20/7/11

El taxidermista

Hola, Susie, qué sorpresa.
¿Qué? ¿Tomar el té? ¿Saben tus padres que estás aquí?
Esa sonrisa me lo dice todo, pequeña granujilla. Pero tendrás que volver pronto o se preocuparán… De modo que solo una taza, ¿de acuerdo?
Jaja, muy bien. Pasa.
¿Qué? ¿Una historia? Bueno, supongo que puedo contártela mientras preparo el té, ven a la cocina.
Bien, ¿de qué quieres la historia? ¿Cómo? ¿Que dé miedo? Tus padres se enfadarán conmigo si luego no puedes dormir, pequeña.
Vale, basta, basta. Te contaré una historia de miedo, pero sé más cariñosa con mis sillas, jaja. ¿Te gustan las hadas?
Sí, sé que las hadas no suelen dar miedo, pero espera un momento. Esto que te voy a contar es real y lo sé porque trata del señor que vivía aquí antes que yo. Era taxidermista.
Oh, pues una persona que conserva animales muertos, así siguen estando muy bonitos mucho tiempo. Como el alce que tiene tu papá en la chimenea… No me mires con esa cara, que todavía ni siquiera he comenzado el cuento, jaja.
Pero ese señor era un taxidermista... “Taxi”, con equis. Eso es. Era un taxidermista bastante especial. No trabajaba con animales, sino con hadas. Por lo que me han contado, las atraía con las flores de su jardín, esas violetas que tanto te gustan. Si quieres, luego puedes llevarle un ramo a tu mamá.
Bueno, la cuestión es que aquel señor cazaba las pequeñas hadas con una red muy fina. Y ya podía ser fina porque esas hadas eran tan pequeñitas como tu meñique. Y una vez las tenía en su poder, las ahogaba para no dañarles el hermoso cuerpecito.
¿De verdad quieres que siga? Así que una niña mayor, ¿eh? Bueno, entonces supongo que no habrá problema, jaja.
Cuando ya las pobrecitas no se movían, las abría para que saliesen sus pequeñas vísceras y, sobre todo, toda su sangre. En cada una no habría más de un dedal, pero dicen que puede conservar y devolver la juventud y que por eso las hadas son inmortales. Le haría falta a esta cara arrugada mía, ¿no crees?
Ah, ya está el té. ¿Azucar?
Está bien, está bien. Continuaré con la historia.
Las hadas estaban desconsoladas por haber perdido a las más bonitas de entre ellas y por eso las buscaban sin parar. Pero el señor sabía esconderse bien para que no le atraparan y a veces hasta conseguía capturar una o dos más en el fragor de la búsqueda. Era horrible, desde luego.
Pero lo peor era lo que hacía con los cuerpecitos. Los taxidermistas normales los llenan con serrín u otra cosa para que parezca que siguen vivos. Pero ya te he dicho que este era especial y había ido más allá. Él no quería que parecieran estar vivas, quería que lo estuvieran totalmente; por eso colocaba mecanismos de relojería muy, muy pequeñitos bajo la piel de las hadas. Y se pasaba horas y horas viendo cómo caminaban en línea recta sus pequeñas creaciones.
Oh, ¿ya te has acabado el té? Qué rápida. Venga, ahora tendrás que irte a casita, la historia ha terminado. ¿Cómo que no te la crees? Pues quiero que sepas que tengo pruebas; cuando ese señor se fue, dejó sus haditas en el sótano y yo todavía las cuido. ¿Quieres que bajemos y te las enseñe?
Jaja, muy bien. Pero, ¿sabes? Ninguna es tan bonita como tú…

19/7/11

El cáliz

El cáliz, un trozo de sol que algún orfebre incauto torció en una bellísmia pieza, yacía inherte en el suelo. Sus ojos multicolor y de incontables facetas miraban sin ver en todas direcciones. Como si de un Argos metálico se tratase, muchos descansaban mirando el charco rojo que se había derramado de su interior; mientras otros vigilaban la mano que debía haberle sostenido.
El candor de los anillos refulgentes contrastaba con el frío de los dedos que los atravesaban. La mano del rey era un colgajo rígido como el resto de su carne. Una carcasa vacía que rellenaba a otra de púrpura, hilo de oro, armiño... y polvo.
Y el alto trono, sepulcro improvisado, sostiene en lo más alto un ángel que se adelanta para recibirnos en su abrazo. Y su canción es terrible: «yo soy el único. Yo soy el destino del mundo».

12/7/11

¡Cachis!

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Que hace un mes y siete días del cumpleaños del blog y no me habéis dicho nada, cabrones! No es que yo también me haya olvidado, era para comprobar si os acordabais... En fin, celebrémoslo a deshora y ya que estoy anuncio que esta es la entrada 191, ya queda menos.

Pareado súbito #7

También me gustan los juegos de rol horizontales.
Los distingo de los verticales porque en estos
normalmente no usas tus propios genitales.

Mi firma en SPQRol.