11/8/12

Tynok el Bárbaro - 3


Tynok y Vilenius ya llevaban un tiempo a bordo del Atra Nox, una nave pirata. Ganaban algún dinero trabajando como parte de la tripulación y viajaban por las costas de la  isla de Sandosa, esperando encontrar alguna pista que los condujese al esquivo hechicero. Bueno, que condujese a Tynok, pues Vilenius no sabía nada de esto debido a que aún no se lo había contado. El bromano seguía a bárbaro porque siempre es seguro y lucrativo estar al lado de un tipo enorme que va por ahí de aventuras.

La vida a bordo del Atra Nox era más tranquila de lo que cabría esperar de un barco pirata. En Sandosa la piratería era la principal ocupación de su población por lo que pronto se había regulado y estabilizado. Los comerciantes que pasaban cerca del lugar eran amablemente abordados y entregaban parte de su carga como quien paga peaje, tras lo cual el capitán pirata de turno le sellaba un documento que justificaba que había sido convenientemente abordado y le eximía de ataques piratas futuros mientras permaneciera en aguas sandosíes. Aunque a menudo los piratas se aventuraban lejos de la isla y atacaban a los barcos del cercano reino de Nalpisi, en el continente, cosa que no gustaba nada a su rey. En el momento en que arranca esta historia, el Atra  Nox ha entrado en liza con el Cane di Mare, un barco dirigido por un capitán mercenario al servicio del rey Paroldo IV de Nalpisi, contratado para hundir piratas sandosíes.

Los vigías de ambas naves se avistaron al mediodía y pronto los respectivos timoneles pusieron rumbo la una contra la otra mientras los marineros (entre los que se cuentan nuestros protagonistas) preparaban el zafarrancho de combate. Cuando las naves estuvieron lo bastante cerca empezaron a acercarse progresivamente en círculos, intercambiando salvas de balistas y catapultas; no obstante ninguno de los proyectiles lanzados hizo blanco y se hundieron en el mar con la vergüenza de haber fallado la única oportunidad que les había dado la vida. Finalmente los dos barcos tuvieron sus respectivas cubiertas lo bastante cerca para permitir el abordaje y los intrépidos marineros del Cane di Mare saltaron, espada en boca, a la cubierta de la terrible embarcación pirata, donde los esperaban igualmente pertrechados de sables y ballestas.

Tynok se colocó en el borde de la cubierta y al primer mercenario que intentó poner un pie en ella le arreó una patada que lo hubiera devuelto a su barco si entre los dos no hubiese habido un poco más mar de la cuenta; pero tranquilos, sabía nadar. Pero este heroico esfuerzo no evitó que otros dos llegaran hasta el Atra Nox en sus cercanías, por lo que pronto se encaró a ellos, hacha en mano. Uno de ellos llevaba un sable y el otro una daga que lanzó contra el imponente bárbaro. Tynok la esquivó fácilmente mientras se giraba para detener una estocada del sable del otro. Mas, distraído en esto, no pudo evitar que el primero, ahora inerme, se colocase a su espalda e intentase estrangularlo rodeándole el cuello con el brazo, cosa que tenía un poco complicada ya que sus pies ahora estaban veinte o treinta centímetros por encima del suelo. Tynok no se dejó amedrentar y decidió terminar cuanto antes con la más acuciante amenaza del espadachín con un hachazo tan potente que casi atravesó la cubierta y que su objetivo casi no pudo esquivar. En ese momento tiró la espada y alzó las manos intentando calmar a Tynok mientras el que tenía encaramado le hablaba al oído.:

—Calma, amico, es solo un juego.

Tynok, no muy seguro, miró a su alrededor. Vio cómo los marineros se enfrentaban haciendo maniobras floridas con las espadas y fintas exageradas más para lucirse que otra cosa, cómo los dardos de las ballestas no daban en el blanco ni con el tiro más fácil, cómo los dos capitanes intercambiaban abrazos y risas en el fragor de la "batalla". Por fin se volvió hacia Vilenius el Traidor y lo vio apoyado en un mástil cercano, fumando tranquilamente uno de sus cigarrillos caseros mientras preparaba el siguiente entre sus dedos largos y hábiles. Él se percató de la confusión de su compañero.

—Tranquilo, su barbaridad —le dijo—. Solo fingen que luchan.

—¿Pero por qué? —preguntó Tynok intrigado.

—Por si algún nalpisitano está mirando —explicó el mercenario, que ya se había bajado de su cuello—. Si ven que dejamos ir un barco pirata sin más podrían ir con el cuento al rey y nos quedamos sin empleo.

—¿Fingís que lucháis con los piratas? Creía que vuestro empleo era combatirlos de verdad.

—Eso es lo que hacemos creer al buen rey, amico. Pero si acabamos con todos los piratas, ¿de qué entonces? Tenemos un acuerdo: ellos mantienen sus actividades en límites razonables y nosotros los dejamos ir tranquilamente. Aunque de vez en cuando hacemos esto para divertirnos más que para otra cosa. Es un buen negocio, a veces incluso nos aliamos contra piratas que van por libre. ¿No te lo habían dicho?

—No está mal tal como lo cuentas, nalpisitano.

—¡Ja! Podríais ofenderme si no supiese ya de vuestra ignorancia. No soy nalpisitano, como no lo es ninguno de nuestros compañeros, sino que también somos sandosíes. Yo tengo un hermano navegando en este barco y otros dos en otro barco pirata.

—Oh.

Más tarde celebraron toda una fiesta a bordo del Cane di Mare a la que asistieron nuestros héroes. El vino corría en todas direcciones, se bailaba al ritmo de viejas tonadas marineras y los miembros más jóvenes de ambas tripulaciones intentaban impresionar a los demás con sus recién adquiridas cicatrices, tatuajes y sobre todo miembros mecánicos que se habían implantado para reemplazar alguno perdido en un accidente, ya que pocas posibilidades había de que ocurriese realmente en la batalla.

—Mirad mi garfio multifunción. Hace ochenta cosas distintas y ninguna de ellas es ayudarme a agarrar o manipular cosas.

—Eso no es nada, mi pata-de-palo-ballesta puede disparar DOS dardos antes de tener que recargar.

—¡Dioses!

—Maravillas de la técnica.

De vez en cuando estas conversaciones llegaban a oídos de marineros más veteranos que no podían resistir la tentación de meter baza.

—¡Malditos críos! Cuando yo tenía vuestra edad intentaron ahorcarme por piratería. En el último momento aproveché la fricción de la cuerda para cortar mi propia cabeza y me las ingenié para tallarme este cuerpo de palo con mis propios dientes.

Al oírlo todos se rieron y lo cogieron en volandas. Poco podía hacer el viejo lobo de mar para defenderse ya que su cuerpo de palo carecía de miembros, solo era un complicado mecanismo hidráulico que mantenía con vida su cabeza, fabricado a partir de madera a la deriva, piedras y algas. Pero lo que sí hacía era flotar, cosa que el viejo podría haber agradecido cuando lo arrojaron por la borda de broma si no hubiese estado demasiado ocupado gritando maldiciones tan terribles que no las reproduciré aquí.

Entre tanto Tynok estaba sentado cerca de los capitanes de ambos navíos y sus segundos de a bordo, charlando con ellos.

—Así que no sabías nada denuestro chanchullo. ¡Jajajaja! —rio de buen humor Verdunio Perro Rabioso, capitán del Cane di Mare.

—Aldesandro y yo somos viejos amigos, Tynok. Y pronto consuegros. ¡Jajajaja! —añadió Dientenegro, capitán del Atra Nox.

Ambos eran hombres bastante grandes y fornidos, incluso comparados con Tynok. Prácticamente la única forma de distinguirlos era porque Dientenegro tenía la barba morena y Perro Rabioso la tenía castaña, aparte de que Perro rabioso llevaba un uniforme del ejército nalpisitano.

—En la tierra de la que vengo no dedicamos tanto tiempo a pensar en cómo sacar beneficios —explicó Tynok, alegre—. Preferimos resolver las cosas cuanto antes y normalmente con una buena pelea.

—Las cosas también solían ser así antes por aquí —señaló Aldessandro di Pontalta, el segundo del Perro Rabioso—. Pero pronto conseguimos que todos entrasen en razón.

Por lo que Tynok sabía ese hombre sonriente y elegante, de rasgos felinos, era un noble de Nalpisi que debía mantener atados en corto a los mercenarios. Por supuesto él no solo estaba hasta el cuello en el ajo sino que había ayudado a pelarlo y picarlo con sus propias manos. Le corría mucha cuenta en que no se descubriesen los engaños de los marineros.

—¿Qué sería de nosotros sin tí, Aldessandro? ¡Jajaja! —rio de nuevo Dientenegro.

—¡A su salud! —brindó Verdunio—. Por que nunca acabe en la horca porque nosotros puede que hagamos cola tras él. ¡Jajajaja!

Todos brindaron, incluso Fiero, el segundo de a bordo del Atra Nox. Era un hombre nervudo y callado, solo hablaba cuando era necesario, normalmente para dar órdenes. Le faltaba el ojo izquierdo y lo había sustituido por uno mecánico con una lente roja y cuya función telescópica no dejaba de emitir zumbidos. A Tynok le producía una sensación extraña ese aparato, como si lo hubiese visto en un sueño o lo recordase de algo que no ha ocurrido aún.

Las celebraciones se alargaron hasta que ya empezaba a anochecer. Cada marinero volvió a su buque, los capitanes intercambiaron algunos regalos y las naves zarparon hacia sus respectivos puertos para hacer noche. Pero entonces, cuando ya estaban alejados, pero aun a distancia de tiro, ambas embarcaciones fueron golpeadas por bolas de catapulta al mismo tiempo. No había ningún otro barco a la vista y la trayectoria parecía proceder de la dirección del otro navío, de forma que ambos capitanes intentaron esclarecer los hechos de una forma civilizada.

—Eh, tú, rata de mar, ¿qué has hecho? —gritó uno de los dos, bastante enfadado, desde su cubierta. Cuál de ellos fue nos da un poco igual.

—Pedazo de centollo borracho, eres tú el que nos ha disparado.

—Especie de barracuda cegata, tus catapultas dispararon primero.

—Ni hablar, cachalote de tierra, empezaste tú. ¿Por qué nos has disparado?

—¿Por qué nos has disparado tú... idiota?

—¿Ya no te sabes más insultos marineros?

—Me temo que no.

—Entonces solo podemos zanjarlo con un combate naval.

—Bien.

—Bien, pero mañana, que ya es tarde y mi señora espera en el puerto.

—La mía también. Aquí a medio día zanjaremos esto entonces.

—Bien.

—Bien, no se te ocurra echarte atrás, cobarde.

—Da gracias de que te dejo hasta mañana para dejar tus asuntos en regla, procura no venir borracho.

Y ambos se separaron con la firme promesa de echarse a pique mutuamente. Las alianzas entre piratas suelen tener este fin.

Pero mientras el Atra Nox navegaba hacia el atardecer rumbo a alguna cala segura de las que abundan en la costa de Sandosa, Tynok vio por un momento con sus finos ojos de bárbaro, entrenados en las tierras boscosas del norte, lo que parecía ser un barco. Un navío de velas negra a poca distancia del lugar del incidente, que se introducía entre los acantilados...

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