30/12/10

El espadachín

Aquella mujer le había robado el corazón.
Hombre alguno pudo nunca hacer tambalear su acero. Era temido y hacía ley de su palabra.
Pero su entendimiento se tornó un bosque de otoño bajo sus ojos. Siempre tan ágil, tan fuerte. Jamás retrocedió ante la fuerza de su espada.
El hierro puede cantar mejor que cualquier diva.
Ella grita el nombre de su amor. Ahora tan pálido, tan frío.
¿Cómo poner tanto metal entre ambos? ¿Cómo arrancar una sola chispa a esa diosa de fuego? Silente, se entregó.
Aquella mujer le había robado el corazón con tres cuartas de acero.

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