16/12/13

Microrrelato nocturno

Las luces de la tienda rasgan las sombras.

Notas de organillo emergen con esfuerzo al ritmo monótono de un ruún-ruún mecánico.

Enmarcado entre rodillas nudosas y pantorrillas peludas un hombre enjuto goza con singular regocijo de su simulacro de viaje en avión, por el que ha pagado dos monedas como dos ojos. Si nariz afilada y protuberante describe, con su punta de veleta, arcos con cadencia suave.

«¡Oiga!», sale el tendero. «Eso es para los niños, ¿sab«¿y qué?». Que es usted ya un hombre hecho y dere«soy un niño por dentro, señor». No me venga con cuentos, baje que lo va a rom«no me gusta su cara. Huele mal». No le consiento que me hable de e«discúlpeme». Bueno, está bien, pero bájese de un«de acuerdo, de acuerdo. Lo siento mucho. Tenga esto y perdóneme». ...gracias».

Al abrir el sobre, las luces dan mil colores a la nube de polvo que de él sale disparada.

La tos del tendero da ritmo a los pasos del niño que se alejan mientras su dueño ríe y grita «¡traga ántrax!» sin que puedan sus pantalones cortos evitar que se moje las piernas al atropellar un charco.

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