27/6/08

Lágrimas del arcángel VI

6~Combate a muerte en los bosques

Enkaión y Ghusback estaban frente a frente, estudiándose.

-¿Que te parece si peleamos al estilo orco? –preguntó Ghusback.

-¿A puño desnudo? –preguntó Enkaión y Ghusback asintió-. Me parece bien.

Dejó caer sus armas y Ghusback le imito con la cachiporra con puntas de piedra que llevaba en la mano y se lanzó contra Enkaión. Enkaión le esperó. Cuando Ghusback llego a su altura intento apresarlo entre sus brazos como en un abrazo pero Enkaión se escabulló agachándose, cosa que aprovechó Ghusback para propinarle una patada en el estomago con su pata de palo.

Enkaión salió despedido y recorrió medio metro sin tocar el suelo. Pero se levanto de un salto y volvió a encararse con el orco. Ghusback se acerco a él y le lanzó su puño izquierdo. Pero Enkaión lo esquivo moviéndose hacia el lado izquierdo del orco. Y una vez allí aprovechó para lanzar un fuerte puñetazo contra la majilla de Ghusback. Lo que provocó una sarta de gruñidos entre la tribu. Pero el orco le respondió flexionando el brazo aun estirado del puñetazo y propinando un fuerte codazo a Enkaión.

Este dio un par de pasos hacia atrás y se toco la nariz. Miro los dedos manchados de sangre y se echo a reír.

-¿Qué te pasa? –le preguntó Ghusback divertido-. ¿Has perdido el juicio de una vez por todas?

-No –respondió Enkaión sin apartar la vista de su mano-. Es que los ángeles no sangran.

-Si tú lo dices… -le dijo Ghusback encogiéndose de hombros-. ¿Ahora podemos seguir con el combate?

-Claro. Cuando quieras.

Y se abalanzó sobre el orco gritando. Llego frente a él y se lió a puñetazo limpio son su cara. El orco permanecía impasible, los golpes no parecían afectarle. Hasta que tomó a Enkaión de sus ropas, lo levantó por encima de su cabeza y lo lanzo con violencia al suelo. Se abrió un gran cráter donde cayó Enkaión. Pero el ex-arcángel volvió a levantarse lleno de rabia. Tenía una brecha en el extremo derecho de la frente y la sangre le chorreaba obligándole a mantener cerrado el ojo izquierdo. Sin embargo en el derecho brillaba una luz suicida.

Lanzó otro puñetazo que Ghusback detuvo. El orco lo levanto y le apretó contra su pecho en un abrazo mortal. Enkaión sentía sus costillas a punto de ceder. Los bellos rasgos de Enkaión se transformaban en una mueca mezcla de ira, dolor y desesperación.

Pero de pronto tuvo una inspiración y sin dudarlo un segundo propino a Ghusback una patada en sus partes nobles. Ghusback gritó y soltó Enkaión, que cayó al suelo. Una vez allí golpeó la pierna sana. De modo que el orco tuvo que intentar hacer equilibrio con su pata de palo al mismo tiempo que se agarraba las partes. De modo que el desenlace lógico fue que cayó al suelo como una montaña.

Enkaión se puso en pie, salto sobre el y le rodeó con las manos el cuello del orco. Pero fue un gesto inútil. Enkaión era fuerte pero ya no tenia la fuerza sobrehumana de un arcángel y estrangular a un orco como Ghusback es más difícil de lo que parece. Forcejearon un rato hasta que Ghusback consiguió ponerse encima. Se puso de pie y clavo su pata de palo en el muslo de Enkaión.

-¿Te gusta la sangre, angelito? –le dijo ya exasperado y respirando entrecortadamente-. Pues vas a verla a borbotones.

Enkaión gritaba por el dolor del peso del orco sobre su pierna.

En ese momento se escucho un grito de kiai a espaldas de Ghusback. Este se volvió. Y vio como Huǒ-lóng, al que tenían agarrado entre dos de los guardias mas fuertes de la tribu, se ponía boca abajo apoyado en los brazos de los orcos y estiraba las piernas a ambos lados para golpear las cabezas de sus captores. Una vez libre dio un salto con el que sobrevoló casi 3 metros y medio hasta donde se encontraba Ghusback y le dejó seco con una patada voladora.

Ghusback cayó al suelo y Huǒ-lóng aprovechó para recoger al inconsciente Enkaión. Con el sobre el hombro saltó hacia los árboles y empezó a saltar entre ellos para subir.

Cuando Enkaión recupero la consciencia se encontró sobre el hombro de Huǒ-lóng y moviéndose a toda velocidad sobre lo que parecía una especie de moqueta verde bañada por el sol.

-¿Qué ha pasado? –preguntó.

-Esas bestias casi nos matan –le respondió mientras corría-. Si no llega a ser por mi no lo contamos.

-Entonces te debo la vida.

-Mas bien estamos en paz.

-De acuerdo pero… ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Hazla.

-¿Cómo demonios puedes correr por encima de los árboles?

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