8/11/10

Hoy el sabio estaba en el puente

Hoy el sabio estaba en el puente. Su cabeza era un pico nevado que algún titán invirtiera y llevaba ropas que había robado de algún arcoíris, pero sus manos no señalaban ninguna patria selenita, para confusión de necios, permanecían relajadas, reposantes, silentes como él mismo. No eran suyas las ilusiones del mago o el discurso solemne del papa. Solo miraba, esperando a quien no mirase su mirada, sino lo que miraba. Y no miraba a lejanos mundos celestes ni vagaba perdido en Arcadia, miraba el mundo de los hombres. Y lo veía hecho de imparables arterias de acero, de brazos ferruginosos que ansiaban abrazar las nubes, del incesante latido mecánico de mil voces motorizadas. Veía la gloria del hombre. Y yo, que la vi con él, me acerqué y lo saludé.

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