5/6/08

Navidad, navidad, sangrienta navidad

Un lobo ártico, totalmente blanco, se alzaba sobre una montaña formada por la espesa nieve y desde allí oteaba en busca de una potencial presa entre el enorme mar blanco que le rodeaba.

Su fina visión tardó un poco en discernir tres pequeños montículos de nieve que parecían moverse. Los observo un poco más detenidamente y comprendió: humanos llevando sus trajes con manchas de distintas tonalidades de blanco y azul que impedía diferenciarles de la nieve. Además aquellos malditos trajes no dejaban escapar olor ni calor lo que los hacía aun más difíciles de encontrar.

El lobo oyó un sonido a su derecha y se volvió justo a tiempo para ver como un amasijo de colmillos y garras se lanzaba sobre él… Después sólo se oyó un gañido y del lobo sólo quedó un rastro de nieve teñida de rojo.

Los tres hombres de los trajes se seguían arrastrando por la nieve. Pertenecían a un pelotón de reconocimiento. Eran los únicos que habían quedado con vida, todos los demás fueron abatidos por un santa claus y ahora debían llegar a la base más cercana.

El más joven de ellos era Jakrof y su número de identificación era el 00101000AKZ. Apenas llevaba tres meses de servicio activo y los duros entrenamientos de la FPAN habían entrenado su cuerpo para ser un luchador capaz sin embargo su mente no había estado preparada para los horrores que presenció. Fue un error burocrático enviarlo de reconocimiento, los exámenes psicotécnicos le incapacitaban para ello.

El segundo era Algir (11100101RVD) una rata rastrera a quien siempre había podido más el dinero que el sentido del honor. No tenía reparos en engañar, extorsionar o asesinar para sacar beneficios. Se unió a los batallones de reconocimiento voluntariamente para registrar los restos de ciudades sepultadas bajo la nieve.

Y el último era el ya veterano Dazis (01101001ARK). De él basta decir que demasiados años encerrado en búnkers rodeado de tíos y sin una hembra a la vista (y cuando la había estaba pillada) habían hecho mella en él. Las razones por las que se encontraba en el batallón nos son desconocidas.

Seguían arrastrándose despacio y en silencio rezando a la Entidad Metafísica Creada por el Subconsciente Colectivo Humano en la que No Creen (EMCSCHNC) para que nada que pudiese arrancarles la cabeza de un mordisco les viese.

–¡Eh, chico! –le gritó Algir a Jakrof– . ¿Si mueres puedo quedarme tus botas? Parecen cómodas.

Jakrof no respondió.

–¡Cállate, Algir! –le reprendió Dazis–. ¡No le digas esas cosas al chico! ¡Y tampoco digas tonterías, todos sabemos que robarías aunque dijese que no!

–Hay que ser edu… –empezó Algir pero no pudo acabar.

Se oyó un “¡Jojojó!” a lo lejos.

–¡Al suelo! –gritó Dazis.

Los tres se tiraron en plancha sobre la nieve mientras un trineo rojo volador pasaba sobre ellos disparando a discreción con su ametralladora. Permanecieron quietos hasta que se perdió a lo lejos.

–¡Maldito bastardo! –murmuró Dazis–. ¡Vamos!

Se volvieron a poner a cuatro patas y continuaron avanzando.

Se arrastraron un rato más hasta que Dazis, que iba el primero, paró en seco.

–No-mo-vais-ni-un-de-do –dijo despacio y deseando no tener que hablar.

La nieve empezó a moverse a su alrededor. Los tres se quedaron parados maldiciéndose por hacer tanto ruido al respirar.

Algir temblaba como un cachorro asustado y en cierto momento su mente no pudo soportar la tensión. Se puso en pie, tiró la mochila y el arma y corrió como un desesperado… No llegó a recorrer treinta metros cuando un niño vestido de traje y peinado con raya a un lado se le echó encima y le derribó sobre la nieve. Otro niño de traje y una niña con un vestido azul salieron de la nieve y ayudaron al primero a despedazar al desgraciado Algir que pronto fue una mancha sanguinolenta en la nieve salpicada de vísceras.

Jakrof hundió la cara en la nieve, se puso las manos en la cabeza y empezó a gritar.

Dazis se puso de pie, quitó el seguro de su AK-47 y apuntó a los críos que se encontraban devorando los restos de los restos de Algir. Cuando se percataron y miraron hacia él, apretó el gatillo.

Los niños, enloquecidos por el sabor de la sangre, esquivaban con facilidad las balas mientras salvaban la distancia que les separaba de Dazis, el cual era sólo una mancha oscura en la visión inyectada de sangre de los niños.

Las ráfagas incesantes del arma de Dazis no evitaron que aquellos críos del demonio se abalanzaran sobre él. Gritó todo lo que pudo cuando clavaron sus dientes y garras en su cuerpo; pero esos gritos fueron sustituidos por un sonido gorgoteante cuando la niña le arrancó media garganta de un mordisco.

Jakrof consiguió sobreponerse lo suficiente como para ponerse bocarriba y empezó a arrastrarse de espaldas sollozando y viendo cómo trozos de Dazis volaban en todas direcciones. Un pedazo de intestino le dio en la cara y resbaló por su cuerpo llenándole de sangre.

La visión de la sangre paralizó a Jakrof e hizo que empezara a gritar de pánico. Uno de los niños de traje le oyó y se volvió hacia él, flexionó sus miembros y se impulsó con brazos y piernas en un terrible salto que tenía a Jakrof como punto de aterrizaje.

Los siguientes sucesos ocurrieron en la mente de Jakrof a cámara lenta. Cuando el niño ya describía la parte descendente de la fatal parábola que llevaba hasta Jakrof se oyeron estallidos y, en el último segundo, algo golpeó al niño proyectándolo violentamente hacia la derecha dejando varios regueros de sangre que manaban de un lateral de su cabeza. Los otros dos, desconcertados por lo ocurrido a su compañero, no supieron reaccionar antes de que el tanque de nieve les pasara por encima aplastándolos.

La mole de metal provista de orugas, una pala abatible y una ametralladora que constituía el tanque de nieve paró junto a Jakrof y de ella salió un hombre con uniforme de la FPAN.

–¿Estás bien, chico? –preguntó.

Jakrof asintió sin emitir palabra.

–Sube.

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