29/3/09

Kronikas dun Khazike XI: conejos

Bueno, ha sido está siendo un viaje largo y extraño, pero hoy podréis comprobar que la cosa sí avanza porque este capítulo dará finiquito a la primera temporada. A ver si me esfuerzo y no resulta ser la mierda de siempre. Y vosotros esforzaos en leer, cojones.

—¡Las líneas no avanzan! —gritó alguien desde una de las trincheras que habían fabricado apresuradamente los soldados del regimiento de Muchauve—. ¡¿Por qué las líneas no…?! ¡¡¡AAAAAARGH!!!
Aunque la cosa parecía estar desigualada ya que los soldados del reino tenían lanzallamas y los conejos luchaban a boca’os no era tan así. Los conejos eran tan rápidos que esquivaban con facilidad las llamas y antes de que te dieras cuenta te habían saltado a la nuez. De ahí que improvisaran una trinchera para proteger sus pescuezos.
A nivel personal Muchauve hubiera preferido dejar que esos bichos se dieran por culo entre ellos o directamente se murieran, pero daba la casualidad de que estaban entre él, punto A, y los bosques donde pretendía llegar, Punto B.
Malditos puntos C… Uno de ellos mató a toda mi familia ayudado por una banda de cedillas… Ç. ¡Ahí hay una! ¡Y es de las grandes! ¡Corred!
En fin, volviendo, al tema, lo que de verdad molestaba a Muchauve no eran los conejos, sino…
—¡Mi sargento! —gritó el soldado tocapelotas entrando en la tienda del campamento asignada a Muchauve.
Éste estaba sentado de espaldas a la entrada y movía un brazo a intervalos regulares trabajando en algo fuera de la vista del soldado.
—¡Seguimos batallando con los conejos! —informó el soldado.
—Ah, bien —respondió Muchauve con calma—. Igual que todos los minutos, de todas las horas de todos los días que llevamos aquí, ¿me equivoco?
—¡Señor, no, señor! —reconoció el soldado.
—Creo que tu dedicación a mantenerme informado merece una recompensa digna —continuó Muchauve con una calma que ya ponía nervioso.
—¡Señor, sí, señor! —respondió el soldado, sonriente.
—Bien pues… —dijo Muchauve—. ¡Te mandaré al infierno para que te la den allí!
Se dio la vuelta rápidamente empuñando un machete en una mano y en la otra una piedra de afilar y se lanzó sobre el pobre soldado tocapelotas que salió corriendo de la tienda en dirección a las trincheras mientras el consejero le perseguía echando espuma por la boca.
El soldado siguió corriendo y atravesó la trinchera saltando sobre las cabezas de sus compañeros, prefería los conejos y lo que quiera que hubiera en los bosques antes que al ya demente Muchauve.
Sin embargo al dar dos pasos hacia la línea de conejos hubo una gran explosión sobre esta y la onda expansiva le lanzó hacia atrás. Cayó sobre Muchauve y, como todos los demás, quedó cegado unos segundos…
Cuando la luz volvió y se disipó el humo pudieron ver figuras a lo lejos, eran cuatro. La de más a la derecha parecía llevar una bola de discoteca en la cabeza, la siguiente tenía el pelo largo ondeándole al viento, la tercera era bajita y gorda, y la última parecía una especie de cyborg mal hecho.
Desde ese lado les llegó una voz que gritaba:
—¡Perdonad si os hemos jodido la diversión! ¡Pero esos conejos estaban en medio y nos harían difícil lo de mataros y eso!
Muchauve sólo alcanzó a decir una cosa en su sorpresa:
—Pero… ¿qué cojones…?
Mientras, en el otro lado…
…Alf se volvió a Khazike y le preguntó:
—¿No son demasiados?
—Tonterías —le respondió—. Nosotros solos podríamos con todos, es más, yo solo podría. Además el colega Oskarl nos ha conseguido un ejército. ¿No es así?
Una especie de cyborg rubio asintió y sonrió sosteniendo una porra en la mano. En efecto fue él el que dio matarile a Plasticko.
—Ya te dije que tenía un buen infiltrado —dijo Geekman a Khazike—. Yo siempre voy a lo seguro.
—Pues con aquellas fotos no estuviste muy fino —dejó caer Khazike.
—¡Prometiste no volver a hablar de las fotos! ¡Ese culo no era mío! —le gritó Geekman.
—Vaaale, vaaale —concedió Khazike, tras lo cual se volvió hacia Oskarl—. Bueno, ¿y tú cuándo vas a sacar tu ejército?
—¡Ahora mismo! —dijo para luego silbar—. ¡Hombres alegres del bosque!
Pronto un ejército de unos doscientos hombres “alegres” salieron de entre los árboles. “Alegre” era un eufemismo para definir a todos aquellos tipos de rosa, con ropa ajustada, piercings y olor a rosas.
Khazike, miró al ejército y, muy lentamente, ordenó a las vértebras de su cuello girar como una bisagra oxidada hasta encontrarse con los ojos de Oskarl. Éste esquivó la mirada usando los pies como excusa.
—Lo siento —dijo—. Los mercenarios de dos metros y brazos como troncos son caros, pero seguro que estos luchan bien.
Khazike no perdió la calma.
—Por tu propio bien, espero que así sea —le respondió tranquilamente y después se volvió a los soldados—. ¡Al ataque!
Ninguno se movió.
—¡Atacad! —volvió a probar.
Nada.
—¡Desgarradles el cuello!
Nada.
—¿Qué cojones tengo que hacer para que ataquen? —preguntó por fin a Oskarl dándose por vencido.
—No usas las palabras correctas, mira —explicó Oskarl dándose la vuelta.
Puso voz de pito y gritó:
—¡A la carga reinas!
Todos los intentos de soldado corrieron, o más bien fueron dando saltitos, hacia el enemigo que, si no se sintiese tan ofendido y sorprendido al mismo tiempo, se partiría la caja.
Algunos se quedaban por el camino llorando porque se habían despeinado o roto una uña, pero otros conseguían llegar y arañar, tirar de los pelos y dar por culo a los indefensos soldados que intentaban huir sin éxito.
Las bajas pronto se hicieron considerables y Muchauve observaba la masacre desde un puesto avanzado con, para su desgracia, el soldado tocapelotas.
—¡Maldita sea! —gritaba el consejero—¡¿Qué hacemos?! ¡Caen como chinches!
—Yo voto por largarnos de aquí, sí, señor —respondió el soldado.
En el otro lado Khazike se impacientaba.
—Vale, pelean bien, ¿pero por qué demonios van tan lentos?
—Dales tiempo —respondió Oskarl.
—Nah, no necesitan tiempo, lo que necesitan es nápalm.
—¿Y de dónde lo vas a sacar? —preguntó Geekman.
—Espera y verás.
Khazike se llevó los dedos a la boca y silbó tan fuerte que a algún soldado se le reventaron los tímpanos… Y no pasó nada. Al menos hasta pasados diez minutos en el que enormes figuras blaquinegras a reacción oscurecieron el cielo.
Al principio nadie se preocupó, demasiado, pero cuando empezaron a dejar caer miera ardiendo sobre los soldados y los hombres alegres del bosque sí que se preocuparon más. Pronto todo el campo de batalla fue un infierno y nadie sobrevivió salvo el soldado tocapelotas y Muchauve, que volvieron arrastrándose a Ciudad Frikipedia.
Ahora que todo estaba en paz, Oskarl se quedó dirigiendo la rebelión en el bosque mientras que Khazike y compañía montaron en su caravana en busca de nuevas aventuras seguidos de sus queridos pingüinos-nápalm. ¿Qué aventuras les deparará el futuro?
Fin de la saga, pero continuará ( o Y o )

28/3/09

Luna creciente

En un vértice la luna creciente, como una sonrisa burlona, observaba la costa de un mundo perdido que ella misma iluminaba tenuemente y donde, al margen del suave oleaje, otros sonidos alteraban la paz de aquella isla.
Entre las rocas que el mar se afanaba, lento, pero paciente, en desgastar, la luna hubiera podido ver un círculo de once antorchas que ardían con fuerza antinatural, pero lo que más hubiera llamado la atención a un observador humano era que el fuego era verde como la hierba de un prado.
En el centro de aquel círculo había una improvisada estructura de madera. Su forma era difícilmente definible con todos aquellos tablones clavados y entrelazados siguiendo un patrón aparentemente ilógico y aleatorio. Este amasijo se alzaba tres metros sobre el suelo, poseía todo tipo de abalorios y adornos colgados de sus salientes y estaba coronado por una daga que apuntaba hacia el cielo y parecía otear el mar, esperando.
Otras dos figuras contenía el círculo. Una de ellas estaba cerca del borde, entre dos de las antorchas verdáceas y entonaba una lenta salmodia entre dientes usando un idioma incompresible que parecía ofender al oído no acostumbrado a tantos sonidos guturales. La otra permanecía en silencio, sentado con las piernas cruzadas y mirando fijamente al amasijo de madera que tenía justo enfrente mientras mantenía las palmas de sus manos abiertas hacia arriba y apoyadas en las rodillas.
Cuando la canción del primero llegó a su punto de mayor intensidad las manos del segundo parecieron contraerse por acto reflejo, sus dedos se convirtieron en garras y gritó mientras fuego verde emanaba de sus ojos sin cesar y formaba una espiral alrededor del amorfo tótem del centro. Pronto la figura sentada no pudo resistir el impulso y gritó tan alto que el propio mar pareció estremecerse.

En otro vértice la luna también dirigía su furtiva mirada, pero esta vez a través de una ventana con la que formaba un estrecho y tenue rayo que se hacía rey de la oscuridad que cubría la habitación.
Sin embargo no era oscuridad corriente. Era más oscura que la oscuridad común, si es que eso es posible, y parecía moverse. En efecto, parecía moverse, pero no con un movimiento errático y sin orden; en realidad giraba alrededor de un punto concreto. Y, en ese punto, se erguía otra figura, pero ésta no estaba hecha de oscuridad.
Una alto hombre, oculto en tinieblas, se encontraba sentado en una alta silla cercana a la forma de un trono, con uno de sus codos apoyados en reposabrazos y, sobre el puño de éste, la mejilla. Trozos de oscuridad se le acercaban como tentáculos o lenguas intentando tocarle, pero él los disipaba con su mano libre. Tenía los ojos cerrados y parecía concentrarse.
De pronto sus ojos se abrieron y pareció saltar de su asiento. Se puso de pie con la rapidez del brinco, hizo entrechocar las palmas para encender las antorchas de la sala, desterrando las sombras, y llamó en voz alta a sus ayudantes.

Y, en el último vértice, la luna no veía nada. Nada salvo un pequeño bosque de pinos en el que no se percibía ningún movimiento inusual. O al menos no se percibió hasta que el aire se llenó de un fuerte a olor a acre característico del ozono y dos figuras aparecieron en el claro como si siempre hubiesen estado allí.
Pararon un momento y miraron a su alrededor. Una vez se hubieron orientado por las estrellas, la más alta de ellas, cubierta con una capa, echó a andar.
—Vamos, Argos —dijo.
Y la figura más pequeña, de cuatro patas, le siguió a paso vivo.

El triángulo se había cerrado.

24/3/09

Había perdido la noción del tiempo

Había perdido la noción del tiempo. Aquella Niebla se había adherido a su mente como una crema viscosa, aquella Niebla que lo cubría todo en aquel mundo de caos.
Le habían asaltado figuras de negro, esqueletos con capa, heraldos de la muerte. Le habían apresado y le habían devuelto a su cálido mundo, al mundo que conocía y sin embargo aquella Niebla no se despegaba de su mente y sus ojos.
Estaba en una habitación fría, de un blanco nuclear y dominada por una única mesa acompañada de dos sillas cual fieles seguidoras de su inerte señora y, presidiéndolo todo desde una pared a su derecha, un enorme espejo que parecía reírse de él cuando se atrevía a mirarlo de reojo.
Había perdido la noción del tiempo. No supo cuánto transcurrió desde que le atraparon hasta que le trajeron allí y apareció aquel hombre, aquel hombre… Pudo haber sido un siglo o un momento, no lo sabía, pero tampoco le importaba, en el momento en el que llegó sólo le interesó el hombre.
Entre la Niebla fantasmal que formaba una pantalla ante sus ojos pudo distinguir sus rasgos afilados y su pelo plateado. Pero sus ojos no pudieron mantener mucho tiempo la afilada mirada de sus ojos de un azul gélido y tampoco encontró consuelo en la negrura de sus ropas ni en sus manos, dominadas por un anillo de plata que le devolvía la mirada sonriente con su cara huesuda desde la siniestra de aquel hombre, aquel hombre.
¿En qué momento entró? ¿En qué momento se sentó? No podría confirmarlo. No pudo sentir que estaba de verdad allí hasta que le habló con una voz que pareció clavarse como un clavo ardiendo entre sus ojos.
—Buenos días —dijo la voz que probablemente procedía de los labios de aquel hombre.
Estaba demasiado conmocionado para responder, apenas pudo emitir un gruñido de asentimiento.
—¿Sabes usted por qué está aquí? —preguntó e hizo una pausa—. Puede responderme moviendo la cabeza.
Su cuello respondió ligeramente moviéndose de lado a lado.
—Comprendo —dijo el hombre—. Verá, ha sufrido usted un ataque de psicosis momentánea por lo que se le asignará un doctor y una medicación para mantenerlos a raya.
La niebla se iba disipando poco a poco de su mente a medida que sus ojos se fijaban en las vacías cuencas de la calavera del anillo.
—¿E-Está… Seguro? —logró, no sin dificultad, articular.
—Por supuesto —le respondió el hombre—. Veo que se encuentra mejor así que hablaremos claro. Debe usted someterse al tratamiento y vigilar no sufrir otra de esas crisis o puede que nuestra próxima reunión no sea tan amigable como ésta.
—¿Q-Qué quiere d-de… De…? —empezó.
—¿Que qué quiero decir? Oh, nada en absoluto, ahora debe descansar y no preocuparse por nada, un vehículo le llevará a su casa.
—P-Pe…
Con un movimiento tan rápido que hubiera escapado a su percepción incluso no estando aún lleno de Niebla el hombre clavó un cuchillo sobre su mano, que mantenía sobre la mesa.
Gritó, gritó todo lo que pudo por el dolor que sólo fue el principio pues éste llegó a un nuevo estadio cuando el hombre tomó el cuchillo y lo retiró tirando de él y cortando su mano entre los dedos corazón y anular.
Su mano sangraba sobre la mesa mientras el hombre se recorrió la palma de su propia mano con el dedo, tomo la herida entre las suyas y le habló mirando a los ojos.
—Espero que este recuerdo le sirva para que no olvide su terapia y lo peligrosas que pueden ser sus crisis.
El dolor cesó al contacto y al retirar las manos en la suya sólo quedaba una cicatriz perfectamente cerrada y por lo demás su mano estaba totalmente sana.
El hombre se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta, la abrió y antes de irse se volvió para darle el último recordatorio.
—Vigile sus crisis, no quiero volver a verle.
Cerró la puerta y el portazo se clavó en su cerebro como un hachazo.
Había recuperado la noción del tiempo. Pero no le gustaba el tiempo al que había llegado pues, mientras el hombre salía, en el espejo la imagen de la misma muerte le imitaba.

22/3/09

Kronikas dun Khazike VIII: Paipai 2

Como íbamos diciendo en el capítulo anterior una bandada de cosechadoras automáticas asesinas saltó sobre el claro cuando… Ah, ¿Qué no? Pero si es más interesante así… Bueno, vale.
Mientras Alf le zurraba la badana a Plasticko con un palo de go… Vale, el Bastón de Salomón, lo que tú digas. La cuestión es que mientras le saltaba los piños a Plasticko éste se cabreó, dijo que iba a convocar a su verdadera forma y un rayo cayó sobre él, creemos que es karma atrasado de un día que andaba tonteando con un escurridor bajo una tormenta, en cualquier caso veamos qué pasa.
Cuando pasó la luz del rayo y todos recuperaron la vista miraron al centro del claro y, en el centro de un cráter, estaba el cadáver calcinado de Plasticko. ¿Qué esperabais? Le ha caído un rayo encima, coño.
—Es curioso que todo el plástico aislante que llevaba encima no le haya protegido —dijo Geekman—. ¡Ah! ¿Qué pasa contigo?
—Deja de resaltar incoherencias —le susurró Khazike mientras guardaba el tenedor con el que le había pinchado.
—Y además no hay ni una nube, ¿de dón…? ¡Ay! ¡Te voy a matar!
—¡Inténtalo! —gritó Khazike.
Ambos se enzarzaron en una reyerta de puñetazos mientras Alf, con Rotulador en el hombro y el Bastón de Salomón en la mano se aproximó a los restos de los restos de Plasticko.
Movió un poco el cráneo calcinado del rebelde con su palo y se desprendieron algunos trozos de carne quemada.
—He’s fried, brother —señaló Rotulador.
—¿Qué coño estás diciendo? —preguntó Alf.
—He’s fried, I said.
—Eso tu madre, por si acaso.
—What you say, nigga?
—Eh, ¡no me ha gustado el tono de eso! ¡No eres capaz de decírmelo al afro!
—¡Muthafucka!
—¡Ahora verás!
Alf le dio un puñetazo a su hombro derribando a Rotulador. Por desgracia Geekman lo vio y no le gustó.
—¡No le hagas eso a mi bot! —gritó saltando sobre Alf y pateándole la cara.
Khazike, decidió participar también.
—¡No le hagas eso al imbécil! —dijo sacando a Marisa y disparando a los otros tres que se peleaban, pero viendo que no conseguía darles sacó su tenedor y se lanzó sobre ellos.
Al cabo de poco los cuatro estaban enzarzados en una pelea al más puro estilo dibujos animados, con una nube que no dejaba ver la violencia gratuita y todo. Entretanto el cadáver destrozado de Plasticko movió un dedo, pero fue sólo un espasmo post mortem porque de entre los árboles surgió otro Plasticko que miró como peleaban los otros cuatro y gritó:
—¡Eh! ¡Vosotros!
La pelea de los cuatro amigos continúo “tranquilamente” ignorando la presencia de Plasticko, lo que no le agradó en demasía.
—¡Hacedme caso! —gritó futilmente.
La reyerta continuó sin más ni más.
—¡Tengo droja gratis pa’ quien la quiera!
La pelea paró de pronto y todos miraron hacia Plasticko con los ojos brillando hasta que se dieron cuenta de dos cosas: 1) era mentira, 2) era plástico.
—¡Un momento! —gritó Khazike—. ¿Tú no estabas más frito que vivo?
—Ese era mi caparazón material, ese rayo me ha hecho trascender y convertirme en el ser más poderoso del mundo —explicó Plasticko para luego dejar escapar una risa malévola.
—Si sólo te has hecho coleta —resaltó Geekman.
—Where are the drugs?! —preguntó Rotulador que parecía no haberse enterado todavía de qué iba la cosa.
—¡Cómo te atreves! —gritó Plasticko—. ¡Ya no soy un hombre corriente! ¡Me he convertido en Plastipaipai! ¡Mwahahahaha!
—¿Dónde tienes el paipai? —preguntó Geekman.
—You, bastard! —gritó Rotulador cogiendo a Alf del cuello de la camisa—. Where are the fucking drugs, bitch?
—¿Qué coño quiere éste? —sollozó Alf mirándolo.
—¡TÚ! —sonó atronadora la voz de Plastipaipai por lo que todos se volvieron hacia él y vieron que señalaba a Alf.
—¿Y-yo? —preguntó él.
—¡Sí, tú, pedazo de mierda! ¡Ahora voy a vengarme!
Alf, asustado, miró a Khazike.
—Alf, amigo —le dijo éste sonriendo—, yo mantengo mi postura, como no pelees con él desearás no haber nacido.
Alf tragó saliva y pensó que, definitivamente, estaba entre la espada y la pared con la salvedad de que la espada era una motosierra y la pared tenía un montón de cuchillos afilados, lo que no contribuía a mejorar la situación.
—Bueno, venga, que me mate si quiere —se decidió por fin empuñando su Bastón de Salomón sin demasiada convicción—. ¡¡¡Ven a por mí, hijo de puta!!!
Ese apelativo no pareció agradar a Plastipaipai pues sacó dos paipais que repartió entre sus manos, cruzó los brazos sobre su pecho y se concentró.
—¡Ataque de paipai! ¡Enchufe de la muerte!
Descruzó los brazos y al hacerlo un enchufe salió disparado de los paipais y dio a Alf en el afro, donde se hundió lentamente.
—¡Eh, tú, no me llenes la cabeza de mierda! —le reprendió Alf.
Empuñó el Bastón de Salomón y fue a hacer un swing cuando se le escapó el palo de las manos y golpeó directamente en la cabeza a Plastipaipai.
—¡Ja! ¡Diana!
—¡Pero serás…! —empezó a increpar Plastipaipai según sacaba otros seis paipais y se los colocaba entre los dedos de la mano—. ¡Te vas a enterar de quién soy yo! ¡Ataque de paipai! ¡Lluvia de diez mil enchufes!
Y al decir esto hizo un extraño baile, el cielo se llenó de nubes eléctricas y empezaron a caer enchufes de plástico del cielo sin la velocidad suficiente para hacer más que pequeños rasguños.
—Tío —le dijo Alf desde la lluvia de inofensivos enchufes—, sinceramente, eres patético.
En ese momento Plastipaipai sintió una horrible sensación, sintió una puñalada clavándose directamente en su ego y decidió que merecía una retribución. Sin levantar la vista del suelo declaró:
—Patético… Patético, ¿eh?
—Eso he dicho.
—Sí, eso ha dicho, ¡mátalo! —animó Khazike mientras seguía con las palomitas que había dejado a medias.
—Yo os enseñaré quién es el patético aquí, con mi técnica secreta.
—Será otra birria de enchufes —dijo Geekman.
Otra puñalada se clavó, despiadada, en el ego de Plastipaipai, la sangre hervía en sus venas.
—¡¡¡Conque ésas tenemos, ¿eh?!!! ¡¡¡Pues ahora os mataré a todos!!!
De entre los pliegues de su ropa de plástico de burbujas extrajo un enorme cañón futurista con toda clase de lucecitas que empezó a lanzar pequeños rayos y a acumular una bola brillante.
—¡¡¡Con este cañón de plasma electromagnético destruye-planetas os borraré del mapa a vosotros y a todo el reino con sólo apretar el gatillo!!!
—¡¿Y por qué no lo has hecho todavía?! —le preguntó Khazike.
—¡¡¡Porque quiero ver vuestras caras de horror!!!
Los cuatro miraron a Plastipaipai, se miraron unos a otros, volvieron a mirar a Plastipaipai y empezaron a partirse la caja.
—¿De verdad, de verdad crees que nos vamos a acojonar de un mierda como tú? —preguntó Geekman entre carcajadas.
—¡Si sólo sabes hacer ataques birria! —rió Alf—. ¿Quién te compró ese juguete? ¿Tu mamá?
Todos rieron ahora mucho más fuerte mientras las puñaladas se acumulaban en el ego de Plastipaipai.
—¡¡¡Lo haré, os juro que lo haré!!!
—¡¿A qué esperas, tío duro?! —se burló Khazike.
—¡¡¡Voy a hacerlo, voy a desintegraros!!!
Plastipaipai, llevó lentamente el dedo al gatillo y cuando estaba apunto de apretarlo y destruir el mundo tal y como lo conocemos cayó al suelo rendido. A su espalda apareció una figura que sostenía una porra que dijo:
—Porras Dhal, las mejores del mercado. Ah, y perdonad por tardar, jefes.

Tu bi continiu, brada ( o Y o )

15/3/09

Kronikas dun Khazike VII: Paipai

Bueno, dicen que el siete es número de buena suerte… A ver si es verdad y esta vez sale algo medianamente decente. Os estáis poniendo a leer YA (por favor).
—¡Sergento! ¡Sargento!
El soldado tocapelotas entró a la carrera en la tienda de campaña que habían instalado a Muchauve y en la que estaba sentado tras una mesa reflexionando hasta que se vio obligado a levantar la cabeza y mirar al soldado.
—¿Qué pasa ahora?
—Señor, los conejos nos atacan.
—¡Eso ya lo sé, imbécil!
—Se están atrincherando entre nosotros y el bosque, no podremos proseguir ni huir.
—Tenemos que retroceder.
—Señor, no, señor.
—¿Cómo que no?
—Yo no sé usted, pero lo que es yo no prefiero lanzarme a la boca de los conejos que tener que explicarle al gran consejero por qué hemos vuelto.
—Maldita sea, es ver…
Un conejo que rasgó la tela de la tienda de campaña y saltó sobre él con las garras en ristre impidió que acabara la frase. Menos mal que fue interceptado por una piedra disparada por el tirachinas del soldado.
—Te debo una.
—Señor, sí, señor. Me conformo con que sea más bueno conmigo —dijo el soldado con los ojos brillantes.
—Sabes que me gustaría, soldado, sabes que me gustaría —dijo Muchavue y se asomó por la puerta de la tienda para mirar las trincheras enemigas—. ¿Cuándo acabará esto…?

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Khazike pateó un poco lo que fue la ametralladora-Guls y después dejó de mirarlo.
—Sí —dijo—, definitivamente está muerto.
—Llevas 10 minutos diciendo lo mismo —le reprendió Geekman, que ya había despertado.
—Nunca está de más asegurarse —replicó Khazike dándole otra patada más fuerte.
—Esto… —empezó Alf.
—Pero no deberías cargártelo —le gritó Geekman a Khazike—. ¡A lo mejor el chatarrero nos da algo!
—Oíd…
—¿Por esta basura? —preguntó Khazike y propinó otra patada.
—Tíos…
Khazike y Geekman se volvieron para mirar a Al con todo el cabreo del mundo y le preguntaron al unísono:
—¡¿Qué?!
—T-Tenemos visita —consiguió decir al tiempo que señalaba un punto detrás de los otros dos.
Khazike y Geekman, de nuevo al unísono, se dieron la vuelta y miraron.
—¡Bienvenidos a mis humildes bosques! Están algo desordenados, pero pasad, pasad.
—¿Quién cojones eres tú? —preguntó Khazike al tipo cubierto con una capucha de plástico de burbujas que les saludaba.
—¡¿No me conoces, imbécil?! —gritó el tipo señalando a Khazike, enfadado.
—¡Salta a la vista que no! —gritó Khazike a su vez.
—¡Te voy a matar!
—¡Ya lo veremos! —amenazó Khazike desenfundando.
—Kha, es Plasticko, el jefe de los rebeldes —le explicó Geekman.
—¿Lo qué? —se extrañó Khazike—. ¿Es el malo maloso y ataca directamente en lugar de enviar subordinado tras subordinado? Es tonto…
—¡¿Por qué iba a mandaros a mis subordinados pudiendo mataros yo mismo?! —se enfadó Plasticko.
—Claro, ya sé —comprendió Khazike—. Lo que pasa es que no tienes subordinados.
—¡Claro que tengo subordinados!
—¡Nah, mentiroso!
—¡Es verdad!
—¡Nah, no lo es!
—¡Chicos! —gritó Plasticko a los bosques—, ¡salid!
Y salieron, vaya que si salieron, unos doscientos tipos con gabardina ancha, sombrero y la mano metida en el bolsillo interior mirando a todas partes.
—¡Si son todos infiltrados! —rio Khazike—. Medio mundo te ha puesto asesinos y tú sin enterarte.
—¡Calla! —gritó Plasticko—. Me hacen feliz… No me quites la ilusión.
Una bala pasó rozando su oreja, pero él simplemente la ignoró.
—¡Chicos, atacad!
Todos los espías se miraron unos a otros y dijeron al unísono.
—Es nuestra hora de comer.
Tras lo que se perdieron en los bosques.
—¡Malditos traidores! Bueno, yo solo me bas…
No pudo acabar antes de que Khazike disparara contra el y… Y la bala rebotara contra el papel de burbujas.
—Es inútil, compañero, este papel de burbujas me protege y me mantiene calentito —explicó Plasticko—. No puedes golpearme. ¡Mwajajajajaja!
Mientras Plasticko reía de forma maligna Khazike andó hasta él y le dio en los dientes con la culata de Marisa ya que en esa parte no tenía plástico de burbujas. Plasticko se agarró la boca y se dio la vuelta.
—Tú eres tonto, ¿no? —preguntó Khazike.
—¡Tramposo! —gritó Plasticko de espaldas—. En la cara no vale.
—Sí definitivamente eres tonto —dijo Khazike y se dio la vuelta—. Alf, te lo dejo a ti que yo no me canso pa’ na.
—¡¿Cómo?! —preguntaron Alf y Plasticko a la vez.
—¿Es que hablo en chino? —preguntó Khazike.
—¡Me estás subestimando!
—¡Me estás sobrestimando!
Dijeron ambos respectivamente.
—Vamos a ver u os matáis entre vosotros para que pueda ver el espectáculo u os mato yo, ¿vale? —les convenció Khazike.
Plasticko iba a decir algo en ese momento cuando Alf le saltó encima lleno de ira asesina, probablemente prefería que le matase Plasticko que Khazike.
—¡Combate de pelo afro! —gritó Alf—. ¡Puño del destino!
Se tiró de un hilo de la camisa y del afro le surgió un guante de boxeo que dio en todas las narices a Plasticko. Tras lo que Alf dejó escapar una risotada maligna.
—Pero serás… —empezó Plasticko.
—¡Combate de pelo afro! ¡Bastón de salomón!
Se sacón un palo de golf del pelo y con él le volvió a arrear en la cara a Plasticko.
—Me estás cabre… —llegó a decir Plasticko antes recibir otro palazo en los piños.
Ante esto Plasticko saltó hacia atrás, lejos del alcance del palo y declaró:
—¡Se acabó! ¡Me has obligado a revelar mi verdadero poder!
—Mierda… —se entristeció Alf.
Plasticko extrajo un paipai dhal, los mejores paipais del mundo, de uno de los bolsillos de su túnica de plástico de burbujas y empezó a hacer un baile extraño al tiempo que repetía:
—¡Maestro Tao Pai Pai, dame poder! ¡Maestro Tao Pai Pai, dame poder!
Un enorme rayo cayó en ese momento sobre Plasticko y la luz cegó momentáneamente a todos los que estaban en el claro.

A ver en qué acaba esto ( o Y o )

12/3/09

¿CIF?

Vengo a hablaros del CIF, sí, el CIF. No, no es el número de identificación fiscal de empresas. Es más bien la CIF, la Contradicción Intrínseca Femenina. Por ejemplo, una de mis tesis es que por muy grande que sea el escote de la moza ésta siempre se molestará si le miras el entreteto. O esas chavalas a la calle con minifalda y van todo el rato dándose tironazos para intentar bajársela. Es que, hijas mías, hay cosas que por mucho que se estiren no dan más de sí, como el cuello de Carmen Sevilla. Y que se lleve minifalda en verano, primavera e incluso otoño vale... Pero en invierno y en plena ola de frío... Se me congelan los cojones sólo de verlas. También me di cuenta que cuando están mal hay una frase que les encanta oír: "¿Qué te pasa?" Cuando preguntas a una chavala qué le pasa la estás metiendo. Mirad, puede haber tres respuestas distintas, las pongo con traducción:
a)nada = le pasa algo.
b)eres un imbécil y derivados (¡eres un imbécil!, ¿eres imbécil?, eres imbécil :'() = la has cagado mucho.
c)tenemos que hablar = búscate otra novia.
Y el "tenemos que hablar" también puede interpretarse como "Te vas a cagar vivo." Porque cuando una chica "habla" contigo tú tienes dos opciones:
a) hablar y que te diga que no la escuchas.
b)callarte y que te diga que no le haces caso.
¿Qué es lo mejor? Quitarte de enmedio. Total, si vuelves con bombones seguro que te perdona. Porque ésa es otra, las mujeres siempre empezarán la dieta después de la caja de bombones que tienen en las manos. "Venga, el penúltimo... ¡Ay, no! Que era el antepenúltimo." Y quien dice bombones dice helado, pastel, gominolas... Otra cosa en la que pensé es por qué las chavalas se quejan tanto en la regla con el dolor de ovarios y cuando te meten una patada en los cojones te dicen "Venga, levántate, que no es pa tanto." Supongo que es porque nosotros no sangramos. Además, otra contradicción es que mientras que ellas acumulan pares y pares de zapatos de los que sólo usan dos miran mal a los fetichistas que sí que los usan todos. Y eso que los chavales son hasta ecologistas y recogen los usados. Luego está lo de que las mujeres no comprenden el concepto del sí y el no, ellas lo entienden de esta forma:
a)sí = no.
b)no = como lo hagas te parto la cara.
c)para = no se te ocurra parar.
d)tal vez = en la puta vida.
Las mozas, además, tienen una rara concepción del tiempo tal que "pronto" para ellas significa "algún día de estos" y confunden los sistemas de división de la hora especialmente los minutos con la hora de ahí la típica frase de "bajo en diez minutos". Curiosamente los conceptos "ya" y "ahora" tienen el doble de proximidad temporal que en la mente masculina, por ejemplo "Pepito, haz eso ahora".
Y, ¿qué demonios harán las chavalas en el cuarto de baño que nunca pueden ir solas? Y, especialmente, tanto tiempo. Bueno, lo del tiempo es normal, porque para ellas no transcurren más de cinco segundos femeninos mientras que el chaval que las espera ya se ha ido a dormir. ¿Os lo imagináis? A las tantas de la noche llama la chavala al mozo y le dice "¿Dónde estabas? Que fui al baño un momento y al salir no estabas." "Pasaron tres horas antes de que me hartara y me fuera." "Claro, es que los tíos no tenéis paciencia." ¿Veis como no es tan difícil salir de la situación del baño de chicas sin hacer un chiste fácil sobre masturbación? Pero, bueno, volviendo a lo de la paciencia, espero dejar esto muy claro: lo que pretendemos es llevaros al catre y, en algunos casos, enamoraros, no que nos hagan santos, ¿vale? Para eso es más sencillo ir de misionero a una tribu canibal en la que sean todos hombres. Si en el fondo uno comprende a los curas, vale que Diox no te dé sexo, pero al menos no tienes que sacarlo por ahí, ni discutes con él, ni le aguantas cuando tiene la regla, ni te calienta la cabeza con sus amigas... ¿Por qué creéis que no dejan ser cura a las mujeres? ¿Por capricho? Bueno, bueno, ahora cuando acabe con esto ya os podéis ir al seminario, pero antes esperad al final, cojona cuanta impaciencia. Hoy le estaba comentando estas reflexiones a un compañero cuando se nos acercó una moza y nos preguntó qué hacíamos. Bueno la cosa es que me volví y le respondí:
"Intenta imaginarte que eres un tío, te crece la barba, no sabes cocinar y tienes un pene que estás deseoso de utilizar, y mientras estás charlando con un colega de chistes machistas se te acerca una chavala y te pregunta que qué haces. ¿Tú qué le respondes?".
"No sé."
"Ah, en ese caso estábamos charlando de Schopenhauer."

7/3/09

Kronikas dun Khazike VI: Plátanos

Joder, seis capítulos… Si alguien me hubiera dicho a mí y al tío que me encañona para que escriba que íbamos a llegar tan lejos posiblemente hubiéramos pedido un sueldo o algo pero eso ya no tiene solución. A leer, que no es gerundio.
Guls despertó y lo vio todo oscuro. Cuando se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados los abrió y pudo ver donde estaba, porque para eso sirven los ojos, claro. En conclusión, al abrir los ojos (y es curioso, porque la mayoría de ametralladoras no tienen ojos) pudo ver que estaba en una gran pradera verde con suaves colinas que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
—Joder… —se dijo—. ¿He volado hasta Asturias?
NO, se oyó una voz desde las alturas.
Guls miró al cielo y vio el rostro de Khazike suspendido y mirándole.
ESTÁS ENCERRADO EN UNA MORTÍFERA TÉCNICA ALUCINÓJENA.
—¿No podrías haber sido más original?
¡CALLA!, dijo mientras su pie gigante aparecía un momento junto a Guls y le pateaba el culo.
TE HE TRAÍDO AQUÍ PARA QUE SUFRAS EL PEOR DE LOS CASTIGOS, ¡¡¡EL CASTIGO DE LOS DIEZ MIL PLÁTANOS!!!
El grito resonó como un eco y de la tierra surgió una enorme pirámide frente a Guls coronada con un santuario en forma de plátano sobre diez mil escalones.
—A ver si me entero… —dijo Guls—. ¿Pretendes que suba?
NAH, TE ECHARÉ UN PIE.
El pie de Khazike volvió a aparecer junto a Guls y le arreó tal patada que esta vez le hizo volar hasta la cima de la pirámide y estrellarse contra el santuario.
AHORA QUE EMPIECE EL SHOW.
Se hizo de noche como si alguien hubiese apagado las luces de pronto y guls se encontró sentado en una silla frente a un monitor y tras el monitor…
—¡Vienbenidos y buenas noches, amigos! ¡Esto es “¿Quién quiere ser bananaza?”! —gritó el plátano que había sentado frente a él tras otro monitor.
A los pies de la pirámide miles de plátanos aclamaron.
—Yo seré su presentador, Rudolf Van Anha —continuó el presentador—. Y esta noche tenemos entre nosotros a alguien muy especial, ¿cómo te llamas, compadre?
Guls dudó un momento, pero al final decidió que lo mejor sería responder.
—Maxim Guls Slurm.
—¿Y de dónde vienes, Guls?
—De mi puta casa, ¿puedo largarme ya?
—¡Ni hablar! ¡Todavía tenemos que jugar! Bien, te explicaré las reglas del juego. Tienes que responder bien a todas las preguntas que marque la ruleta de la muerte, nuestra querida ruletita de la muerte. Pero no podremos usarla si tienes esa forma.
Rudolf aplaudió dos veces y el cuerpo-ametralladora de Guls se deformó y deformó hasta volver a obtener la forma que tuvo antes de morir, la de un hombre-gato naranja.
—¡Mucho mejor así! —aprobó Rudolf—. Ahora, mientras preparan la ruleta explicaré el resto de las normas.
El foco que iluminaba a Guls se apagó un momento.
—Bien, amigos, el jugador tiene cinco comodines; el comodín del teléfono —se encendió un foco y apareció una bananita en bikini mostrando un teléfono—, el comodín del público —el foco iluminó a la multitud de plátanos y todo aplaudieron—, el comodín del teléfono público —junto al otro teléfono se iluminó otro foco y apareció otra bananita junto a una cabina de teléfonos roja—, el comodín de la banana salvaje —otro foco más se encendió mostrando una jaula que contenía algo ligeramente parecido a un plátano que babeaba y estaba ansioso por matar—, y mi favorito, ¡el comodín misterioso! —saltaron fuegos artificiales que iluminaron el cielo con una gran “?” de mil colores—. Claro que siempre puede cambiarlos todos por lo que haya detrás de la puerta número 1. —los focos iluminaron la pared del santuario y se vio que la puerta de éste tenía marcada un gran uno—. Me informan de que nuestro concursante ya está listo. ¡Veámoslo!
Otro foco iluminó el lado contrario a los comodines y se pudo ver a Guls en su nuevo cuerpo atado a una gran ruleta y con un casco cónico en la cabeza que usarían para decidir la pregunta.
—Bien, Guls, te veo algo colgado.
Se iluminó el cartelito de “risas”.
—Vamos con la primera pregunta, ¿te parece? —continuó Van Anha.
—Eeeh… —empezó Guls.
—¡Genial! ¡Dadle vueltas!
Dicho y hecho las dos bananitas cogieron a Guls y le hicieron girar por la ruleta. Y giró y giró y giró… Hasta pararse en una casilla roja con un vibrador dibujado.
—Oh, bien —dijo Van Anha mientras Guls quedaba colgado bocabajo—, vamos con la pregunta del vibrador. Por tu vida, ya que si fallas la palmas, ¿Qué fruta larga y amarilla sirve como juguete sexual? A: el plátano; b: la manzana; c: el pimiento; d: el ordenador.
—¿Esto es una broma? —dijo Guls.
—No, es una alucinación producida por la droja —le explicó Van Anha—. ¿Vas a responder o no? Te recuerdo que si no respondes sufrirás una muerte horrible y dolorosa.
—Vale, vale —le tranquilizó Guls—. Entonces me pido el comodín del público.
—Bien, público, ¡a él!
Los focos iluminaron al público para que se pudiera ver cómo cogían piedras y se las lanzaban a Guls.
—Esas piedras aumentarán tu capacidad de raciocinio o te matarán lapidado —dijo Van Anha al tiempo que una piedra daba a Guls en el ojo—, lo que venga primero.
Cuando el apedreo cesó Rudolf continuó.
—Bueno, ¿qué? ¿La sabes ya?
—Creo que diré la A, Rudolf —dijo Guls sangrando por la cara.
—Bien, marcamos la A, ¿estás seguro?
—¡Si ya la he marcado!
—Es por hacer tiempo. Bueno la respuesta es… Incorrecta.
—¡¿WTF?!
—La correcta era la e: la polla de Nacho Vidal.
—Si eso no es amarillo.
—Es tu alucinación, ¿a mí qué me cuentas? Pero para que esto no acabe tan pronto te daremos una segunda oportunidad si te quedas con lo que hay dentro de la caja misteriosa.
Rudolf se sacó de la manga una caja verde llena de interrogaciones rosas.
—Es la caja o la muerte, coleguilla.
—Vale, me quedo con la caja.
—¡Bien! Dentro de la caja hay…
Sonó un redoble de tambores mientras Rudolf abría la caja, extraía una tarjeta y la leía.
—¡Dentro de la caja hay una muerte aún más terrible y dolorosa! ¡Suertudo!
Guls empezó a llorar.
—Aunque primero serás juzgado por… ¡El teléfono público!
Una de las bananitas descolgó el teléfono que había empezado a sonar y la voz de Khazike surgió de él.
—¡Culpable!
—¡Gracias, o gran teléfono público! —agradeció Rudolf—. Lo bueno si breve dos veces bueno. Pero antes de proseguir recordemos que esta ejecución les va a ser ofrecida por Droja concentrada Dhal, si encuentra una droja concentrada mejor métasela.
—¡Piedad! —gritó Guls.
—Lo siento, fuiste tú el que quiso la caja. Y ahora te someteremos a la peor muerte que puedas imaginar.
Todos los plátanos se dieron la vuelta y pasaron de Guls.
—Eh, tíos, prestadme atención.
Los plátanos no respondieron.
—¡Tíos!
No hubo respuesta.
—¡¡¡Hacedme caso!!!
Guls no pudo soportar ser el centro de atención y estalló. En el mundo real simplemente su cerebro se apagó y Khazike sonrió victorioso.
A ver si continúa... ( o Y o )