapatos se cagarán en tu puta madre, gordo.
Al parecer al recluso no le hizo demasiada gracia el apelativo por lo que estaba a punto de pisotear al bajito con sus botas extra duras cuando sonó un pequeño timbre desde la muñeca del susodicho.
—¡Es la hora del té! —exclamó el hombrecillo extrayendo de alguna cavidad de su traje una pequeña taza con motivos florales y deteniendo el pie asesino con ella.
Tras esto de otro bolsillo extrajo una tetera que, lanzada hacia arriba, fue a impactar en la sesera del pobre negro que cayó redondo al suelo mientras la tetera cayó junto a él intacta.
—Porcelana vasca —dijo el hombrecillo agachándose a recogerla para echarse una taza—, no hay diox que tenga cojones de romperla.
Se tomó su taza rodeado por la atenta mirada de los reclusos, se limpió el zapato en la cara del todavía inconsciente hombre de color y prosiguió su camino hacia el edificio más fuertemente vigilado del recinto.
En la puerta de aquel edificio reinaba un gran cartel en el que se podía leer “Prohibido el paso, riesgo de muerte”, pero el tipo nunca fue de mucho leer así que simplemente se rió un poco de los graciosos dibujitos de huesos y calaveras y sin más reanudó su camino teniendo ahora buen cuidado de no pisar lo que no tenía que pisar.
Se acercó al primer guardia que vio y le preguntó:
—¿Dónde está el ron?
—¿Ron? ¿Te crees que esto es un puto bar?
—¿No entiendes de nombres en clave o qué?
—¡Maldita sea! ¡Ya estamos bastante ocupados buscando al chalado que ha dado una paliza al guardia de la puerta como para ocuparme de ti!
—¡¿Me vas a decir dónde está el prisionero 011010110110100001100001 o tendré que sacártelo a hostias?!
—¡Ah! ¡Conque un gracioso!
—¡Verás cómo te ríes! —dijo al tiempo que le propinaba un puñetazo en los cojones.
El guardia se dobló por el dolor.
—Y ahora que estamos a la misma altura, ¿me dirás dónde está 011010110110100001100001?
—Terce-era puerta a a la izquiquierda… —dijo el guardia con dificultad.
—¿Ves como no era tan difícil? —le respondió su interlocutor con una sonrisa sincera, tras lo que se dirigió como si nada a la puerta.
Ésta se abrió con la identificación de su pulgar mágico y tuvo el paso franqueado para poder ver, a media luz, cómo Khazike Khashondo colgaba bocabajo con varias camisas de fuerza fabricadas en hierro y una sonrisa divertida en la cara.
—Cuánto tiempo, Geekman.
▼▼▼

¡Eeeeeeeehhhhh! ¡Hemos vuelto! Sí, dejad de frotaros los ojos si sois veteranos o de decir “wtf?” si sois nuevos. Vuestro narrador favorito ha vuelto y con él nuevos capítulos de lo que antes era Yo, Khazike. Para los n00bs que no lo conocieran es una hilarante serie de relatos que narran las aventuras del bellísimo, listísimo, fortísimo y modestísimo Khazike Khashondo en la que salen personajes ilustres de nuestra amada frikipedia. Si estás leyendo esto a lo mejor algún día sales. ¿A qué esperas para hacerle la pelota a Khazike? Es más, ¿a qué esperas para pasar de mí y seguir leyendo?
Pero antes un anuncio de nuestro patrocinador: Flanes Dhal. “¿Aburrido de comer siempre con la misma cuchara? ¿Harto de que el flan escape de tus garras y tu boca? ¡Ya nunca más! ¡Con el cucharón de madera Dhal patentado eso no volverá a ocurrirte. ¿A qué esperas para comprar tu cucharón Dhal? Está dhalicioso.
¡Y ahora continuamos! Y recordad: nada de esto es real cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia (no me demandéis).

—Estar colgado es lo que tiene. Uno no recibe demasiadas visitas y comida la justa. Y, créeme, no quieres saber cómo lo hago para mear.
Geekman le miraba sentado en una mesa que había en la habitación.
—¿Y Marisa?
—La tienen en otra celda. Dicen que es más peligrosa que yo.
—Es que tú sin Marisa eres un paquete.
—¿A que te mato?
—¡Inténtalo, pera de hagua!
Khazike se sacudió un poco intentando liberarse, pero pronto la vaguera pudo ás que él y desistió.
—Bueno, ¿has venido a insultarme o simplemente te aburrías?
—He venido a decirte algo.
—Ya me has dicho algo.
—Me refiero a otro algo.
—Pues escupe de una maldita vez.
—Necesito tu ayuda —dijo Geekman repentinamente serio.
—Como todos. ¿Qué tripa se te ha roto?
—El reino va chungo.
—¡Me la suda el reino!
—¿Después de haberlo salvado?
—Fue por casualidad y lo sabes, yo sólo quería patear cabezas.
—En cualquier caso la cosa se está yendo a pique.
—¿Qué parte de que fue por casualidad no te acaba de entrar?
—El rey Trekso se fue un día a dormir y todavía no ha despertado. Trucha, el antiguo rey, ha retomado el puesto y las cosas no van tan bien como deberían.
—¿Ha soltado a los wombats? —preguntó Khazike ahora extrañamente interesado.
—Está organizando una caza de brujas, los renegados han organizado guerrillas en el bosque y sus consejeros le envenenan la mente.
—¿Eso no se parece mucho al señor de los anillos?
—Ssshhh, calla.
—Bueno, aunque quisiera ayudar estoy un poco colgado.
—Escapa.
—Nah, aquí tengo comida gratis.
—¡Te tienen colgado bocabajo!
—Es mejor que pagar alquiler.
—Te diré lo que haremos. Tengo tu caravana, estaré con ella aparcada tres días en la puerta de la cárcel, si quieres venir te daré 20 de los grandes.
—¿20 de los grandes? Me lo pensaré.
Geekman no dijo nada más. Se puso en pie y salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas.
Khazike se quedó sólo con sus pensamientos, meó un rato y siguió pensando. Al cabo de un rato gritó:
—¡Guardia! ¡¿Queda mucho para la cena?!
Silencio.
—¡¿Guardia?!
Silencio.
—¡Oh! ¡Qué demonios! ¡¡¡Mariiiiisaaaaa veeeeeeeen!!!
Continuará. ( o Y o )

8/2/09

La librería del fin del mundo

Allí estaba. Sí, allí estaba, por fin, burlona, riéndose de todos los demás.
Él la observaba jadeante y cansado, sin dar crédito a sus ojos. ¿Había acabado todo ya? ¿Había llegado por fin a su meta? ¿O el verdadero camino acababa de empezar? En cualquier caso se hallaba entre sorprendido y decepcionado ante la visión de su presa de años, la librería del fin del mundo.
Nadie había sabido decirle con exactitud la forma del singular edificio, él hubiera esperado un enorme castillo o una altísima torre que se hundiera en el cielo; hubiera esperado cualquier cosa excepto una pequeña casa de adobe medio destartalada. Por un momento pensó que se había equivocado, que no podía ser, pero pronto volvió a sentir cómo la librería se clavaba en su corazón y supo sin duda que estaba ante ella.
Se vio incapaz de entrar. Las piernas no le respondían. Y se volvió a preguntar por millonésima vez si de verdad el viaje había valido la pena, si de verdad valió la pena dejarlo todo; a su mujer y a sus hijos cuyos rostros en su recuerdo ya se hallaban borrosos y desgastados, tan erosionados como las piedras de una catedral milenaria. Había salido de su casa sin mirar atrás, sin prestar oído a los llantos que tras él suplicaban y le preguntaban "¡¿por qué?!". Él sabía por qué, pero no podía decírselo. ¿Cómo explicar el sentimiento? ¿Cómo explicar lo que se siente cuando la librería se mete en tu corazón y te llama, impaciente, incesante, golpeando tu mente día y noche? La única solución era salir o volverse loco.
Había oído la llamada años atrás de boca de un hombre cuyo rostro no recordaba y cuyo nombre nunca supo que por azar llamó un día a su puerta pidiendo hospitalidad. Él le contó que iba en pos de la librería, la mágica librería... Le contó cientos de leyendas, cientos de historias que parecían descabelladas, pero que al vertirse en sus oídos se convertían en un dulce embrujo que poco a poco fue envenenando su entendimiento. A los pocos días de irse el extraño sólo podía pensar en la librería y lo que contenía.
No había salido solo. Había muchos otros locos deseosos de jugarse la vida para encontrar la librería. Perdón, ¿he dicho encontrar? En realidad encontrar la librería no representaba mayor dificultad, toda leyenda sobre ella que pudiera llegar a tu poder coincidía en la mayor parte con todas las demás, por lo que hallar la localización de la misteriosa estructura no era tan difícil como llegar hasta ella.
No, no había salido solo, pero sí había sido el único que había llegado. Todos los demás dejaron su cuerpo y su vida tirados en alguno de esos páramos olvidados por el hombre y reclamados por bestias a las que los humanos jamás pusieron nombre. Los nombres de todos aquellos tanto o más locos que él también habían abandonado la memoria, posiblemente no demasiado lejos del lugar en el que cayeron.
Y ahora se repitió una vez más que por fin estaba allí, frente a él estaba la librería y su contenido. La librería en sí sólo era el envoltorio, lo importante era lo que guardaba. El libro, eso guardaba. Nadie sabía lo que aquel libro decía, pero eso no impedía que cientos de personas se lanzasen en su busca. Algunos decían que contenía los secretos del mundo, otros que contenía el futuro de la humanidad o de quien lo leyera, otros que simplemente era una metáfora.
Estuvieran en lo cierto o equivocados, él se había decidido a averiguarlo. Había erradicado el pequeño motín de sus piernas y, aunque entre temblores, caminó decidido hacia la puerta abierta por la que se filtraba un poco de luz del exterior, le dio una patada y se lanzó dentro.