29/3/09

Kronikas dun Khazike XI: conejos

Bueno, ha sido está siendo un viaje largo y extraño, pero hoy podréis comprobar que la cosa sí avanza porque este capítulo dará finiquito a la primera temporada. A ver si me esfuerzo y no resulta ser la mierda de siempre. Y vosotros esforzaos en leer, cojones.

—¡Las líneas no avanzan! —gritó alguien desde una de las trincheras que habían fabricado apresuradamente los soldados del regimiento de Muchauve—. ¡¿Por qué las líneas no…?! ¡¡¡AAAAAARGH!!!
Aunque la cosa parecía estar desigualada ya que los soldados del reino tenían lanzallamas y los conejos luchaban a boca’os no era tan así. Los conejos eran tan rápidos que esquivaban con facilidad las llamas y antes de que te dieras cuenta te habían saltado a la nuez. De ahí que improvisaran una trinchera para proteger sus pescuezos.
A nivel personal Muchauve hubiera preferido dejar que esos bichos se dieran por culo entre ellos o directamente se murieran, pero daba la casualidad de que estaban entre él, punto A, y los bosques donde pretendía llegar, Punto B.
Malditos puntos C… Uno de ellos mató a toda mi familia ayudado por una banda de cedillas… Ç. ¡Ahí hay una! ¡Y es de las grandes! ¡Corred!
En fin, volviendo, al tema, lo que de verdad molestaba a Muchauve no eran los conejos, sino…
—¡Mi sargento! —gritó el soldado tocapelotas entrando en la tienda del campamento asignada a Muchauve.
Éste estaba sentado de espaldas a la entrada y movía un brazo a intervalos regulares trabajando en algo fuera de la vista del soldado.
—¡Seguimos batallando con los conejos! —informó el soldado.
—Ah, bien —respondió Muchauve con calma—. Igual que todos los minutos, de todas las horas de todos los días que llevamos aquí, ¿me equivoco?
—¡Señor, no, señor! —reconoció el soldado.
—Creo que tu dedicación a mantenerme informado merece una recompensa digna —continuó Muchauve con una calma que ya ponía nervioso.
—¡Señor, sí, señor! —respondió el soldado, sonriente.
—Bien pues… —dijo Muchauve—. ¡Te mandaré al infierno para que te la den allí!
Se dio la vuelta rápidamente empuñando un machete en una mano y en la otra una piedra de afilar y se lanzó sobre el pobre soldado tocapelotas que salió corriendo de la tienda en dirección a las trincheras mientras el consejero le perseguía echando espuma por la boca.
El soldado siguió corriendo y atravesó la trinchera saltando sobre las cabezas de sus compañeros, prefería los conejos y lo que quiera que hubiera en los bosques antes que al ya demente Muchauve.
Sin embargo al dar dos pasos hacia la línea de conejos hubo una gran explosión sobre esta y la onda expansiva le lanzó hacia atrás. Cayó sobre Muchauve y, como todos los demás, quedó cegado unos segundos…
Cuando la luz volvió y se disipó el humo pudieron ver figuras a lo lejos, eran cuatro. La de más a la derecha parecía llevar una bola de discoteca en la cabeza, la siguiente tenía el pelo largo ondeándole al viento, la tercera era bajita y gorda, y la última parecía una especie de cyborg mal hecho.
Desde ese lado les llegó una voz que gritaba:
—¡Perdonad si os hemos jodido la diversión! ¡Pero esos conejos estaban en medio y nos harían difícil lo de mataros y eso!
Muchauve sólo alcanzó a decir una cosa en su sorpresa:
—Pero… ¿qué cojones…?
Mientras, en el otro lado…
…Alf se volvió a Khazike y le preguntó:
—¿No son demasiados?
—Tonterías —le respondió—. Nosotros solos podríamos con todos, es más, yo solo podría. Además el colega Oskarl nos ha conseguido un ejército. ¿No es así?
Una especie de cyborg rubio asintió y sonrió sosteniendo una porra en la mano. En efecto fue él el que dio matarile a Plasticko.
—Ya te dije que tenía un buen infiltrado —dijo Geekman a Khazike—. Yo siempre voy a lo seguro.
—Pues con aquellas fotos no estuviste muy fino —dejó caer Khazike.
—¡Prometiste no volver a hablar de las fotos! ¡Ese culo no era mío! —le gritó Geekman.
—Vaaale, vaaale —concedió Khazike, tras lo cual se volvió hacia Oskarl—. Bueno, ¿y tú cuándo vas a sacar tu ejército?
—¡Ahora mismo! —dijo para luego silbar—. ¡Hombres alegres del bosque!
Pronto un ejército de unos doscientos hombres “alegres” salieron de entre los árboles. “Alegre” era un eufemismo para definir a todos aquellos tipos de rosa, con ropa ajustada, piercings y olor a rosas.
Khazike, miró al ejército y, muy lentamente, ordenó a las vértebras de su cuello girar como una bisagra oxidada hasta encontrarse con los ojos de Oskarl. Éste esquivó la mirada usando los pies como excusa.
—Lo siento —dijo—. Los mercenarios de dos metros y brazos como troncos son caros, pero seguro que estos luchan bien.
Khazike no perdió la calma.
—Por tu propio bien, espero que así sea —le respondió tranquilamente y después se volvió a los soldados—. ¡Al ataque!
Ninguno se movió.
—¡Atacad! —volvió a probar.
Nada.
—¡Desgarradles el cuello!
Nada.
—¿Qué cojones tengo que hacer para que ataquen? —preguntó por fin a Oskarl dándose por vencido.
—No usas las palabras correctas, mira —explicó Oskarl dándose la vuelta.
Puso voz de pito y gritó:
—¡A la carga reinas!
Todos los intentos de soldado corrieron, o más bien fueron dando saltitos, hacia el enemigo que, si no se sintiese tan ofendido y sorprendido al mismo tiempo, se partiría la caja.
Algunos se quedaban por el camino llorando porque se habían despeinado o roto una uña, pero otros conseguían llegar y arañar, tirar de los pelos y dar por culo a los indefensos soldados que intentaban huir sin éxito.
Las bajas pronto se hicieron considerables y Muchauve observaba la masacre desde un puesto avanzado con, para su desgracia, el soldado tocapelotas.
—¡Maldita sea! —gritaba el consejero—¡¿Qué hacemos?! ¡Caen como chinches!
—Yo voto por largarnos de aquí, sí, señor —respondió el soldado.
En el otro lado Khazike se impacientaba.
—Vale, pelean bien, ¿pero por qué demonios van tan lentos?
—Dales tiempo —respondió Oskarl.
—Nah, no necesitan tiempo, lo que necesitan es nápalm.
—¿Y de dónde lo vas a sacar? —preguntó Geekman.
—Espera y verás.
Khazike se llevó los dedos a la boca y silbó tan fuerte que a algún soldado se le reventaron los tímpanos… Y no pasó nada. Al menos hasta pasados diez minutos en el que enormes figuras blaquinegras a reacción oscurecieron el cielo.
Al principio nadie se preocupó, demasiado, pero cuando empezaron a dejar caer miera ardiendo sobre los soldados y los hombres alegres del bosque sí que se preocuparon más. Pronto todo el campo de batalla fue un infierno y nadie sobrevivió salvo el soldado tocapelotas y Muchauve, que volvieron arrastrándose a Ciudad Frikipedia.
Ahora que todo estaba en paz, Oskarl se quedó dirigiendo la rebelión en el bosque mientras que Khazike y compañía montaron en su caravana en busca de nuevas aventuras seguidos de sus queridos pingüinos-nápalm. ¿Qué aventuras les deparará el futuro?
Fin de la saga, pero continuará ( o Y o )

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