Noche profunda y oscura, luce alta luna en el cielo, miran cómplices las estrellas curiosas y con esmero la iglesia de aquel lugar. Ya han dejado aquellos rezos de romper la vieja calma, paz y silencio del templo. Entre gruesos y altos muros observan con desapruebo estatuas frías e inmóviles desde sus pétreos puestos cómo desviados amantes irrumpen entrando dentro en el sagrado recinto. Se dan a pasión y besos aun bebajo el portalón. Santos, mártires y dioses los ven a ambos de entregarse sin temor, censura o miedo en la casa del señor. Y ella grita por el fiero mordisco que como bestia él entrega en su blanco cuello. Las caricias y las manos se retuercen entre cuerpos ansiosas de ese calor. Algarabía de cabellos, grandes placeres prohibidos y manos de cien mil dedos en la casa del señor. Con animal desenfreno | él la carga en sus brazos y toma el altar de lecho. Allí la deja caer y busca con desespero perla entre piernas oculta y sus gritos placenteros. Y por sobre ella se lanza ya colmado de deseo y con fuerza a ella la toma y ella se desgarra por dentro. Flor rota sobre el altar y de sangre virginal lleno en la casa del señor. Impío acople en el templo celebrando en negra noche salvaje misa de sexo. Los gemidos son el órgano; ellos dos los predicadores; por eucaristía sangre y carne ardiente de cuerpos; y como el único cáliz, bello, profundo y secreto, su vientre ya mancillado. Sucia misa de deseo en la casa del señor. Y él se derrama en su pecho, en cálida lluvia blanca cargada de vida y fuego. Y ya juntos en el centro se miran y acarician y se dan el último beso en la casa del señor. |
13/6/08
Poesía para los buenos creyentes que llevan su fe más allá
Pues como bien indica el título esto está dedicado a los buenos católicos. ¡Ale! ¡Leyendo que es gerundio!
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