15/2/09

La paraoha'r barbero

Bueno, como me aburría he escrito otra de mis reflexiones-monólogo y, claro, todo el mundo sabe que el teatro suena mucho mejor en andaluz.

Abèi oïo hablà la paraoha’r barbero? No? Pô no ê otra qoza quna paranoya qe z’inbentó un matemátiqo aburrïo pa’eppliqà una teorïa dezâ qe hazen lô matemátiqô ezô. Ueno, á lo q’iba, la paradoha eza ê la zigiente:
Nun reino abïa un rei… Mô a hoïo zi no ubiera un rei no zerïa un reino, zerïa una qoza rara; ero’n qé andaba yo? A, hí! Pô ueno, er rei deze reino ze dio quenta de q’abïa poqô barberô’n zu reino i ze diho: “Ai qe hoerze… Qen mi reino namà q’ai ziete u oxo barberô roziaô… Zi lô barberô qurran emaziao pue zè qe ze lê qaigan lâ manô-e tanto afeità i antonzê qé iba a pazà qon lô qe no ze puen afeità zolô?” I nettâ qozâ zigió penzando ata qun dïa ze le bino una idea-e la ottia á la qabeza i ze la anunzió ar pueblo edde’r barqón reà: “Pueblo mïo, enzabiendo que tiemô apenâ ziete u oxo barberô amô á tenè qe ponellê meïa no baya zè qe ze mô gatten. Azín q’á partì d’aora lô barberô namà podrán afeità á lô qe no ze puean afeità zolô. Azín qe ala, largo d’aqqí enantê qe ponga lô apperzorê!”.
I detta manera ze puzo’n marxa la nueva lei’r rei’n tor reino. No he quà zerïa’r qattigo par barbero q’afeitara á argien qe puiera hazérzelo ér mimmo ero á la mehón qonzittïa n’otro afeitao… Qon haxa i á l’altura la nuê; porqe zi le qortaban la mano ar barbero qomo qe zerïa una mihiya tonto eppuè de to lo q’abían montao.
En fin la paraoha eza ê qun dïa yegó ar palazio’r rei uno lô famozô barberô. Er barbero ya eberïa tiè la barba yegándole á lô talonê qomo’r maettro la zerie “Érase una vez…” qe ze zaqaba de to dendentro la barba. Yebarïa argo ebaho? Uzarïa la barba pa abuzà lô niñô? Hô imahinài? “Niño, no enquentro argo’n la barba puê metè la mano á bè zi lo enquentrâ tú? Harme’r fabò.”. I ar finà lo q’enqontrarïa pozibremente hiziera mu felì ar maettro. Á quento-e qé benïa to etto? Ah, ya m’aquerdo. Perdonamme qe me baya por lâ ramâ qom’un mono’n zelo ero ê qe me biene de familia, te qieo auelo.
Qomo iba iziendo ze yegó á la qorte’r rei i le iho: “Zeñò, zoi barbero i e benïo porqe tengo un publema mu grande. Berá uttè, según la lei q’uttè a hexo, yo no pueo afeitamme á mí mimmo porqe lô barberô no puen afeità á naide qe ze puea afeità por zi mimmo ero ê q’antonzê yo no pueo afeitamme por mí mimmo i antonzê hi podría afeitamme yo mimmo ero ê q’antonzê no pueo afeitamme yo mimmo i no me pue afeità otro barbero porqe'antonzê me tendrïan qe qattigà porqe pueo afeitamme yo mimmo, ero ê qe no pueo!”.
I nezo ze le hueron trê orâ. Er rei, eppuè aberze exao una zietta, i enbiendo qer barbero no ze qayaba no ze l’oqurrió otra forma qayalle qe dalle á zu iha pa qe ze qazara qon eya. Ái ya’r barbero ze qayó porqe ya no era quettión de zegì qalentándole’r bombo ar pobre rei.
I ara igo yo… Er barbero aqè era un crack, ze yeba un reino namà qe por largarze’r royo! Yo qieo zè qomo ér. Á bè quando ze l’oqurre ar Zapatero hazè una lei pa qe lô umorittâ namà puean hazè reì á lô qe no ze puen reì por zí mimmô. Enqe… Yo no quieo qazarme qon la iha Zapatero zi ê qe tie… Ueno, zupongo qe qon una penzionhita uena ya me conformo.
Enqe lo mâ tonto l’azunto ê qen la paraoha no ze ize zi arretiraron la lei u no… Zupongo qe pazaron, qomo’r barbero aqè fue l’úniqo qe ze qehó lô demà á tomà por qulo. Ar mimmo zitio qe me boi yo, qe ya me hago pezao.

Y ahora la traducción:

¿Habéis oído hablar de la paradoja del barbero? ¿No? Pues no es otra cosa que una paranoya que se inventó un matemático aburrido para explicar una teoría de ésas que hacen los matemático. Bueno, a lo que iba, la paradoja es la siguiente:
En un reino había un rey… Nos ha jodío si no hubiera un rey no sería un reino, sería una cosa rara; pero, ¿en qué andaba yo? ¡Ah, sí! Pues bueno, el rey de ese reino se dio cuenta de que había pocos barberos en su reino y se dijo: “Hay que joderse… Que en mi reino sólo hay siete u ocho barberos dispersos… Si los barberos trabajan demasiado puede ser que se les caigan las manos de tanto afeitar y ¿entonces qué pasaría con los que no se pueden afeitar solos?” Y en estas cosas siguió pensando hasta que un día se le vino una idea de la hostia a la cabeza y se la anunció al pueblo desde el balcón real: “Pueblo mío, dado que tenemos apenas siete u ocho barberos vamos a tener que poner medidas no sea que se nos acaben. Así que a partir de ahora los barberos sólo podrán afeitar a los que no se puedan afeitar ellos mismos. Así que, hala, ¡largo de aquí antes de que ponga los aspersores!”.
Y de esta forma se puso en marcha la nueva ley del rey en todo el reino. No sé cuál sería el castigo para el barbero que afeitara a alguien que pudiera hacérselo él mismo pero a lo mejor consistía en otro afeitado… Con hacha y á la altura la nuez; porqe si le cortaban la mano al barbero sería un poco tonto después de todo lo que habían montado.
En fin la paradoja es que un día llegó al palacio del rey uno de los famosos barberos. El barbero ya debería tener la barba llegándole a los talones como el maestro de la serie “Érase una vez…” que se sacaba de todo de la barba. ¿Llevaría algo debajo? ¿Usaría la barba para abuzar de los niños? ¿Os imagináis? “Niño, no encuentro algo en la barba puedes meter la mano a ver si lo encuentras tú? Por favor”. Y al final lo que encontraría posiblemente hiciera muy feliz al maestro. ¿A cuento de qué venía todo esto? Ah, ya me acuerdo. Disculpad que me vaya por las ramas como un mono en celo pero es que me viene de familia, te quiero abuelo.
Como iba diciendo llegó a la corte del rey y le dijo: “Señor, soy barbero y he venido porque tengo un gran problema. Verá usted, según la ley que usted ha hecho, yo no puedo afeitarme a mí mismo porque los barberos no pueden afeitar a nadie que se pueda afeitar por sí mismo pero es que entonces yo no puedo afeitarme por mí mismo y entonces sí podría afeitarme yo mismo pero es que entonces no puedo afeitarme yo mismo y no me puede afeitar otro barbero porque entonces me tendrían que castigar porque puedo afeitarme yo mismo, ¡pero es que no puedo!”.
Y en eso se le fueron tres horas. El rey, después de haberse echado una siesta, y viendo que el barbero no se callaba no se le ocurrió otra forma de callarlo que darle a su hija para que se casara con ella. ahí ya se calló el barbero porque ya no estaba bien segui calentándole la cabeza al pobre rey.
Y ahora digo yo… El barbero aqul era un crack, ¡se lleva un reino sólo por largarse el rollo! Yo quiero ser como él. A ver cuando se le ocurre a Zapatero hacer una ley para que los humoristas sólo puedan hacer reír a los que no se pueden reír por sí mismos. Aunque… Yo no quiero casarme con la hija de Zapatero si es que tiene… Bueno, supongo que con una pensioncita buena ya me conformo.
Aunque lo más tonto del asunto es que en la paradoja no se dice si retiraron la ley o no… Supongo que pasaron, como el barbero aquel fue el único que se quejó los demás a tomar por culo. Al mismo sitio que me voy yo, que ya me hago pezao.

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