18/10/08

Lágrimas del arcángel VII

Un grupo de figuras recorría el camino que atravesaba la placida calma del Ianguin. Cualquiera que se acercara a ellos vería que eran hombres armados, al menos veinte, que vestían ropas de colores vivos y muchos tonos rojos. Y si aun estaban lo suficiente cerca como para mirarles el rostro también vería que todos eran hombres del este.
Hablaban entre ellos en su lengua sabiendo que nadie de esos lugares comprendía sus palabras.
-No hay ni rastro de él en estas tierras de barajaros, comandante –dijo uno a otro que llevaba un uniforme mas adornado con un largo bastón a la espalda y que daba la impresión de ser el líder-. Llevamos días buscándole.
-Le buscaremos durante años si hace falta –le respondió fríamente el comandante-. Por orden del Khan.
Ninguno de los dos volvió a hablar y la compañía siguió caminando.

A varios kilómetros de distancia dos figuras andaban por el mismo camino. Eran Enkaión y Huǒ-lóng. Enkaión se apoyaba con Huǒ-lóng y cojeaba de la pierna derecha.
-Ya, me has devuelto tu deuda –dijo Enkaión de sopetón-. No me debes nada. ¿Por qué me sigues acompañando?
-Llegaremos hasta Keara y allí nos separaremos.
-No de eso nada –le respondió Enkaión-. Nos separamos aquí. Déjame en el suelo.
-Como quieras –aceptó Huǒ-lóng pero sin soltarlo-. Pero sin duda esos orcos a habrán salido para darnos caza.
Enkaión no respondió pero se puso pálido de pronto.
-Será mejor que te deje aquí para que te encuentren –siguió Huǒ-lóng-. Después de todo no te debo nada.
-Como quieras, maldito bastardo. Te acompañare hasta Keara –se rindió Enkaión-. Si consigo llegar…
Siguieron caminando un rato hasta que Enkaión casi pierde el equilibrio. Entonces Huǒ-lóng se detuvo al borde del camino y lo tumbó.
-Descansa –le dijo Huǒ-lóng poniéndose de pie-.Yo intentare encender un fuego.
-No podemos detenernos –dijo Enkaión intentando ponerse en pie. Pero una oleada de dolor le detuvo.
-Tienes tres costillas rotas –le reprendió Huǒ-lóng-. Como mínimo. Así que no intentes hacer movimientos bruscos.
-Pero los orcos…
-Si los orcos estuvieran tras nuestra pista los veríamos desde aquí –le tranquilizó Huǒ-lóng-. Además si llegan yo acabare con ellos.
-¿Tú? No me hagas reír.
-No pretendo hacerte reír.
Enkaión miro a los ojos rajados y oscuros de Huǒ-lóng y supo que aquel hombre seria capaz de destrozar a toda la tribu de Ghusback.
-Como quieras –le respondió Enkaión y cerró los ojos con la intención de dormir.
Huǒ-lóng se encaminó hacia unos árboles alejados del camino y le dejó solo.
Al cerrar los ojos Enkaión vio el rostro de Selindil sus labios le sonreían y sus ojos brillaban reflejando una luz inexistente. Con voz cantarina pronunció su nombre:
-Enkaión –y soltó una risita.
Enkaión alargo la mano intentando acariciar su rostro pero entonces la visión se desvaneció.
Enkaión se concentraba para traerla de vuelta a su sueño cuando una voz le despertó. Era masculina y áspera y tenía el mismo acento que Huǒ-lóng pero con una notable dosis de desprecio.
-¡Aparta del camino!
Enkaión abrió los ojos y vio a otro oriental vestido con uniforme militar de colores rojos y verdes. Enkaión miró a su alrededor y vio a todo un batallón de estos orientales. Así que se sentó con las piernas cruzadas y prefirió arreglar el asunto por las buenas.
-Mi señor, no estoy en el camino. Tenéis espacio de sobra para pasar.
-Cierto, pero el gran comandante Fei desea pasar justo por donde estas tú –le dijo con una sonrisa malvada.
Enkaión se armó de paciencia y preguntó con calma.
-¿Y que ocurriría exactamente si no os obedezco, buen señor?
-Que habríamos de apartarte por la fuerza –le dijo el militar riéndose-. Mono occidental.
Pronuncio estas palabras en su propia lengua y todos se rieron. Pero Enkaión había sido arcángel y conocía todas las lenguas habidas y por haber. Se puso de pie con un poco de trabajo se encaró al oriental que era un poco mas bajo que él.
-En primer lugar yo no dejo paso a alguien que manda a mentecatos como tú a la gente que descansa al margen de un camino –le dijo Enkaión en la lengua culta de Kan-nad con lo que dejó a todos con la boca abierta-. Y en segundo lugar yo no soy ningún mono.
-Nadie insulta así al comandante Fei –le respondió mientras sacaba su espada de doble filo.
-Oh claro que alguien lo hace –le dijo Enkaión sonriendo-. Lo hago yo.
Le lanzó al soldado un puñetazo en la cara que le hizo volar un metro antes de tocar el suelo. Pero Enkaión se encogió por otra oleada de dolor. Los soldados miraron primero al compañero caído y luego a Enkaión y después miraron a sus espadas mientras las desenvainaban. Enkaión hizo lo propio con sus armas.
Dos de los orientales se lanzaron contra él. Esquivo al primero y le clavó la espada de la mano derecha en la espalda lanzando una estocada hacia atrás. Paro el golpe descendente del segundo con el hacha de la mano izquierda y le clavó la espada en el vientre.
Los demás le rodearon y esperaban una señal para lanzarse sobre él. Cuando de repente uno de ellos el de la túnica mas adornada que había estado observándolo todo con los brazos cruzados grito de pronto.
-¡Alto! –todos se volvieron para mirarle-. Yo domare a esta fiera –dijo esto y saco un largo bastón con puntas de metal que llevaba a la espalda. Se lo echo sobre el hombro y camino lentamente hacia Enkaión, sus hombres le dejaron paso mientras se acercaba.
Llegó frente a Enkaión y se paró allí.
-No esta bien luchar contra un hombre y mucho menos matarlo sin antes conocer su nombre –dijo pero no se sabía bien si a Enkaión, a sus hombres o a si mismo-. Yo soy Fei Wang comandante de la guardia imperial del Khan. ¿Por qué nombre te conocen, guerrero?
-Mi nombre es Enkaión.
-¿Solo eso? ¿Y el nombre de tu familia?
-Jamás tuve familia.
-Pues bien, Enkaión. Reza a tus dioses estos los últimos segundos de tu vida.
Enkaión le miró desafiante le dolía todo sabía que apenas conseguiría dar un par de estocadas antes de caer rendido. Entonces se oyó una voz.
-¿Qué pasa Fei? ¿Has desistido de capturarme y ahora te dedicas a pelear con vagabundos?
Se dio la vuelta y vio a Huǒ-lóng de brazos cruzados y mirándole sonriendo. Fei lo vio y puso una mueca de asco.
-Para ti soy el comandante Fei, escoria traidora.
Se lanzó contra Huǒ-lóng y al llegar cerca de él le lanzó un golpe horizontal con su bastón. Pero Huǒ-lóng lo esquivó saltando acrobáticamente hacia arriba y cayendo tras su rival.
-Veo que aun te sigues aprovechando del poder del chi’ih muh –le dijo sin darse la vuelta-. ¿Me equivoco?
-No, eres muy perspicaz –le respondio Huǒ-lóng.
-Los halagos no te servirán de nada –le gritó mientras se daba la vuelta y le lanzaba un golpe vertical. Huǒ-lóng lo esquivo moviéndose apenas hacia un lado. Saltó hasta poner el cuerpo paralelo al suelo y estiro las piernas para golpear a Fei en el rostro. Cayó en el suelo con una voltereta y corrió hacia Enkaión.
-Nos vamos –le dijo mientras corría hacia él.
-Ni hablar ese Fei me debe un combate –le contradijo Enkaión intentando mantener el orgullo.
-Lo siento, pero no tengo tiempo para tus tonterías –le dijó Huǒ-lóng. Le apretó en el punto donde el cuello se une con el hombro izquierdo y poco a poco fue perdiendo el sentido.

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