31/7/12

Casi dos meses más tarde...

¡Feliz cumpleaños, Paranoias Khazikiles! ¡El cinco de junio hiciste cuatro años pero me olvidé por completo! ¡Otra vez! ¡Lo siento! Es que estaba de exámenes o algo...

La cuestión es que, como de costumbre, no hay regalo para ti. Aunque sí uno para que los lectores se entretengan, aunque seguro que esos plumíferos no me harán ni caso. Echad un ojo:
¡El regalo es la trifuerza! Pero esperad, solo hay un triángulo, ¿qué demonios pasa aquí? Debo haber perdido los otros dos por el blog. Oh, no, ¿qué voy a hacer? ¿Quién me va a ayudar a buscarlos?

Bueno, vale ya de teatro, el juego va así: yo he escondido los otros dos trozos de la trifuerza en dos entradas distintas del blog, el primero que me comente en esta entrada diciéndome cuáles son se lleva el regalo de verdad, que a saber qué es. Solo estarán una semana por ahí rondando, así que daos vidilla.

Como ahora mismo (contando esta) hay 232 entradas en el blog, os daré un par de pistas:
  • Faltan las del valor y la sabiduría.
  • Para ser valiente no hay que huir del fuego, sino afrontar los golpes.
  • Sabiduría significa luchar contra la ignorancia y saber que hasta el inculto voluntario es in inculto.
Hala, que está sencillo. Ahora la reina de Inglaterra en persona dará el pistoletazo de salida.

¡BANG!

El premio ya ha sido reclamado (ha sido rápido), pero si de todas formas queréis echar un buen rato podéis buscar por las entradas sin mirar el comentario con la respuesta. Have fun!

28/7/12

Resultados de la ¿encuesta seria?

Hace un par de semanas os comentaba que había abierto una encuesta y que votaseis. Solo lo han hecho siete personas, pero a mí me basta. Es más de lo que esperaba, sinceramente. A ver si podemos discernir la seriedad de dicha encuesta observando sus resultados. Que, por cierto, aquí están:

Lo primero, como viene siendo frecuente en Google, los resultados no suman 100%. Dado que 3/7 es un 42,857142857142857142857142857143% lo podemos redondear a 43% y ya nos sale.

Para empezar solo una persona estaba decidida de que esta encuesta era seria. Y por supuesto ha acertado, yo ya lo sabía desde el principio, por lo que en realidad la encuesta no tenía ninguna razón de ser. Dicha persona ha ganado un pellizco gratis que ya le llegará de mano del cartero (aunque hará bien en pagarle los gastos de envío a contrarreembolso si no quiere llevarse otro(s)).

En cambio la mayor parte de los votantes están divididos, no saben si son fans de Antonio Banderas o si tienen 60 años. Aunque otra forma de verlo es que 3 de ellos han elegido la opción absurda para no mojarse y otros tres se han equivocado al creer basándose en las apariencias (y no en mi percepción subjetiva) que la encuesta no era seria. Necios...

De cualquier forma así queda la cosa por ahora. Acepto más ideas de encuestas en los comentarios. Qué demonios, quizá hasta haga una encuesta sobre qué encuesta hacer... ¿No sería eso lo bastante postmoederno?

Ya veremos. Tengan ustedes un feliz sábado.

26/7/12

Tynok el Bárbaro - 2

Tynok recorría con paso seguro las calles de la ciudad de Andhora. Era una de esas ciudades del sur con casas pintadas de ocre y sangriento, y calles estrechas, mal asfaltadas e insalubres; llenas de charcos que seguramente no se habían formado por las casi inexistentes precipitaciones. Animales y personas olían tan mal que costaba distinguir a simple vista cuáles estaban muertos en un callejón y cuáles simplemente aprovechaban la sombra para echar una siesta. El sol lo presidía todo, siempre (excepto de noche) ardiendo con el pleno vigor que se espera en un lugar entre el mar y el desierto (otro mar, pero de arenas ardientes); y bajo él, pero aun por encima de la ciudad, se erguía el palacio del sol impostor, el rey de Andhora, al que hacía tiempo que nadie veía directamente, pero que seguía gobernando (o esclavizando) con mano de hierro a  su pueblo por medio de sus numerosos consejeros, burócratas y espías... Desde luego era el tipo de ciudad en la que uno debe andar con paso seguro o puede acabar siendo el involuntario comprador de siete puñaladas en la espalda a cambio de cualquier cosa que llevase en los bolsillos.

Tynok estaba aprovechando que ya habían pasado las horas de más calor y la ciudad volvía a su común vitalidad para preguntar por el signo del hechicero. Lo hacía disimuladamente en tabernas o esquinas oscuras a quien creyese que podía tener información y era discreto. Por supuesto no iba enseñándole el culo a todo el mundo, hacía tiempo que había dibujado él mismo una réplica del símbolo usando para ello papiro y tinta robados de un mercader de Caan, un raro artefacto (que los sabios conocen como "espejo") que había recuperado del tesoro de la bruja roja de Siin-ta' y mucha paciencia. No obstante su búsqueda estaba resultando infructuosa, nadie parecía saber nada del símbolo. No del tipo mirar hacia los lados nerviosamente, decir que no sabía nada de forma cortante y balbuceante, y alejarse apresuradamente; sino del tipo que realmente no sabe de qué demonios le estas hablando ni nunca ha visto ese símbolo con dos hexágonos entrelazados que le estabas enseñando. Era un poco frustrante, todo parecía señalar a Andhora y sin embargo aquí la pista se enfriaba por completo...

Pero la verdadera razón de que caminase con paso seguro era para que los tipos que lo perseguían no supiesen que él sabía que lo seguían... Aunque quizá ellos sabían que lo sabía y fingían no saberlo... Era mejor no darle muchas vueltas al asunto, sobre todo porque el problema más acuciante era pensar qué hacer con ellos. Solo los había visto por el rabillo del ojo y no estaba seguro de si eran simples ladrones o tipos que le habían visto preguntar sobre el símbolo y resultaba que ahora también ellos querían respuestas. El mejor curso de acción sería darles esquinazo y pasar de ser la rana a ser la serpiente; seguramente si perdían su presa volverían a su escondrijo. No sería fácil darles esquinazo en una ciudad laberíntica como Andhora, donde cada uno construía a la buena de sus dioses escorpiones... Un giro a la derecha, dos a la izquierda, sigues recto, otro giro a la derecha y... ¡Mierda! ¡Un callejón sin salida! ¡Malditas ciudades laberínticas!

En efecto Tynok había dado con una calle sin salida y las casas que la cercaban eran demasiado altas para escalarlas a tiempo. Oía a sus perseguidores a punto de llegar, por lo que no le quedaría más remedio que resistir. Puso la mano en el mango de su hacha de guerra. Eran cinco los que llegaron, vestidos con túnicas y capuchas negras que los cubrían totalmente (incluso llevaban guantes negros ocultando sus manos). Tynok sospechó que no eran humanos o ya hubieran muerto de calor al ir de tal guisa, él tan solo llevaba un taparrabos y sudaba como un pollo. Lo único que veía de ellos que no fuera tela era un ojo que salía del centro de sus caras. Era totalmente rojo, perfectamente esférico y no dejaba de girar, de extenderse y acortarse, emitiendo zumbidos. Tynok sacó su enorme hacha de dos hojas y la esgrimió con uno solo de sus poderosos brazos cubiertos de sudor. Las sombras o cíclopes o lo que fueran se movieron con celeridad para rodearlo. Una de ellas fue más temeraria y se acercó lo suficiente para que el hacha de Tynok le abriese un segundo y alargado ojo rojo desde el hombro izquierdo hasta el ombligo central. Al menos se les podía herir y sangraban, eso era una alivio. Otro se le acercó y se tragó el golpe de vuelta del hacha, pero eso le dejó en mala posición y otros dos se encaramaron a sus brazos, impidiéndole moverse. Gritó con toda su rabia esperando que eso sirviera de algo, pero evidentemente no fue así. En un abrir y cerrar de ojos la tercera sombra superviviente se colocó tras él, notó un fuerte pinchazo en la nuca y luego simplemente hubo negrura. Como cuando los dioses apagan ese aparato mítico que los sabios llaman televisor.


* * *


Tynok despertó sentado en una silla ornada al estilo Andhorano, llena de filigranas, azulejos, pequeño relieves y piedras semipreciosas. Frente a él había una mesa más o menos igual y sobre ella pequeño vaso que contenía un líquido verde oscuro aún humeante.

—Monstruos, drogaron el té...

—Me temo que no es ese el caso, Tynok. Solo quería mostrar un poco de cortesía ya que es usted un invitado en mi casa.

Al oír esa voz Tynok recobró un poco más de consciencia y empezó a mirar a todas partes. La mesa y la silla realmente desentonaban con el oscuro lugar en el que se hallaban. Parecía una especie de taller subterráneo, lleno de mesas de trabajo, extraños objetos metálicos y herramientas esparcidas por doquier. Por fin sus ojos azules encontraron a la persona que había hablado: era un hombre alto, delgado y maduro como delataban sus canas; vestía cómodas ropas de trabajo (una fina túnica bajo un mandil de cuero) y un par de guantes gruesos de buena calidad. Sonreía. Pero lo que realmente llamó la atención a Tynok fue que tras él había dos de las sombras que le habían capturado, que él mismo llevaba alrededor de la cabeza una tira de cuero con uno de esos ojos rojos zumbantes que cubría los suyos propios, que en su mandil de cuero estaba grabado el símbolo del hechicero del que había jurado vengarse y que el hombre mismo era aquel hechicero.

—¡Tú! —gritó intentando levantarse para estrangularlo.

Él, sin duda. Pero los intentos asesinos de Tynok deberían esperar, ya que estaba fuertemente encadenado a la pesada silla.

—Ah, veo que me reconoce, eso nos ahorrará un tiempo muy valioso en presentaciones.

—¡Te sacaré las tripas, escoria hechicera! ¡Tú mataste a mi amo!

—Que yo recuerde (ah, los recuerdos...) fuiste tú quien le mató con tus propias manos.

—¡Porque tú me manejabas como una marioneta! ¡Me repugna recordarlo!

Escupió a los pies del hechicero, pero no acertó.

—Tecnicismos.

—¡¿Por qué me has capturado?! ¡¿Vas a matarme a mí también pedazo de escoria?!

—¿Oh? No, no. No por ahora. Verá, hace años, durante nuestro primer encuentro le dejé ir porque consideraba que de nada más podría servirme y que efectivamente nunca representaría una peligro real para mi persona o mis obras. No obstante al poco descubrí que había partido con algo muy importante para mí, aunque no lo supiera entonces ni lo sepa ahora. Por eso fui dejando pistas a su paso, para conducirlo hasta aquí. He sido muy paciente, pero ha valido la pena.

—¡No conseguirás nada de mí insecto!

Sus grilletes hacían honor a su nombre cada vez que lo agitaba con fuerza para intentar liberarse.

—Esa afirmación será contrafactual en pocos instantes —se volvió hacia las sombras cíclopes—. Llevadlo a la máquina.

Llegaron otras seis sombras aparte de las que ya había desde distintos puntos del taller y entre las ocho levantaron a la silla y al bárbaro a la vez para conducirlos a ambos en volandas hasta una parte del taller que realmente no se diferenciaba mucho del resto. Mientras el bárbaro no paraba de gritar (solo para intentar morder cualquier cosa que se le acercase a la cara) lo  tumbaron aun encadenado a la silla sobre una enorme roca que haría las veces de camilla. Al poco empezaron empezaron a conectar cables a su cabeza, clavándoselos como agujas. Nada podía hacer para evitarlo.

—Ahora duerme —le sugirió el hechicero mientras manipulaba los botones de una especie de terminal cercano—, mientras mi ojo lo ve todo.

Y en efecto durmió y soñó que recordaba.

24/7/12

Era domingo y hacía sol

Esto iba a ser el primer párrafo de otra historia. Pero que me jodan, he roto el molde con las primeras 200 palabras y no he sabido continuar al mismo nivel, así que se queda como microrrelato, es lo mejor:

Era domingo y hacía sol. Ramiro, como todos los domingos que hacía sol, estaba encerrado en su casa, con un pijama fresco, viendo las películas que ponían los fines de semana por la tarde. Ese día echaban Conviviendo con las Serpientes durante el Huracán Perfecto, sobre una mujer joven llamada Casandra que ha heredado una casa familiar y ahora vive sola en ella mientras la restauran. Pero un día se declara un huracán y tiene que quedarse encerrada en casa, aunque no tan sola como cree pues la casa está plagada de serpientes en las que se ha reencarnado el fantasma de una antepasada suya muerta durante la Guerra Civil Americana que intenta prevenirla de que en la casa también hay un asesino satánico que en realidad es su hermana gemela transgénero, embarazada del exmarido de Casandra (al que su hermana también asesinó tras el coito como la psicópata que es). Y nadie cree a la pobre protagonista a pesar de que lo ha visto todo en los posos del té. Era mierda, pero mierda entretenida.

19/7/12

La Reina en el espejo

La Reina terminaba sus labores al anochecer, tomaba un baño y se retiraba a sus aposentos para mirarse en el espejo.

Esperaba que este le mostrase su rostro aún bello a pesar de los años y la reconfortara con la visión de la belleza serena que trae la edad. Pero lo único que odía ver en él era el rostro de su hija Blancanieves.

La odiaba por su belleza, por su juventud, por su rostro que encendía la envidia de los ángeles, por su cuerpo perfecto de dieciséis años. La odiaba porque la amaba. Amaba la encarnación de la perfección que había concebido, deseaba beber de sus labios hechos para besar, unirse a su cuerpo hecho para amar. Pero no podía.

Y eso la atormentaba todos los días. Su aroma de azucena salpicaba cada rincón del castillo y la torturaba. En sus sueños solo había dolor y cárceles que la alejaban de Blancanieves.

Al fin determinó matarla. Y así esperaba poder escapar de su prisión de amor.

Hizo llamar a su mejor Cazador. Era alto y fuerte, con todo el cuerpo cubierto de un vello oscuro e hirsuto, que le daba más apariencia de bestia que de hombre. Soltó un gañido de sumisión y se dejó caer sobre una rodilla haciendo temblar la sala. Se ponía a los pies de su reina, que se servía de él para sus más infames mandatos. Aquel ser apenas conservaba un ápice de humanidad de modo que cuando le pidió el corazón de Blancanieves, él no dijo nada y se marchó en silencio.

Blancanievs se había internado en los bosques que rodeaban el castillo huyendo del horroroso hombre que la perseguía. Las ramas rasgaban sus vestidos y su delicada piel; intentaban retenerla agarrándola de los cabellos y ponían raíces en el camino de sus delicados pies para hacerla tropezar. Pero todo lo que podía hacer ella era correr. No podía luchar contra aquel hombre, ni siquiera pedir auxilio podía, ya que había nacido muda.

El Cazador le ganaba terreno paso a paso, no tenía prisa. El bosque era su lugar, la chica no tendría a dónde esconderse.

La tomó de la cintura y la arrojó a la alfombra de hojas. Se echó sobre ella para evitar que escapase y sacó su gran cuchillo, pero entonces no pudo usarlo.

Los ojos negros de Blancanieves, su cuerpo rígido por el temor no lo habían conmovido; solo aquel aroma de azucenas que manaba de su cuerpo y que, sin ser invitado, se había colocado en el espíritu del Cazador y no le dejaría matarla.

La dejó ir y le dijo dónde podrí refugiarse. Ella lo miró entre confusa y agradecida y se alejó a la carrera como la corza herida.

El Cazador salía del bosque de vuelta al castillo cuando en una suave colina vio a una muchacha tomando el sol con un vestido blanco. Se abalanzó sobre ella y tiñó la tela de rojo con la sangre que primero surgió de su virgo y después de su corrazón arrancado. Ahora tenía algo que entregar a la Reina.

Blancanieves a duras penas atravesó el bosque y alcanzó el claro que el Cazador le había indicado, en el crepúsculo. En él había una rudimentaria cabaña de troncos a oscuras. Blancanieves se acercó a la tosca puerta y golpeó con su manita una vez. Dos veces. Tres. Y no hubo respuesta del interior.

Se armó de valor y empujó la puerta, que no estaba cerrada. Espió por la pequeña abertura que había creado y vio una única sala prácticamente vacía. Lo único que logró distinguir fue un bulto en una esquina que se agitaba desacompasadamente; la aterró creer oír un gruñido. Se atrevió a subir más la puerta para poder distinguir algo con la suave luz del sol languideciente. Y entonces vio ropa y carne en el bulto, carne asustada a la que no le gustaba la claridad.

El miedo de Blancanieves no pasó del todo, pero se le añadió una profunda compasión. Entró, cerró la puerta y esperó a que sus ojos se acostumbraran a la penumbra. Entonces pudo verlos: eran siete pequeños seres deformes que se ocultaban allí de la ira del mundo. Estaban tanto o más asustados que Blancanieves, pero ella se acercó despacio y les mostró que no quería hacerles daño. Todos se tranquilizaron.

No pudo explicarles cómo ni por qué había llegado hasta allí, lo cual en realidad fue de ayuda pues los enanos, sabiendo que era muda, la tomaron por una desdichada como ellos y la dejaron quedarse.

La cabaña olía cada vez más a azucenas a medida que Blancanieves vivía allí y se acotumbraba al lugar. Los enanos temían la luz por lo que dormían durante el día y solo salían de noche a buscar comida mientras ella cuidaba la casa.

La Reina, que había guardado el corazón impostor en un cofre de oro como su mayor tesoro, ya tenía por muerta a Blancanieves, pero eso no la consolaba. Seguía oliendo las azucenas, aunque más lejanas,  algo en su corazón de madre, en lo más hondo, le decía que su hija estaba viva.

Un día no resistió. Se disfrazó y preparó filtros para cambiar su propio cuerpo, convirtiéndose de nuevo en una joven de curvas infinitas. Pintó sus labios con un carmín más rojo que el fuego que ella mísma había preparado y partió, dejándose llevar por su olfato.

Siguiendo el rastro salió del castillo, pasó junto a los huesos sin enterrar de la víctima del Cazador, se internó en el bosque y llegó al anochecer a la cabaña del claro, cuando los enanos ya habían salido y Blancanieves estaba sola cosiendo... Pero detuvo su labor cuando oyó llamar a la puerta.

Al abrir, la princesa se encontró con otra chica desnuda, cuya belleza competía con la suya. Su piel brillaba reflejando la claridad de la luna y su cabello rojo caía por su espalda; pero lo que más atrajo a Blancanieves fue que olíaa rosas.

Ninguna de las dos habló, una porque no podía y otra por no revelar su identidad, pero no hizo falta. No pudieron resistir sus mutuos aromas que se entremezclaron en un baile de fragancias durante toda la noche.

Cuando los enanos llegaron cerca del amanecer, todo el claro olía como debían oler los ángeles, de una forma tan placentera que había arrebatado la voz a los pájaros. Pero al entrar a la cabaña encontraron a Blancanieves desnuda y muerta, envenenada por el carmín de la Reina en un beso traidor que había consumado al tiempo sus deseos de amor y muerte.

El Príncipe estaba preocupado pro su hermana Blancanieves. Desde que desapareció hacía días no tenía otra ocupación que batir el bosque en su busca, día y noche, a lomos de su poderoso corcel. Y fue una noche cuando la encontró muerta sobre una tosca pira. Siete seres deformes estaban a su alrededor.

Él, nublado por el pesar, sacó su espada tan brillante que cegó a las criaturas. Intentaron huir, pero els dio caza a todas y segó sus vidas en el lugar donde estaba la pira. Su sangre salpicó en todas direcciones, manchándolo totalmente a él y al cuerpo de su hermana.

La última gota de sangre del último enano resbaló por la hoja de la espada del Príncipe mientras lo remataba y salió disparada hasta la boca de Blancanieves, se filtró por sus labios pálidos y por primera vez, demasiado tarde, habló.

«Fue la reina. Eran inocentes».

No hubo forma de que el Príncipe no la creyera. De su boca surgió un fuerte aroma a rosas que no le permitió dudar. Miró sus manos llenas de sangre inocente y enloqueció.

Su figura se recortaba contra el bosque que él mismo había puesto en llamas. Se dirigió directo al castillo y luego a los aposentos de su madre, que se miraba en su espejo de mano y sonreía con verdadera alegría por primera vez desde hacía años. Pero en el reflejo vio el rostro de su hijo, sin juicio y cubierto de sangre.

Solo alcanzó a ponersede pie antes de que la espada le atravesase el pecho. Ambos caminaron como en una danza macabra guiada por el Príncipe hasta el ventanal que dominaba la habitación y saltaron.

Ese día amaneció rojo.

12/7/12

¿Encuesta seria?

Como podéis ver encima de esta entrada (a no ser que estéis en la página principal y haya publicado otra cosa, en ese caso, hola, gente del futuro no muy lejano pero tampoco próximo) hay una encuesta que os pregunta si la propia encuesta es seria. Os recomiendo que respondáis con sinceridad, ya que es muy importante para que el blog siga adelante. Venga, veeeenga.

11/7/12

Tynok el Bárbaro

Y muertas las cien esposas, que tan locas se hallaban,
que a sus maridos sin dudar muerte atroz les daban
convirtiéndolos en borregos y comiéndoselos como si nada,
él alzose sobre la pila de cuerpos como el sol al alba.

Él, Tynok el bárbaro, el más forzudo,
de todos el más valiente, y sin duda el más velludo
el más rubio y audaz, el más testarudo,
no hay ninguno más hábil, si es que es cojonudo.

Y en otra ocasión, suya fue la victoria cuando...


—Ya está bien, juglar. Toma una moneda, cállate un ratito y déjanos a solas.

—Como mande su barbaridad —respondió el cantor de fino trino, retirándose.

El hombre que le había pedido con tanta amabilidad que se fuese era Tyrok el bárbaro. Se trataba de un ser colosal, de diecisiete varas de Hooglandia de alto (para aclarar, una vara de Hooglandia es un poco menos que un pie de Gigantia. Una pechá, vamos). Su torso estaba terriblemente musculuado y marcado, incluso había desarrollado músculos en los músculos y cicatrices en las cicatrices a causa de todas las broncas en las que se metía viajando de puerto en puerto buscando algo que arrasar/comer/violar, eso es lo que hacen los bárbaros. Y como buen bárbaro solo vestía unos modestos pantalones de cuero que le llegaban hasta el tobillo (hacía frío en esa época del año) y un casco. El casco parecía robado a algún ciudadano-soldado durante una visita a Heladia, pues llegaba hasta las mejillas y tenía protectores para los ojos; eso sí, por pudor lo había adaptado quitándole el penacho rojo y añadiéndole los dos pequeños cuernos reglamentarios. Bebía de una jarra de cerveza que sujetaba con una mano con dificultad —sí, la misma mano con la que había estrangulado a un toro monstruoso hacía apenas unas horas, porque no había nada de cenar—. Mientras yo os contaba esto él había echado un par de tragos que sonaban como las olas rompiendo como un acantilado; ahora ya tiene el valor necesario para hablar con la persona que tiene delante, oigámoslo.

—Vilenius el Traidor, eres mi más leal compañero y la persona en quien más confío después de mí.

—Lo sé señor —Fueron las palabras que salieron de su boca junto con el vaho pestilente del que no conoce o rechaza las bendiciones de la higiene dental. Sus ojos brillaban con una inteligencia que mezclaba irónicamente lo ratonil y lo serpentino.

—Por eso quiero confiarte ahora mi mayor secreto.

Vilenius el Traidor se frotó las manos debajo de la mesa, pero su rostro no cambió, seguía siendo igual de taimado y voraz.

—Podéis decirme lo que queráis, ya lo sabéis.

—Verás —Tynok dio otro sorbo a su colosal jarra—, no siempre he sido el poderoso bárbaro de larga melena rubia que ves ahora.

—Señor, ya imagino, todos hemos sido jóvenes... Yo de pequeño, por ejemplo, era una monada. O eso dice mi mamá.

—No me refiero a eso. Quiero decir que no siempre he sido humano.

—¿Señor?

—Hace años, antes de empezar esta vida de violencia y pillaje, yo era un joven yorkside terrier llamado Tino y me encantaba pasear con mi amo.

Vilenius el traidor se quedó un poco perplejo, pero pronto la curiosidad se sobrepuso. O bien su señor estaba loco o bien podía contarle algo realmente interesante, todo beneficios.

—Pero un día —continuó Tynok—, durante nuestro paseo matutino, un hechicero nos asaltó con intención de asesinar a mi amo. Para echar unas risas me transformó en el enorme humano que ves ahora y me obligó con su magia a estrangularlo lentamente... Cuando cumplí su orden y el hechizo se disipó intenté matarlo a él con toda mi rabia. Pero su brujeria era poderosa; me dejó paralizado y me marcó para que no lo olvidase. Y hay dioses que no lo he hecho —exclamó dando un puñetazo que casi destroza la mesa reforzada con remaches metálicos—, pues desde ese día viajo por el mundo buscando venganza, preguntando si alguien sabe algo sobre el símbolo maldito con el que me marcó.

—Señor, es una historia terrible. Terrible de veras.

—A lo mejor tú sabes algo del signo, no tengo ni idea de por qué no te he preguntado antes en todo este tiempo.

—Dejádmelo ver y os lo diré, su barbaridad.

Tynok hizo un profundo asentimiento y se puso de pie como debió ponerse en pie el Himalaya hace un tiempo cuando chocaron las placas tectónicas que lo formaron. Se dio la vuelta, se bajó un poco los pantalones y mostró sus posadera a Velanius el Traidor (lo que no suele ser buena idea).

Ahí estaba el símbolo, grabado a fuego en su nalga izquierda. Dos hexágonos entrelazados formando un rombo en el centro en cuyo interior había un círculo. ¿Sabéis qué? Más sencillo que describirlo es que lo veáis vosotros:


—¿Te suena de algo? —preguntó Tynok, aun exponiendo sus partes pudendas.

Vilenius el Traidor empezó a mirar a los lados nerviosamente, a sudar copiosamente y a frotarse las manos tan rápidamente que la fricción bien podría hacer que ardiesen de un momento a otro.

—... No, señor. No sabéis cuánto lo siento.

—Ya... —se resignó Tynok mientras se subía los pantalones—. Pero no te tortures, porque he oído rumores de que ese hechicero podría estar en esta misma ciudad. Lo que quiero es que salgas a la calle y averigües todo lo que puedas, que yo haré lo mismo.

—Descuidad, señor, no habrá otro más diligente que yo en estos asuntos.

—Así lo espero, Vilenius el Traidor. Ahora fuera y diles a las dos muchachas que entren.

Cuando había salido por la puerta, Vilenius el Traidor fue riéndose por lo bajo hasta llegar a su habitación en la posada, momento en que empezó a reírse a carcajadas.

1/7/12

Figura literaria

Hola, me llamo Juan y trabajo como figura literaria desde hace veinte años. De joven empecé como metáfora, pero no era algo fácil, hay que estar hecho para ese trabajo. Yo llegué al punto de que no sabía si era una almena de diamante , una montaña nevada o la barba de Papá Noel. Al final eso me trajo repercusiones psicológicas, pero ya estoy bastante mejorado.

Volví pronto, pero esta vez busqué cosas más prosaicas, no estaba hecho para el verso. Empecé a hacer varios trabajos: pregunta retórica, antítesis, pleonasmo. Me gustaba y se me daba bien, pero sabía que podía llegar a más. Un día me libré de mis dudas, aclaré mis ideas y dejé de repetirme: quería trabajar como personaje.

El teatro no me llamaba nada, de modo que probé suerte con la narrativa. Empecé como estra en los estratos más bajos de la literatura: rellenaba huecos en relatos de fanfiction de niñas pajilleras, microrrelatos cutres, pintadas en servicios... Tuve un papel principal en un relato erótico, pero no me enorgullezco mucho de cómo fue la cosa, no.

Poco a poco fui llegando a producciones de más caché: novelas de más de quinientas páginas de odos los géneros: realista, policiaca, terror, fantástica, de autoayuda también. Sí, estuve en muchas de las grandes... pero siempre como extra. No llegaba ni a personaje terciario, no podía decir ni una mala línea de diálogo. Mi único trabajo aera andar por ahí intentando que no se me leyera demasiado para poder salir en otra escena... y esperar mi oportunidad.

Pero no llegaba y yo seguía viviendo en un minúsculo apartamento de uno de los peores barrios de la ciudad compartiendo comida en lata con mi gato oxímoron y mi tortuga Polisíndeton, aunque ella no coma comida en lata.

Aunque mi suerte parece estar cambiando. Me he encontrado con un escritor aficionado que buscaba un narrador en primera persona. Nunca se me había ocurrido ser narrador, pero por lo visto no lo hago mal. Es algo un tanto independiente, pero me gusta. Ya os contaré más cuando lo termine.