16/2/15

Brutal Hermit & Smily School girl (3)

Era primera hora de la mañana, Brutal Hermit llegó andando hasta una parada de autobús en una concurrida arteria de la ciudad, paró tras ella y apoyó todo su cuerpo contra la marquesina, haciendo que temblara notablemente y sobresaltando a las personas que esperaban dentro de ella, que lo miraron con recelo. Él, lejos de devolverles la mirada, permaneció mirando a un punto concreto de la calle mientras se cruzaba de brazos. Comprobó por un momento el contenido de una bolsa de papel que llevaba consigo y siguió mirando.

Era temprano, pasaron dos autobuses y él apenas apenas abandonó su posición de vigilancia felina hasta que al final reconoció una figura que se aproximaba por la acera como la de la persona a la que estaba esperando.

A Claire le dolía la cara. Apenas le había bajado la inflamación en las últimas horas. Entre eso y haber pasado la noche en un calabozo, no había conseguido conciliar el sueño precisamente, lo cual probablemente explica por qué apenas reparó en el gran hombre vestido de naranja que la miraba directamente y fue a sentarse sin miramientos en la parada. No había nadie más.

—Vaya faena te han hecho en la cara, pequeñaja.

Claire al fin reaccionó al sonido de la voz y miró al hombre que se había ido acercando a medida que hablaba hasta que estuvo de pie frente a ella. Enfocó todo lo que pudo con los ojos, más por incredulidad que por no reconocer a la persona que le hablaba.

—¿Tío Max?

—Buenos días.

—Ya estábamos seguros de que habías muerto.

—Ja, eso dejaría tranquilos a unos cuantos. ¿Me puedo sentar?

Claire miró a los lados y se encogió de hombros.

—Es una parada de autobús.

Brutal Hermit rio un poco la respuesta y culminó su plan de tomar asiento junto a la chica.

—Debes tener frío solo con el uniforme, te he traído esto —dijo tendiéndole la bolsa de papel.

Claire la miró con la misma extrañeza con la que lo miraría si le hubiera dado una colección de tarántulas en un único gran cubo de cristal. Miró el interior y entonces, sorprendida, metió la mano y extrajo una sudadera violeta.

—¡Esto es mío!

—Claro, ¿qué esperabas?

—¿Cómo demonios...? ¿Te has dignado a hablar con los viejos?

—Qué va, entré y no se dieron cuenta.

—¿Te has metido en mi habitación porque te ha dado la gana?

—Para echarte una mano, pequeñaja.

—No me llames así. Hace años que no hablamos.

—Bueno, es que desde aquí arriba sigues siendo una pequeñaja.

—Mira, aparte de eso... ¿Cómo te has enterado de que estaba aquí?

—Pajaritos.

—¿Qué coño pretendes?

—Eres la hija de mi hermana, comprende que me preocupe por ti.

—Hace cinco años que no he sabido de ti.

—Eso no quiere decir que yo no haya sabido de ti.

—Todo esto es ridículo...

—No, escucha, te aseguro que me hubiera gustado estar más en contacto, pero he estado muy ocupado.

—¿Siendo Brutal Hermit, el asesino de artistas marciales?

—No creas que es una fama fácil de mantener... Lo siento.

—No tienes que disculparte, me da igual lo que hagas con tu vida, ¿pero por qué tienes que meterte en la mía como te da la gana?

—Porque me preocupo por ti, somos familia.

—Pues creo que me está yendo bastante bien, gracias.

Al oír esto, Brutal Hermit movió rápidamente el brazo para poner la mano bajo el mentón de Claire y así moverle la cabeza mirarla de frente.

—Ya, claro.

Claire no respondió, simplemente apartó la cabeza con violencia y miró en la dirección contraria.

—No creas que me parece mal —se apresuró a añadir el gigante—. Tienes agallas; vi lo que le hiciste a ese tío. Fue grabado por varias cámaras y algún hacker ha subido un montaje a internet.

—Joder...

—Lo que quiero decir es que me parece que estás perdiendo el tiempo jugando a pelearte en la calle cuando podrías hacer algo productivo con toda esa energía.

—¿Como qué?

—Vente conmigo, ya es hora de que aprendas el estilo de la familia.

—Venga ya...

—Aprenderás a pelear de verdad, podrás ponerlo en práctica todo lo que quieras y si lo que quieres es dinero podrás hacer una fortuna en patrocinadores.

—¿Patrocinadores?

—No sabes lo que muchas empresas pagarían por llevar su camiseta y grabarme mientras arreo a gente. Pero, como creo que ya te he dicho, no es fácil labrarse un nombre, mucho menos mantenerlo.

Claire permaneció en silencio un momento, pero entonces se dio cuenta de que el autobús se estaba acercando y se puso de pie.

—Lo siento, pero no quiero ser la lacaya de nadie.

—Esa es una forma muy retorcida de verlo, pequeñaja. Estás jugando muy mal tus cartas.

El autobús al final se paró y las puertas comenzaron a abrirse de modo que Claire solo respondió encogiéndose de hombros y con un "¿yo qué sé?" antes de darse la vuelta y entrar en el vehículo con la sudadera aún colgando del brazo.

Brutal Hermit se pasó la mano con el pelo y dejó que el autobús se fuera permitiéndose dejar salir un suspiro antes de voler al asunto menos apremiante.

Un par de horas más tarde el teléfono de Claire empezó a sonar en su habitación. Descolgó y se lo llevó rápidamente a la mejilla, maldijo porque se lo había puesto en el lado inflamado y lo cambió de oreja.

—¿Megumi? ¿Has visto el vídeo?

—Creo que lo hemos visto todas. Y no solo nosotras, ya tiene bastantes visitas.

—Genial.

—Me hace replantearme lo de pelear con minifalda en una ciudad llena de cámaras.

—Tú solo te cubres el pecho con vendas y una chaqueta.

—Eso es un asunto completamente distinto.

—Da igual. ¿Ha dicho Smily algo al respecto?

—Parece que no le desagradó.

—¿Qué clase de respuesta es esa?

—No te puedo asegurar nada, ya sabes que solo responde por texto. Pero era de lo que más hablaba.

—¡Guay!

—De eso y de que mañana quiere que nos reunamos en el sitio de siempre.

—Sí, bueno, normal, ya lo hacemos todos los domingos.

—Esta vez parecía bastante más insistente que de costumbre.

—Creo que voy a hablar con ella en un momento.

—Oye, espera, que te llamaba para saber cómo has estado.

—Ah, bien, el tipo decía que se vengaría y todo eso y como allí no conseguí pegar ojo ahora estaba intentando dormir.

—Perdona.

—No estaba teniendo mucha suerte de todas formas. Tengo un ojo completamente morado.

—Qué mierda.

—Dímelo a mí... Oh, pero lo peor no es eso. ¿Te acuerdas de mi tío Max?

—¿El que entrena peleando con osos?

—Sí, verás, me estaba esperando cuando salí y resulta que estaba ahí esperándome.

—¿No decías que estaba muerto?

—Eso pensaba yo desde hacía meses.

—¿Y qué quería?

—Que me fuera con él a entrenar o algo así. ¿Te imaginas? ¿Le habrá entrado complejo de maestro Yoda? Y me dijo que con patrocinadores podría ganar un montón de dinero, venga ya.

—A lo mejor no es mala idea.

—No fastidies.

—Solo digo que a lo mejor no es mala idea. ¿Qué piensas hacer con tu vida de todas formas?

—¿Yo qué sé?

—A eso me refiero. Tu tío es un experto en artes marciales que se ha hecho famoso sin ni siquiera intentarlo y él mismo ha se ha ofrecido a compartirlo contigo.

—Pero es un idiota, ¿sabes que antes de ir a verme se coló en mi habitación? ¿Y que dice que siempre me está vigilando?

—Si eso es lo que más te preocupa de alguien a quien llaman el asesino de artistas marciales, me parece que tienes muy pocos motivos para ponerte así con él.

Claire paró por un momento a penar en las palabras de su amiga y finalmente respondió.

—Me lo pensaré, ¿vale? A estas alturas apenas sé en qué año estoy.

—Vale, perdona, ya te dejo descansar. Hasta luego.

—Hasta luego.

Claire colgó la llamada, pero no apagó el teléfono sino que abrió un cliente de chat y escribió:

«has visto el video?? ».

La respuesta fue casi inmediata:

«SIII».

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