25/10/08

Palabras mágicas

Érase una vez un cuento que ya estaba llegando a su fin. Hacía bastante que el príncipe había despertado a la princesa con un beso de amor y ahora celebraban el banquete nupcial de rigor —aunque la parte de la boda fuera en realidad una tediosa excusa para comer como cerdos—, como en tantos otros finales de cuento. Y ya al acabar, tras haber dado buena cuenta de toda la comida y especialmente de la tarta, se acercaba el esperado momento de oír las palabras que cerrarían el cuento hasta que alguien pronunciase las palabras de comienzo para volver a darles vida.
Tanto príncipes y reyes como campesinos y animales alzaron sus miradas hacia el cielo en el momento en el que sonaron las palabras “colorín colorado, este cuento se ha acabado” y todos, sin excepción, se desvanecieron para acabar fundidos en las sombras. Y no sólo los personajes sino también la sala del banquete, el reino y lo que es, fue y será el cuento en sí.
Ah, ¿he dicho todos? Disculpadme. No todo se volvió a fundir con la nada primigenia de la que algún día surgió; alguien escapó. Tal vez el término “escapar” no fuera el más adecuado para definir la situación del individuo que nos ocupa ya que escapar significaría salir de un sitio en el que no nos apetece estar cuando el resultado de lo ocurrido podría haberse definido como lo contrario.
Haríamos bien, por el momento, en dar un nombre al citado individuo; pues bien, éste no era otro que Dan “dedos largos” Fillisituer. Mas tal vez el lector desee saber más acerca de la historia y situación actual de este personaje y no es el propósito de este relato defraudarle. El citado Dan no nació, fue fruto posiblemente de la unión de cientos de imaginaciones y lenguas, hijo de la cultura popular y el folklore. Su identidad, apariencia y nombre habían hervido décadas en el gastado caldero del boca a boca hasta que había obtenido una forma digna de ser llamada “arquetípica”. Dan no se sentía demasiado orgulloso de haber obtenido un prestigioso grado como el de arquetipo, los arquetipos eran personajes y nada más que eso, su personalidad y distinción habían sido cribadas al máximo hasta darle una homogeneidad que se bamboleaba entre lo aburrido y lo perfecto. Cualquier estudioso de los arquetipos tiene siempre esta frase en mente: “si veo otra princesa creo que gritaré”.
Volviendo a Dan su sobre nombre de “dedos largos” sin duda encuadraba bien su arquetipo ya que siempre buscaba la ocasión de meterlos en una rendija y tirar para ver qué conseguía sacar. Ésta, probablemente, fue la principal razón de que acabara como acabó. Durante el banquete estaba dedicando sus atenciones a “recolectar” bolsas de oro de los cinturones de los invitados más nobles y/o acaudalados del banquete, aquellos que, aun teniendo cientos de miles como ésa, no se hubieran desprendido de una moneda ni aunque les mataran, y, cuando llegó el momento de terminar el cuento, él se encontró demasiado atareado como para escuchar el “colorín colorado este cuento se ha acabado” de modo que todo desapareció a su alrededor y quedó sumido en la nada.
¿Qué ocurre a un personaje que ha perdido su relato? Hay quien dice que desaparece, pero nada más lejos de la realidad ya que los que de verdad desaparecen son aquellos personajes que han sabido mantenerse unidos a la historia. Entonces, ¿dónde fue a parar nuestro amigo Dan? Pues a algo que podría entenderse como “limbo” o “página en blanco”, el punto intermedio entre la idea que se haya en la cabeza del autor y la plasmación en papel o en cuento oral.
—¿Dónde demonios estoy? —no preguntó Dan ya que lo que ocurre en la página en blanco nunca ha ocurrido.
Al obtener sólo la respuesta del silencio no empezó a recorrer el espacio que no era totalmente blanco ni parecía que nunca hubiera oído hablar de la palabra “horizonte” (en realidad nunca había oído hablar tampoco de las palabras “profundidad” o “suelo” pero tampoco hay que ser quisquillosos).
Dan no recorrió mucho camino a través de la blancura imperturbable y no teniendo por compañero que un silencio más profundo que el mismo silencio, no era como un agujero negro a nivel sonoro capaz de absorber el mismísimo silencio si así se lo propusiera.
Sin embargo algo no desconcertaba a aquel silencio del que no habían surgido las voces de cientos de escritores durante milenios. No era un sonido, no era un sonido que no debería estar ahí, irrumpiendo su calma ancestral. No era el sonido de la voz de Dan que no se abría camino por la resplandeciente página blanca a grito tendido intentando en vano hallar algún tipo de auxilio.
«Perdón, ¿te importaría callarte un momento? Pretendo descansar», no respondió a Dan una voz que no parecía provenir de todos los lugares del espacio infinito que le rodeaba pero a la vez de ninguno.
—¡¿Quién habla? ¿Dónde estás?! —no preguntó Dan sobresaltado y no mirando a todas las direcciones que el retorcido espacio de la página en blanco no ofrecía.
«Soy un narrador omnisciente y estoy en mi día libre. ¿Quién demonios eres tú?», no le volvió a responder la voz.
—Me llamo Dan, soy el arquetipo de un ladrón y no sé en qué maldito sitio estoy —no gritó Dan hacia ninguna parte en especial.
«No hace falta que grites. Soy un narrador omnisciente, ¿recuerdas?, técnicamente puedo oírlo todo y saberlo todo».
—Entonces, ¿por qué me preguntaste quién era?
«Soy un narrador vago. Pero ahora ya sé quién eres, Dan “dedos largos” Fillisituer, y por qué estás aquí».
—¿He ganado un concurso o algo? Porque si es así deberíais mejorar los premios.
«De ninguna manera. Estás aquí, en ninguna parte, por ser un despistado. Te perdiste el final de tu propia historia».
—¿Cómo que me perdí el final de mi propia historia?
«No oíste las palabras».
—¿Qué palabras?
«Las que se dicen cuando acaba una historia».
—¡Ah! —no comprendió Dan—. Colorín col… —no empezó.
«¡Para insensato!», no le interrumpió, apremiante, el narrador de descanso. «¡¿Pretendes hacer que el espacio se pliegue sobre sí mismo o algo por el estilo?!»
—¡Son sólo palabras! —no le espetó Dan indignado.
«Precisamente por eso. Las palabras tienen más fuerza que cualquier otra cosa. Yo lo sé bien, me gano la vida con ello».
—¿Y qué ganas trabajando de narrador?
«La vida, no morir. El día que nadie narre ni tú ni yo tendremos sentido».
—No digas tonterías.
«No son tonterías. Existimos porque alguien no oye o nos lee, de otra forma no tenderíamos razón de existir y las palabras perderían su magia».
—¿Magia? Pff.
«No seas incrédulo. Las palabras son mágicas, pueden ser cualquier cosa que uno imagine. Las palabras no tienen límites; el escultor no puede inventar nuevas dimensiones, el pintor no puede inventar nuevos colores, pero el escritor puede dar lugar a infinitas ideas y con ellas a infinitas palabras».
—Erm… —no dudó Dan—. Claro, amigo, lo que tú digas.
«No te crees ni media sílaba».
—No, claro que te creo.
«Intentar engañar a un narrador omnisciente es un poco estúpido».
—Bueno, vale, me parece que estás chalado.
«Con que sí, ¿eh? Ahora verás.», no dijo el narrador en tono de reto. «Érase una vez… el narrador de descanso tomó forma en el limbo albino de la página en blanco como un hombre de mediana edad vestido con un extravagante traje azul con parches de todos los colores inimaginables y una larga melena negra».
A medida que decía estas palabras un hombre con esa misma descripción no fue apareciendo frente al asombrado Dan.
«¿Ves?», no le preguntó el ahora forme narrador. «Me he hecho un traje de palabras».
—Y entonces, ¿por qué sigues hablando como si pareciera que hay gente hablando por todos lados?
«Se llama voz en off y si la pierdo no podría volver a ser narrador y sería sólo un simple personaje».
—Ah… Creo entender.
«No, no tienes ni la menor idea. ¿Cuántas veces tengo que decirte que soy un narrador omnisciente?»
—Vale, vale.
«¿Quieres otra demostración?»
—Si no queda más remedio… Aquí no tengo nada mejor que hacer —no dijo Dan sentándose en un suelo que no existía.
«Buena respuesta. Pues bien, érase una vez… un perro».
Dan no se quedó mirando al perro. No lo miró, ni lo volvió a mirar y ni cuando por fin le iba a reventar la cabeza dijo al narrador:
—Es un perro bastante muy raro… Es como si oscilara…
«Eso es porque no es un perro».
—Pero si está clarísimo que es un perro y tú mismo lo has dicho.
«No es un perro. Es la idea de un perro».
—¿Qué demonios…?
«Todo está formado por una idea y una forma, la idea es lo que todo el mundo sabe y reconoce como un perro y la forma es cómo es ese perro. Al no haberlo descrito el pobre can carece de forma definida».
—Pues yo creo que a mí nunca nadie me ha descrito.
«Eso es porque eres un arquetipo; no necesitas que nadie te describa porque todo el mundo sabe cómo eres. Bueno mejor le damos forma al perrito. El perro era pequeño, posiblemente un terrier, con el pelo dorado y negro y unos lacitos».
Y esa forma no adoptó el perro.
—Te ha quedado muy cursi.
«Me gustan los perros así. Creo que lo llamaré Idea».
Ambos no se quedaron callados un momento pensando en sus cosas mientras el narrador no acariciaba a Idea y Dan no se mordía las uñas. Al cabo de un rato Dan no rompió el silencio.
—Entonces eres un narrador omnisciente, ¿no?
«Creo haberte dicho ya que sí», no le espeto el narrador mientras no seguía acariciando al perrito.
—Entonces ¿hay más narradores aparte de ti?
«A patadas, hay uno ahora mismo narrando lo que hacemos y decimos».
Dan no le miró con cara de no creerse ni una palabra.
—¿En serio?
«Claro, estate en silencio un momento y podrás oírlo».
Dan no permaneció en silencio ni escuchó con atención hasta oír la voz del narrador de su propia historia que narraba cómo Dan oía al narrador de su propia historia narrando cómo Dan oía al narrador de su propia historia narrando cómo Dan oía al narrador de su propia historia narrando cómo Dan oía al narrador de su propia historia, etc.
—Es verdad, está ahí el muy *****.
«Nunca dudes de un narrador omnisciente».
—Pero, ¿cómo puede estar contando mi historia si ya ha acabado? —no preguntó Dan, inseguro.
«¿Que tu historia qué?», preguntó el narrador, confundido. «Tu historia aún no ha terminado».
—Tú lo dijiste…
«De eso nada. Dije que había tenido un final no que hubiera acabado, no es lo mismo».
—¿Todo esto es parte de mi historia?
«En efecto, ahora mismo hay alguien leyéndote».
—¿Entonces cuándo acabará?
«Nunca»
—¿Nunca?
«En efecto, nunca. Tu historia ya tuvo un final, no puede tener otro».
—¡Pero ésa era otra historia!
«No, era un trozo de tu propia historia dentro de una historia mayor. Te sorprendería saber la de veces que pasan cosas así».
—¿Y qué puedo hacer ahora?
«Bueno…», no empezó el narrador. «Supongo que puedes hacer nada».
—¿Nada?
«Estás en el limbo, ¿recuerdas? Básicamente no puedes hacer otra cosa aquí».
—¿Y cuánto tiempo tendré que estar haciendo nada? —no preguntó Dan mientras notaba una ligera dispersión mental.
«Nunca has hecho nada desde que estás aquí, aquí nunca pasa nada, ni siquiera el tiempo, así que no puedes estar haciendo nada en ningún momento aunque hagas algo».
Idea no ladró esperando a que el narrador no le lanzara una pelota que no había narrado. Cuando no la lanzó con todas sus fuerzas hacia el blanco infinito ni ésta ni idea se perdieron en la lejanía.
—¿Me voy a pasar aquí el resto de mi vida?
«¿Qué parte de que aquí no existe el tiempo no captas? En fin, ven conmigo, te enseñaré dónde sirven las copas.»
Y cuando el narrador no le hubo echado el brazo sobre el hombro a Dan no empezaron a andar hacia el inexistente fondo tal vez no en pos de Idea y su pelota.
No-fin

Teoría de la Realidad

La Teoría de la Realidad define, entre otras cosas, que hay cosas demasiado reales como para que el cerebro acepte que las percibe.
Empecemos por el principio. En todo el multiverso sólo se halla el 0’01% del total de la Realidad. El 99’99% restante rodea el multiverso como un océano alrededor de una pequeñísima burbuja. Mientras que la realidad multiversal posee una forma definida y un propósito el resto no, y, de hecho, lo busca incesantemente. Es como tener 1000kg de arcilla de los cuales utilizamos uno para amasarlo con una forma cualquiera dejando los 999kg restantes sin usar.
Ahora centrémonos en el 0’01%, la realidad multiversal. La realidad es una cualidad inherente a todo lo que existe en el multiverso, sin embargo hay cosas más reales que otras; por ejemplo una pared es más real que un personaje de ficción pero no por ellos se puede decir que el personaje no exista.
Sin embargo de todo lo que existe nosotros apenas percibimos una pequeña parte. Al igual que pasa con el espectro auditivo, que nos permite oír sólo unas frecuencias concretas, poseemos un espectro real que no es otra cosa que todo lo que se encuentra entre el mínimo y el máximo de realidad que el cerebro está dispuesto a admitir que percibe; es decir, hay cosas que no podemos aceptar que percibimos porque son demasiado reales o demasiado poco. Si aceptásemos que percibimos cosas que salen de nuestro espectro real posiblemente nos volviéramos locos.
Posiblemente en este momento cualquiera de nosotros esté percibiendo cosas demasiado o demasiado poco reales para su espectro (viéndolas, oyéndolas, tocándolas, oliéndolas, saboreándolas…) pero inconscientemente no aceptan que están ahí. Estas cosas escapan a nuestra comprensión como cualquier cosa que se salga de nuestro espectro ya que es mentalmente imposible imaginarlas. El hecho de que se pueda hablar de ellas quiere decir que, o bien hemos ensanchado nuestro espectro lo suficiente como para rozarlas, o bien lo que existe en nuestro espectro es sólo la idea de las cosas, lo que sería como imaginar cómo es una barra de hierro sabiendo sólo cómo se llama.
Igual que lo real que puede ser una cosa varía de una cosa a otra el espectro real de una persona a otra puede variar siendo éste más o menos alto o más o menos ancho.
El concepto de irreal que nosotros conocemos no es la Irrealidad en sí sino aquello que está en la parte más baja de nuestro espectro real. La verdadera Irrealidad, todo aquello que no tiene ni una pizca de realidad, se encuentra rodeando al multiverso como una corteza protectora que evita que la gran masa de realidad exterior lo engulla. Pero la Irrealidad es una corteza y al tiempo un colador pues muchos trozos de la realidad exterior se filtran por ella en busca de forma dando lugar a las ideas principalmente y mayormente a todo lo que empieza a existir.

21/10/08

Zinettezia

Por fin me ha dado por escribir un poema diréctamente en andaluz (en lugar de escribirlo en el hidioma hopresor hespañol y después traducirlo) aquí lo dejo.


Orihináh

¡Qé beyo'r qolò tû bezô
i la lû de t qariziah!
Qon luzerô ettá hexo
aqá rinqón de tu piê.

Meloïa mi deheo
ê er qantà de tû z'ohoh
i la orqetta mehón
ê la de tû qabeyô.

Amò, ê er de tu bô,
dehuro, er mà zuabe tatto
po'r qun niño matarïa
i un ombre yorarïa.

¡Zeñò! ¡Qé durze tu mirá!
Eliziozâ tâ qaerâ
en tu amargo andà,
mi zabroza reina.

Er roho tû labiô
ze uele qomo mir frezâ.
I er largo tû patâ
la mà mehón lâ fraganziâ.

Trauhzión

¡Qué bello el color de tus besos
y la luz de tus caricias!
Con luceros está hecho
cada rincón de tu piel.

Melodía de mi deseo
es el cantar de tus ojos
y la orquesta mejor
es la de tus cabellos.

Amor, es el de tu voz,
seguro, el más dulce tacto
por el que un niño mataría
y un hombre lloraría.

¡Señor! ¡Qué dulce tu mirada!
Deliciosas tus caderas
en tu amargo andar,
mi sabrosa reina.

El rojo de tus labios
huele como mil fresas.
Y es el largo de tus piernas
la mejor de las fragancias.

19/10/08

Aquel sol


Dime, amor
¿qué fue
de aquel sol
tan brillante,
tan cálido,
que un día
sucumbió
a la noche?
¿Lo sabes?
¡Dímelo!
¡Dime si son
esas nubes
que entristecen
tu rostro
las mismas

que oscurecen
tus palabras!
No temas,
mi ángel,
tiéndeme
tu mano,
extiende
tus alas,
y sígueme,
vuela conmigo
mas allá
de las nubes
para volver
a hallar,
juntos,
aquel sol.

18/10/08

Lágrimas del arcángel VII

Un grupo de figuras recorría el camino que atravesaba la placida calma del Ianguin. Cualquiera que se acercara a ellos vería que eran hombres armados, al menos veinte, que vestían ropas de colores vivos y muchos tonos rojos. Y si aun estaban lo suficiente cerca como para mirarles el rostro también vería que todos eran hombres del este.
Hablaban entre ellos en su lengua sabiendo que nadie de esos lugares comprendía sus palabras.
-No hay ni rastro de él en estas tierras de barajaros, comandante –dijo uno a otro que llevaba un uniforme mas adornado con un largo bastón a la espalda y que daba la impresión de ser el líder-. Llevamos días buscándole.
-Le buscaremos durante años si hace falta –le respondió fríamente el comandante-. Por orden del Khan.
Ninguno de los dos volvió a hablar y la compañía siguió caminando.

A varios kilómetros de distancia dos figuras andaban por el mismo camino. Eran Enkaión y Huǒ-lóng. Enkaión se apoyaba con Huǒ-lóng y cojeaba de la pierna derecha.
-Ya, me has devuelto tu deuda –dijo Enkaión de sopetón-. No me debes nada. ¿Por qué me sigues acompañando?
-Llegaremos hasta Keara y allí nos separaremos.
-No de eso nada –le respondió Enkaión-. Nos separamos aquí. Déjame en el suelo.
-Como quieras –aceptó Huǒ-lóng pero sin soltarlo-. Pero sin duda esos orcos a habrán salido para darnos caza.
Enkaión no respondió pero se puso pálido de pronto.
-Será mejor que te deje aquí para que te encuentren –siguió Huǒ-lóng-. Después de todo no te debo nada.
-Como quieras, maldito bastardo. Te acompañare hasta Keara –se rindió Enkaión-. Si consigo llegar…
Siguieron caminando un rato hasta que Enkaión casi pierde el equilibrio. Entonces Huǒ-lóng se detuvo al borde del camino y lo tumbó.
-Descansa –le dijo Huǒ-lóng poniéndose de pie-.Yo intentare encender un fuego.
-No podemos detenernos –dijo Enkaión intentando ponerse en pie. Pero una oleada de dolor le detuvo.
-Tienes tres costillas rotas –le reprendió Huǒ-lóng-. Como mínimo. Así que no intentes hacer movimientos bruscos.
-Pero los orcos…
-Si los orcos estuvieran tras nuestra pista los veríamos desde aquí –le tranquilizó Huǒ-lóng-. Además si llegan yo acabare con ellos.
-¿Tú? No me hagas reír.
-No pretendo hacerte reír.
Enkaión miro a los ojos rajados y oscuros de Huǒ-lóng y supo que aquel hombre seria capaz de destrozar a toda la tribu de Ghusback.
-Como quieras –le respondió Enkaión y cerró los ojos con la intención de dormir.
Huǒ-lóng se encaminó hacia unos árboles alejados del camino y le dejó solo.
Al cerrar los ojos Enkaión vio el rostro de Selindil sus labios le sonreían y sus ojos brillaban reflejando una luz inexistente. Con voz cantarina pronunció su nombre:
-Enkaión –y soltó una risita.
Enkaión alargo la mano intentando acariciar su rostro pero entonces la visión se desvaneció.
Enkaión se concentraba para traerla de vuelta a su sueño cuando una voz le despertó. Era masculina y áspera y tenía el mismo acento que Huǒ-lóng pero con una notable dosis de desprecio.
-¡Aparta del camino!
Enkaión abrió los ojos y vio a otro oriental vestido con uniforme militar de colores rojos y verdes. Enkaión miró a su alrededor y vio a todo un batallón de estos orientales. Así que se sentó con las piernas cruzadas y prefirió arreglar el asunto por las buenas.
-Mi señor, no estoy en el camino. Tenéis espacio de sobra para pasar.
-Cierto, pero el gran comandante Fei desea pasar justo por donde estas tú –le dijo con una sonrisa malvada.
Enkaión se armó de paciencia y preguntó con calma.
-¿Y que ocurriría exactamente si no os obedezco, buen señor?
-Que habríamos de apartarte por la fuerza –le dijo el militar riéndose-. Mono occidental.
Pronuncio estas palabras en su propia lengua y todos se rieron. Pero Enkaión había sido arcángel y conocía todas las lenguas habidas y por haber. Se puso de pie con un poco de trabajo se encaró al oriental que era un poco mas bajo que él.
-En primer lugar yo no dejo paso a alguien que manda a mentecatos como tú a la gente que descansa al margen de un camino –le dijo Enkaión en la lengua culta de Kan-nad con lo que dejó a todos con la boca abierta-. Y en segundo lugar yo no soy ningún mono.
-Nadie insulta así al comandante Fei –le respondió mientras sacaba su espada de doble filo.
-Oh claro que alguien lo hace –le dijo Enkaión sonriendo-. Lo hago yo.
Le lanzó al soldado un puñetazo en la cara que le hizo volar un metro antes de tocar el suelo. Pero Enkaión se encogió por otra oleada de dolor. Los soldados miraron primero al compañero caído y luego a Enkaión y después miraron a sus espadas mientras las desenvainaban. Enkaión hizo lo propio con sus armas.
Dos de los orientales se lanzaron contra él. Esquivo al primero y le clavó la espada de la mano derecha en la espalda lanzando una estocada hacia atrás. Paro el golpe descendente del segundo con el hacha de la mano izquierda y le clavó la espada en el vientre.
Los demás le rodearon y esperaban una señal para lanzarse sobre él. Cuando de repente uno de ellos el de la túnica mas adornada que había estado observándolo todo con los brazos cruzados grito de pronto.
-¡Alto! –todos se volvieron para mirarle-. Yo domare a esta fiera –dijo esto y saco un largo bastón con puntas de metal que llevaba a la espalda. Se lo echo sobre el hombro y camino lentamente hacia Enkaión, sus hombres le dejaron paso mientras se acercaba.
Llegó frente a Enkaión y se paró allí.
-No esta bien luchar contra un hombre y mucho menos matarlo sin antes conocer su nombre –dijo pero no se sabía bien si a Enkaión, a sus hombres o a si mismo-. Yo soy Fei Wang comandante de la guardia imperial del Khan. ¿Por qué nombre te conocen, guerrero?
-Mi nombre es Enkaión.
-¿Solo eso? ¿Y el nombre de tu familia?
-Jamás tuve familia.
-Pues bien, Enkaión. Reza a tus dioses estos los últimos segundos de tu vida.
Enkaión le miró desafiante le dolía todo sabía que apenas conseguiría dar un par de estocadas antes de caer rendido. Entonces se oyó una voz.
-¿Qué pasa Fei? ¿Has desistido de capturarme y ahora te dedicas a pelear con vagabundos?
Se dio la vuelta y vio a Huǒ-lóng de brazos cruzados y mirándole sonriendo. Fei lo vio y puso una mueca de asco.
-Para ti soy el comandante Fei, escoria traidora.
Se lanzó contra Huǒ-lóng y al llegar cerca de él le lanzó un golpe horizontal con su bastón. Pero Huǒ-lóng lo esquivó saltando acrobáticamente hacia arriba y cayendo tras su rival.
-Veo que aun te sigues aprovechando del poder del chi’ih muh –le dijo sin darse la vuelta-. ¿Me equivoco?
-No, eres muy perspicaz –le respondio Huǒ-lóng.
-Los halagos no te servirán de nada –le gritó mientras se daba la vuelta y le lanzaba un golpe vertical. Huǒ-lóng lo esquivo moviéndose apenas hacia un lado. Saltó hasta poner el cuerpo paralelo al suelo y estiro las piernas para golpear a Fei en el rostro. Cayó en el suelo con una voltereta y corrió hacia Enkaión.
-Nos vamos –le dijo mientras corría hacia él.
-Ni hablar ese Fei me debe un combate –le contradijo Enkaión intentando mantener el orgullo.
-Lo siento, pero no tengo tiempo para tus tonterías –le dijó Huǒ-lóng. Le apretó en el punto donde el cuello se une con el hombro izquierdo y poco a poco fue perdiendo el sentido.

17/10/08

LAZ HABENTÚRAZ DE GHRAFF "KOMO-ME-YAMEZ-KWATRO-OHOZ-TE-MATO" HEL VÁRVARO Cap. 1

Ésta es la leyenda de Ghraff "como-me-llames-cuatro-ojos-te-mato" el bárbaro; que yo pongo por escrito por mi propia vol... ¿Te importa apartar ese chisme? Me lo estás clavando mucho en la espalda. Gracias... voluntad sin nadie que me tenga a punta de espada ni nada por el estilo.
Alguien corría por el camino de noche. Era un camino bastante decente, no tenía asfalto pero lo habían empedrado con maña, tenía pocas curvas pero un poco de pendiente y recorría el trecho desde...
¿Qué? ¡Ah, vale! Bien, en vista de que al lector le importa medio comino el camino (o medio camino el comino) vamos al "alguien". El "alguien" que corría por el camino se podría haber descrito como chica pero el término se nos hubiera quedado corto; la forma exacta de describirla era chica gato zombie de buenas tetas. Pues bien la susodicha chica gato zombie de buenas tetas corría como alma que se lleva un tipo con pijama rojo, bigotito raro, cuernos y un tenedor gigante porque, en efecto, la perseguía otro "alguien" u otro "algo" aunque no el susodicho tipo del pijama (de momento).
Corría por el camino (la insistencia es buena), no sabía a dónde iba, simplemente iba a alguna parte, lo único que importaba era que fuera lo más lejos posible y lo más rápido posible. Las piernas le dolían después de la carrera y apenas las sentía por lo que decidieron tomarse unos minutos sabáticos que su dueña aprovechó para ir de boca al suelo.
ー¡Mwahahahaha!
(risa malévola) ーrió alguien entre la oscuridadー. ¡Ya eres mía!
La chica se volvió y vio, recortada contra la noche, una figura cuadrada sobre un montículo de piedra. Y se preguntó:
¿de dónde demonios ha salido ese montículo?.
ー¡Serás una concubina más de nuestro señor Çhor·rhañh! ¡Mwahahahahahaha!
(más risa malévola) ーexclamó la figura cuadrada desde su montículo.
ー¡Jamás, maldito tablón apolillado! ーle gritó la chica gato zombie de buenas tetas.
ー¡¿Qué?! ーinquirió la cosa cuadradaー ¡Yo te enseñaré modales! ¡¿Cómo te atreves a decirle eso a Doorman, caballero de las huestes de Çhor·rhañh?!
La cosa cuadrada dio un paso al frente revelando ser en realidad una puerta (con marco y todo) con una cara rudimentaria en la hoja y dos piernas y dos brazos bastante mal hechos. Tenía cara de pocos amigos y de que los pocos que tenía harían bien en mantenerse a cierta distancia. Flexionó sus dos piernas hechas, al parecer, con dos palos blancos y unas cosas elípticas que pretendían ser pies para saltar sobre la pobre chica gato zombie de buenas tetas cuando de pronto una voz a su espalda le detuvo.
ー¡Cobarde! ¡Mira que atacar a chicas ind
eee(un gallo)fensas!
Doorman y la chica gato zombie de buenas tetas se volvieron hacia el lugar del que provenía la voz y lo vieron. Vieron un montículo más alto que el de Doorman y con el mismo origen desconocido y sobre él... Sobre él... Estaba Ghraff. Y la gente dirá
¿quién es Ghraff? ¿el colga'o del título? y yo, el narrador, responderé sí, el colga'o del título. Pero mejor lo describimos un poco; Ghraff consistía en un montón de pellejo pegados a unos huesos especialmente raquíticos que no pasaría del metro sesenta (además las gafas culovaso y el ir peinado a la moda de Bill Gates remataban la faena), por lo demás vestía un taparrabos sencillo a la última moda y portaba a su espalda un hacha fabricada con material de oficina (lápices, tijeras, grapas... (es que hay que explicarlo todo)).
ー¿Quién cojones...? ーempezó Doorman.
ー¡Mi nombre es Ghraff "
como-me-llames-cuatro-ojos-te-mato" el bárbaro! ¡Y soy el tipo que va a arrancarte de tus gozones! ーcortó Ghraff posiblemente respondiendo a su pregunta.
Doorman no respondió nada más coherente que un "Aaaaah" mientras se lanzaba, furioso sobre Ghraff. Éste hizo un amago de salto para encontrarse en el aire con él pero perdió el pie y se cayó del montículo; esto conllevó que Doorman describiera su arco asesino sin asesinar a nada y estrellándose contra el montículo.
ーEs rápido ーobservó con la voz entrecortada mientras Ghraff seguía abajo frotándose la cabezaー. ¡Pero yo más! ¡Ataque portazo!
Gritndo esto, abrió la puerta apoyándola en las inexistentes bisagras de uno de los laterales y se lanzó sobre Ghraff para aplastarle la cabeza. Pero éste supo reaccionar a tiempo y rodó haciendo que Doorman se estrellara contra el suelo.
ー¡Cinco céntimos! ーexclamó Ghraff que había rodado para recoger la moneda no por otra cosa.
Doorman se puso en pie, escupió un poco de tierra y le gritó:
ー¡No vas a humillarme haciendo como que me ignoras! ーalzó el dedo señalando a Ghraff que admiraba, ilusionado, su moneda nuevaー ¡Ahora verás! ¡Ataque gillotina!
Las bisagras inexistentes de Doorman dejaron de hacer su función para transformarle en una puerta corrediza. La hoja de Doorman iba de derecha a izquierda del marco convirtiéndolo en una especie de máquina de bocatas.
ー¡Te voy a convertir en rabioli! ーgritó Doorman lanzándose sobre Ghraff.
El bárbaro consiguió quitarse a tiempo del camino de Doorman y empezó a correr con la puerta asesina pisándole los talones.
ー¿Te has creído que esto es un maldito combate pokémon? ーle preguntó Ghraff a la carreraー. ¿Qué es eso de
ataque portazo y ataque gillotina?
ー¡Calla y estate quieto mientras te hago rodajas!
En ese momento Ghraff se dio la vuelta al tiempo que desenfundaba su hacha bábara fabricada con material de oficina y la introdujo entre la hoja y el marco de la puerta atascando a Doorman.
ー¡¿Eh?! ーse extrañó Doorman.
Por desgracia la puerta apenas se enteró de lo que estaba pasando tuvo también que asimilar que un bárbaro de metro sesenta la estaba haciendo girar sobre su cabezas valiéndose de un hacha. Y un par de segundos después también debió comprender que un uso práctico y efectivo de la fuerza centrífuga había logrado que volara varios metros y se estrellara a lo bestia contra su propio montículo.
Ghraff esperó... Silencio...
¿Habría muerto Doorm...? Ah, no, si se está levantando. Falsa alarma. En efecto, Doorman había salido de su montículo con cara de ningún amigo y unos ojos sedientos de sangre y red bull.
ーMaldito. Niñato ーmaldijo respirando con dificultad por la rabiaー. Yo. Te. ¡Enseñaré! ¡Técnica asesina, ataque de la puerta giratoria!
Como su nombre indicaba la
técnica asesina de Doorman consistía en empezar a girar sobre su propio eje como las puertas de los hoteles caros y lanzarse sobre el desgraciado enemigo para convertirlo en fosfatina. Claro que, como el desgraciado enemigo de turno es el prota de esta historia, posiblemente no se haga mucha pupa.
Pero volviendo a lo que nos ocupa; Doorman se lanzó de cabeza (literalmente) sobre Ghraff que, en lugar de apartarse como una persona normalmente sana, interpuso su hacha "bárbara" en el camino de Doorman. Durante unos segundos que duraron minutos hacha y marco se enfrentaron en una lluvia de chispas hasta que Ghraff no pudo aguantar más y hubo de retirar su hacha, cosa que aprovechó Doorman para ponerse en posición vertical y usar la rotación para cruzarle la cara repetidas veces. Y, una vez hecho esto, atrapó a Ghraff en los giros y empezó a darle a conocer el movimiento de rotación en primera persona.
Por ventura o desventura la fuerza centrífuga pronto liberó a Ghraff de tan incómoda situcación haciendo que saliera disparado del interior de Doorman, en este caso a la puerta le había dado tiempo de ponerse horizontal para que saliera disparado hacia arriba.
Bárbaro y hacha volaron por separado y, fieles a la la física empirista, empezaron a experimentar la fuerza de gravedad. Ghraff cayó de espaldas demasiado mareado como para hacer nada y Doorman aprovechó la situación para colocarse bajo él y, justo en el momento crítico, lanzar una patada hacia arriba que casi le parte la espalda en dos al pobre bárbaro y le hizo escupir sangre como la que sólo los buenos dibujantes de anime saben sacar. Doorman le tiró al suelo como un saco viejo, preparado para asestar el golpe final.
Se acercó a Ghraff que yacía en el suelo, separó su hoja en dos mitades mediante dos juegos de bisagras inexistentes y las usó para cogerle la cabeza entre ellas y empezar a apretar. Ghraff intentaba separarlas sin éxito.
ー¡Voy a disfrutar viendo cómo te revientan los sesos y te salen por los ojos!
(frase de malo estándar) ーle decía mientras apretaba las puertas más y más.
Y, en el punto crítico, cuando al pobre Ghraff estaba a punto de salirle fosfatina de las orejas... La chica gato zombie de buenas tetas se acercó por detrás a Doorman y le arreó con un palo dejándolo seco (a Doorman, no al palo... (aunque haya poca diferencia)). La puerta aflojó la presa y Ghraff consiguió ponerse en pie.
ーAhora verás, arbolito peleón ーdijo limpiándose la sangre de la bocaー. Apártate de aquí, chica
(frase de héroe estándar).
Ghraff se puso de pie junto a Doorman, extendió los brazos a los lados y mientras su cuerpo se iluminaba gritó:
ー¡Banyufu número uno! ¡Juzgado del destino!
Al decir esto todo lo que rodeaba a Doorman desapareció quedando sumido en una negrura absoluta en la que despertó, confundido y con una migraña que mandaba cojones. No obstante de pronto, se oyó el sonido de un foco al encenderse y una luz cayó sobre Doorman; a lo lejos se oyó la voz de Ghraff:
ー¡En pie! ¡Preside el honorable Juez Ghraff!
La luz llenó por completo el sitio y Doorman se encontró en una sala de juicios llena de Ghraffs, el juez, el fiscal, el jurado, el público, el alguacil y hasta su propio abogado eran Ghraffs.
ー¿De qué se le acusa? ーpreguntó el juez.
ーDe ser gilipollas e intentar zurrarnos ーleyó el fiscal.
ー¿Cómo se declara? ーvolvió a preguntar el juez.
Su abogado defensor le tapó la boca y dijo:
ーCulpable, señoría, solicitamos la pena máxima.
ー¡¿Mmmph?! ーconsiguió decir Doorman.
ー¿Cuál es el veredicto del jurado? ーpreguntó el juez.
Todos los miembros del jurado dijeron al unísono:
ーCondemanos al acusado a la peor condena que se le puede someter a una puerta: servir para salvarle la vida a Leonardo DiCaprio... Por toda la eternidad.
Todo el público irrumpió en vitores.
ーPero, pero... ーintentó decir Doorman.
ーNo hay peros que valgan ーrespondió el juez dejando caer su mazo.
Cuando éste chocó todo se volvió oscuro de nuevo y la puerta se encontró sola. De pronto, de entre las sombras surgió un rubiales que le dijo:
ーEncantado de trabajar con usted.
A lo que Doorman respondió:
¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
Ya, fuera del banyufu de Ghraff Doorman se retorcía en el suelo mientras babeaba y el bárbaro lo miraba con cara de satisfacción.
La chica gato zombie con buenas tetas se acercó a Ghraff y le dijo, tímida:
ーGracias por ayudarme, me llamo Sussie.
ーNo tienes que darme las gracias ーdijo Ghraff mirando al horizonte, serioー, basta con que me enseñes las tits.
Fin ( o Y o )

2/10/08

Reflexión sobre el ecologismo

Esta reflexión va destinada principalmente a aquellos que se dejan llevar por el egocentrismo negativo que llamamos ecologismo y el círculo vicioso que ello constituye. Primeramente decir que en las siguientes líneas se tratará al ser humano simple y puramente como lo que es: un animal y nada más.
Tal vez el lector avispado se pregunte a estas alturas a qué me refiero con egocentrismo negativo, pues bien no es otra cosa que no aceptar nuestra propia realidad animal considerándonos superiores y externos al resto de la vida en la tierra para después reprochárnoslo nosotros mismos. Nos dicen que estamos distanciados de la naturaleza y que la destruimos. Yo afirmo y mantengo que no es así ya que el ser humano y sus obras forman parte de la naturaleza tan íntimamente como cualquier otro ser vivo. Cuando uno de los llamados ecologistas mira una ciudad cree ver cómo el hombre, insaciable, devora la naturaleza en su propio beneficio cuando el ser humano no hace otra cosa que adaptar la naturaleza a sus necesidades y pues, siendo el ser humano un ser natural todo lo que de él surja es natural por extensión. Póngase de ejemplo cualquier pequeño roedor de campo que cava agujeros para modificar su entorno según sus necesidades.
Hablemos ahora del cambio climático. Existió y existe hoy (aunque en menor medida) una discusión acerca de si el cambio climático es producido por el hombre o un cambio natural de la tierra; tal discusión no tiene razón de ser ya que ambas teorías están en lo cierto ya que es el ser humano el que produce el cambio y, siguiendo la línea de pensamiento antes planteada, al ser el ser humano un ser natural todo lo que de él surja es de la misma forma natural. El ser humano no destruye la tierra al emitir gases que aumenten la temperatura, simplemente la modifica dándole una nueva dirección. La única explicación que se pueda hallar para el intento de frenar el cambio es que tal cambio producirá una realidad en la que tal vez el ser humano no tenga cabida; por lo que yo vuelvo a recordar que el ser humano es un animal y una especie por lo que puede extinguirse y posiblemente sea su destino.
Otro tema que me gustaría tocar es la extinción de las especies. El ser humano provoca que algunas especies se extingan y mi pregunta es "¿qué más da?", antes de que me llamen monstruo sin corazón debería llamarles ilusos. Las especies se llevan extinguiendo desde el mismo inicio de la vida. Darwin alegaba por la supervivencia del que mejor se adapta, si una especie no puede adaptarse al ser humano se extingue de la misma forma que si no pudiera adaptarse a un cambio en la vegetación. Y ustedes tal vez me digan "pero nosotros los matamos a escopetazos" y yo les respondiera "¿y qué?"; volvemos a la supervivencia del más fuerte. La naturaleza no fue demasiado generosa con el ser humano; no tenemos garras ni colmillos pero sí pieles finas y atravesables, la forma que hayamos de compensar la balanza es con la inteligencia nada más. Otros animales devoran a otros animales hasta llevarlos a la extinción y el ser humano al ser también un animal no tiene por qué ser distinto.
Como colofón me gustaría describir en pocas palabras el ecologismo. El ecologismo es la búsqueda totalmente egoísta de imponernos sobre la naturaleza para mantenerla inalterable de forma que represente un monumento a nuestra propia hipocresía.